Teatro para curar las heridas de la guerra

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Mariia, Andrii y Yulianna, en el escenario del Teatro del Andamio de A Coruña
Mariia, Andrii y Yulianna, en el escenario del Teatro del Andamio de A Coruña Marcos Miguez

Mariia, Yulianna y Andrii han recuperado en A Coruña una actividad que hacían en Ucrania y que les ayuda a exteriorizar sus emociones. Cada semana acuden a clases de interpretación en el Teatro del Andamio

06 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La palabra drama tiene dos significados con connotaciones muy diferentes, uno es sinónimo de teatro y otro sirve para definir un suceso infortunado de la vida real. Ambas están muy presentes en la vida de Mariia, Yulianna y Andrii; o más bien, gracias a la primera, el teatro, están curando las heridas que la otra, la huida de Ucrania tras el inicio de la guerra, podía dejar en sus vidas. Sus padres decidieron dejar su país para buscar un lugar donde sus hijos pudieran crecer felices. Cada semana, estos tres hermanos de 16, 14 y 11 años acuden a clases en el Teatro del Andamio de A Coruña, la primera sala de teatro infantil que abrió en Galicia en la que, además, encontraron un nombre familiar: el de su directora, Tatiana Likhacheva, de nacionalidad rusa, pero que lleva décadas asentada en Galicia. Ella ayuda a su madre con el idioma, ellos tienen pocos problemas en este aspecto, tras dos años en Galicia, se defienden perfectamente en gallego y en castellano, aunque a veces les duele la cabeza al pensar en tantos idiomas a la vez. En cualquier caso, en teatro conectan perfectamente con sus compañeros y el idioma no genera ningún problema que no se pueda resolver. 

El inicio de la guerra de Ucrania fue el desencadenante para que Iryna y Valentyn decidieran dejar Odesa y buscar un lugar para vivir con sus tres hijos. Encontrarlo en A Coruña les llevó dos años y muchos kilómetros por delante; los conservan dibujados en un mapa con forma de juego de la oca, lleno de banderitas y pegatinas de emoticonos con los que dejaron reflejados los países por los que pasaron —Moldavia, Rumanía, Hungría, Eslovaquia, Polonia, Alemania, Bélgica, Francia, España y Portugal— y los sentimientos que surgieron en cada lugar: una manera que ideó Iryna, psicóloga, para que sus hijos exteriorizaran los pensamientos que ese traumático viaje podía dejar en sus vidas.

La salud emocional de los pequeños es tan importante que ha sido el motor a la hora de escoger el destino final. El matrimonio conocía España de un viaje en el pasado y, en un principio, pensaron en Valencia como un buen lugar donde asentarse, «es una ciudad muy parecida a Odesa, de donde venimos, y hay una comunidad importante de ucranianos allí», cuenta ella; pero el trabajo de él, en una empresa norteamericana con oficina en Portugal les trajo al oeste de la península ibérica para terminar afincados en Quiroga, donde se encontraban unos amigos. El trabajo de Iryna, que mantiene su consulta online y atiende a soldados ucranianos, le permite hacerlo desde cualquier lugar con conexión a internet, pero, después de un año en la localidad lucense, vieron que no era el lugar que buscaban: «Veíamos que nuestros hijos no lo estaban pasando bien», reconoce, aunque subraya que allí conservan grandes amigos. Los dos adultos se encontraban a gusto, pero los tres menores no encajaron y cada vez se cerraban más en ellos mismos. Y las dos chicas echaban en falta algo que era imprescindible en su antigua vida en Ucrania: las artes escénicas. Mariia tocaba el piano y Yulianna destacó desde pequeña con el canto y el teatro. Su madre conserva en el teléfono decenas de vídeos que muestra con orgullo de aquellas actuaciones de otra época y otra Ucrania.

Yulianna, Andrii y Mariia, en el escenario del Teatro del Andamio de A Coruña
Yulianna, Andrii y Mariia, en el escenario del Teatro del Andamio de A Coruña Marcos Miguez

Así llegaron a A Coruña y descubrieron el Teatro del Andamio. Se interrumpen emocionados para explicar lo mucho que les gusta. Al principio, Andrii no quería ir, pero su madre le obligó a apuntarse porque era el más tímido de los tres y le podía ayudar a integrarse y exteriorizar sus emociones; ahora, ni se plantea dejarlo. «Están contentos y totalmente integrados», reconoce Fran Martín Giraldo, uno de los profesores. Su madre lo confirma, han encontrado un lugar donde ve a sus hijos felices.