Antonio Izquierdo Escribano, experto en demografía: «Es necesario que las parejas tengan los hijos que quieren tener»
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«Querer no es poder», dice el experto, que no obstante señala que no es necesario que la población crezca, sino que se estabilice, e invita a la reflexión: «¿Qué clase de sociedad se resigna a que los hijos vivan peor que los padres?»
24 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Acceso a la vivienda, trabajo digno, entorno saludable, inmigración y una cultura de reparto de tareas en el hogar son los ingredientes principales de la receta de Antonio Izquierdo Escribano, catedrático emérito de Sociología de la UDC, experto en demografía y exasesor de la OCDE, para que aumente la natalidad. «Pero la economía va en contra del crecimiento de la población», advierte.
—¿Cuál es el reto?
—Atraer a la gente es uno de los puntos, pero conseguir que no se vayan es el otro. La demografía es una ciencia, una disciplina de fondo, de muy largo recorrido. Y el demos somos todos, de manera que, por ejemplo, una política de natalidad es una medida coyuntural que no afecta al conjunto del demos, a todos. Puede ser que tenga un efecto instantáneo, si fuera una política muy fuerte. Pero las tendencias en demografía son de fondo, de modo que los factores pueden hacer que una población se quede, y si se queda, es probable que crezca. Y una población que se quede y crezca, es probable que atraiga a más población.
—¿Qué medidas de fondo hay que tomar para que el crecimiento poblacional se dé en más sitios? ¿Es un tema político, económico, urbanístico...?
—A mí se me ocurren algunas medidas materiales y otras de carácter más cultural. Por ejemplo, materiales habría dos. Obviamente, vivienda y un entorno saludable. Me refiero a vivienda digna asequible y un entorno en el que la gente se quede. Si hay contaminación y los terrenos están degradándose, pues la gente no se va a quedar, porque nadie se suicida voluntariamente. Y el otro punto, un empleo digno o un medio de vida que sea decente y que permita las condiciones mínimas. Y eso no es una cuestión solo de los empresarios, que lo es, o solo del gobierno autonómico o nacional, que también lo es. Es una cuestión del demos, de todos nosotros. Cuidar el entorno, que el medio de vida esté repartido, distribuido y sea asequible.
—¿Y culturalmente?
—A mí me parece que uno de los factores que hace que los países, sobre todo los del norte de Europa, tengan una fecundidad, que no un crecimiento, porque no es necesario que nos pongamos a crecer, pero sí al menos que la población esté equilibrada, es la cultura del reparto de tareas dentro del hogar. No solo del cuidado de los menores y de los mayores. Me refiero a una cultura de igualdad de género entre hombres y mujeres, eso es fundamental.
—¿Quizás así la mujer se animaría más a ser madre? No vivimos en un contexto cultural ni económico fácil.
—No, no. Estamos en un contexto en el que las parejas quieren tener más hijos de los que tienen. Es decir, que la fecundidad deseada es mayor que la fecundidad real o, dicho de otro modo, querer no es poder. En la cultura del reparto de tareas, de la igualdad de género, los dos están más cerca de poder hacer realidad lo que quieren, ya sean hombre y mujer, o sean los dos hombres o las dos mujeres. En cualquier caso, el reparto es más equitativo y hay más igualdad. Socialmente tiene que haber más cohesión y menos desigualdad, en la vivienda, en el empleo, etcétera. Son factores que no se pueden conseguir de un día para otro ni cada cuatro años mientras que gobierna uno y otro.
—Decía que no hay que crecer, sino equilibrarse.
—Hay que pensar en la distribución de la población y sus necesidades. En Estados Unidos, y en casi todos los países de la OCDE, es muy importante pensar que el crecimiento o el decrecimiento de la población tiene que ver no solo con la natalidad, sino con que la esperanza de vida sea alta. Eso provoca por tanto un envejecimiento, y tiene que ver con que el aporte demográfico no sea solo endógeno, sino externo también. Es decir, con que venga gente, que haya inmigración.
—¿Pero qué se puede hacer para que Galicia atraiga a más jóvenes?
—El envejecimiento tiene dos pies. Uno es el que tú has dicho, que aumente la esperanza de vida, y otro es que haya pocos bebés. Los pocos bebés hacen que la pirámide envejezca, porque una cosa es la longevidad, que vivamos muchos años, y otra cosa es que el conjunto de la población tenga una media de edad alta, que ocurre porque nacen pocos niños. Con respecto a los jóvenes, en Galicia las oportunidades de desarrollo son limitadas para los que tienen una buena educación y no quieren solo una calidad de vida en el entorno, sino que quieren un desarrollo personal, individual y de pareja. La gran mayoría de los jóvenes que se van de Galicia son gente cualificada no solo formativamente, sino en su trabajo en su oficio. La cuestión demográfica pasa más por lo que estaba comentando de la inmigración. Que venga gente de fuera y se quiera quedar.
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—La cuestión es económica y política entonces.
—Es difícil hacer políticas de natalidad si el Estado adelgaza. Por un lado, la economía procura que el estado tenga menos instrumentos para intervenir. Eso es evidente, exceptuando los ministerios y los gastos en defensa o seguridad, por ejemplo. El Estado adelgaza, la sanidad y la educación cada vez se privatizan más. Una buena parte de las tareas que cumplía el Estado de Bienestar hace 40 años, se van poco a poco desgajando hacia lo privado, y el Estado tiene menos instrumentos. Por lo tanto, sus políticas no tienen fuerza para durar suficiente tiempo, para permear a la sociedad. Y la economía, lo explicaré de una manera muy sencilla, aun a riesgo de ser demasiado simple. La humanidad ha salido de la trampa de la pobreza mediante la educación y el progreso tecnológico rebajando el crecimiento de la población, porque si seguía creciendo la población, se neutralizaba el progreso. Para que eso no ocurriera, se optó por la transición demográfica, que es la caída de la natalidad y el freno al crecimiento de la población. Después, con la Revolución Industrial, la población empieza a crecer de manera rapidísima.
—Lo contrario a lo que está ocurriendo ahora.
—Ahora ya estamos en una fase decreciente. El crecimiento demográfico ya es muy pequeño en todo el mundo, pero en Europa es negativo. Si no es por la inmigración, todos los países estarían decreciendo. Esos jóvenes muy cualificados que se van, van a tener pocos hijos. La emigración viene de fuera, y tampoco va a ser la solución. La población va a envejecer y va a estabilizarse en todo el mundo, y eso será un éxito. No necesitamos más de diez mil millones de habitantes, y ahora tenemos ocho mil, ya estamos sobrados en relación a los recursos, que la Tierra está cada vez más exhausta y esquilmada. Pero el progreso tecnológico ahora es contrario al de la Revolución Industrial, necesita menos gente. Uno puede hacer la tarea de varios solo y con una máquina, lo que se llama productividad. El crecimiento tecnológico no impulsa el crecimiento de la población, sino más bien lo contrario.
—¿Se plantea realmente España la inmigración como una solución o como un problema?
—El otro día oí el debate sobre la inmigración y me quedé espantado. Si alguien le respondiese a Abascal cuál es la primera causa de violación de las mujeres en España, ni la primera, ni la segunda, ni la tercera, ni la cuarta, ni la quinta... a lo mejor en la veinte, o en la cincuenta, encontraba un mena. Pero da igual, es una falta de conocimiento y de responder a las preguntas concretas. Es una manera de politizar en el mal sentido. Sería maravilloso politizar si se tratase de mejorar la vida de todos. Pero al política hoy es más bien interpretación, teatro... una performance.
—¿Qué diría que es necesario en esta sociedad?
—Que las parejas sean felices, y lo serán teniendo la fecundidad que desean, los hijos que realmente quieren, que no son muchos, son dos. No dan para crecer mucho, pero sí para estabilizar la población. Y no tienen dos porque no pueden, porque no tienen posibilidades ni oportunidades. Tienen uno, y eso implica que la población envejezca y decrezca.
—Y que sea noticia Ames como el único concello gallego que registra más nacimientos que muertes.
—Suponiendo que eso sea una historia de éxito, el concello de Ames es un náufrago en medio de un océano. Entonces, si queremos agarrarnos al náufrago, vamos todos a la balsa. Pero es un náufrago.
—¿Pero no sería bueno que se nos pegase algo a otras localidades?
—Qué duda cabe de que si te facilitan la conciliación, te dan guarderías, servicios, transporte y sanidad accesibles, etcétera, pues ese concello se convierte en un oasis. Pero cualquier concello tiene límites a la hora de contratar médicos y enfermeras, de generar colegios, de plantearse transportes... Repito, Ames es una isla. Y la demografía es la ciencia de la masa de la población, no de un lugar.
—¿Entonces la deriva es pesimista?
—No, no lo es. Pero la economía va contra del crecimiento de la población.
—Pero es la pescadilla que se muerde la cola. Si necesitamos economía para tener hijos, y a su vez el crecimiento económico pasa por que haya menos...
—Hay que cambiar el signo del desarrollo económico si lo que queremos es que crezca la población. No podemos consumir cada vez más plásticos y que el medio ambiente sea cada vez más saludable. O una cosa o la otra. Ese crecimiento económico que tenemos ahora, que es desigual, si fuera un desarrollo económico estaría más repartido y no necesitaríamos tener cien perfumes en una tienda. ¿Eso qué es? Un consumo por el consumo, ¿pero es necesario? No.
—¿Hay que elegir entre mantener un ritmo de vida consumista y tener una vida con hijos?
—Se trata de elegir qué modelo de sociedad queremos. Con los medios que tenemos, que son muchos más que los que tenían nuestros abuelos. Tú oyes a todas horas decir que los hijos van a vivir peor que los padres. ¿Qué tipo de sociedad tenemos que se resigna a eso, a volver para atrás? Que un hijo que sabe más idiomas que el padre, toca más instrumentos, tiene más estudios, etcétera, tenga claro que va a vivir peor que él. No parece un modelo social muy sensato.
—Parece que vamos a seguir perdiendo población entonces.
—Bueno, hay un límite. Pero no creo que Galicia se vaya a extinguir [se ríe].
—¿Cómo está Galicia con respecto al resto de España?
—El resto de país también es muy desigual. Pero creo que Galicia está en una buena posición demográfica si tiene claro cuál es el modelo de sociedad que quiere. No tiene una densidad alta, tiene recursos naturales valiosos y suficientes, tiene un entorno favorecido, de momento, por el cambio climático. Cada vez hay más refugiados climáticos del sur que quieren comprarse una casa en Galicia. Cada vez tenemos más factores para atraer población, pero después hay que fijarla.
—¿Aprecia el desplazamiento al campo a raíz de la pandemia?
—En el año del covid se convirtió en noticia que la gente en la pandemia se iba a ir al campo, y no se ha ido. También me preguntaban si las muertes de la pandemia iban a aumentar la mortalidad, y no variaron la tendencia. Solo variaron la de ese año por algo coyuntural. Y con respecto a lo de ir al campo, es poca gente la que lo puede hacer. Primero, porque hay que tener un trabajo que te permita hacerlo desde casa o tienes que estar tiempo en coche, o tener buenos transportes. Casos vamos a encontrar, pero no son significativos. Las capitales de España después de la pandemia han seguido creciendo, y el campo ha seguido menguando. Esa es la tendencia. Lo que hay son zonas dentro de la población en el campo que se despueblan más que otras, de hecho, estamos haciendo un trabajo sobre eso. Y luego, hay mucha gente que se va al pueblo, pero a vivir al modo urbano, con su ordenador y trabajando para una gran empresa. Dicen: ‘Vamos a recuperar el rural’. No, no, tú te vas a vivir en una casa más grande, mejor y como vives en la ciudad. No vas a renunciar a Netflix.