Mónica López, actriz: «¡Qué bien que en 'Rapa' hayan apostado por una mujer real y con arrugas!»

VIRGINIA MADRID

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«He tenido mucha suerte, porque personajes femeninos de 55 años son un milagro. Con esta edad, que te den un protagonista es impensable», apunta esta actriz que defiende la naturalidad: «Cuando me vi en el primer capítulo, me asusté, me vi supermayor»

30 sep 2024 . Actualizado a las 10:55 h.

«Estoy en una nube, porque todo lo que rodea a Rapa está siendo tan bonito y me siento tan agradecida por haber podido afrontar un personaje protagonista que el listón ahora está muy alto», confiesa Mónica López (Las Palmas de Gran Canaria, 1969). A pesar de sus últimos éxitos televisivos con las series Rapa, Hierro y Antidisturbios, la actriz canaria reconoce ser una desconocida para el gran público: «Como no soy mediática, no soy muy popular y además huyo de las redes sociales».

 —La historia de «Rapa» transcurre en Galicia donde los espectadores hemos disfrutado de sus paisajes. ¿Con qué te quedas de la ambientación?

— Han sido tres años de rodaje maravillosos. Me he enamorado de sus preciosos paisajes, de su clima, de la forma de ser de su gente y, por supuesto, de su

gastronomía. ¡Qué rico está todo! Inolvidables las nécoras que compartíamos

Javier [Cámara] y yo mientras abordábamos el trabajo de algunas escenas.

 —Interpretas a la sargento de la Guardia Civil Maite Estévez y a tu lado está Tomás, al que da vida Javier Cámara, escritor y enfermo de ELA, y juntos formáis un tándem peculiar.

—Sí. Porque al principio, ellos dos no se entienden, se caen mal, pero se dan cuenta de que se necesitan mutuamente. En la segunda temporada, vemos cómo Maite descubre, día a día, además de su amiga, se ha convertido en su cuidadora principal y ahora, en el desenlace, contemplamos cómo ella permanece a su lado, respetando su decisión, hasta que él decide recurrir a la eutanasia. Fíjate, mi mayor temor cuando empezamos a rodar fue emocionarme demasiado, porque tiendo a creer que si un actor se emociona en exceso, al público no le llega tanto. Al final, ha sido una experiencia muy bonita y me ha permitido aprender mucho.

 —¿Qué tal ha sido trabajar bajo la dirección de Javier Cámara?

—Un lujo. Javier es un tipo fabuloso, un buen amigo y es un estupendo director. Al principio, él tenía mucho vértigo por dirigir un thriller, pero tiene un carácter tan estupendo, sabe poner a todo el equipo de buen humor a la hora de rodar y es tan vehemente, habla mucho, que ha logrado un gran trabajo tras la cámara. Cuando no estaba satisfecha con alguna escena, me decía: «Mónica, para y respira».

 —Tú llevas el peso de la serie. Una mujer protagonista y que supera los 50. ¿Qué ha supuesto interpretar a Maite en tu carrera?

— Un auténtico regalo, la verdad. He tenido mucha suerte y por eso estoy muy agradecida, porque personajes femeninos de 55 años son un milagro. Con esta edad, que te den un protagonista en una serie es impensable. He hecho Rapa, porque me mataron muy pronto en Hierro y apostaron por mí, pero no es lo normal. Ya me lo dicen mis amigas, que con estas edades: personajes pocos o ninguno.

 —Sin embargo, en «Rapa» hay mayor presencia femenina.

—Sí. La especialista en secuestros, la madre de la secuestrada, la abuela, mi personaje, la sargento... Las mujeres son las que mueven los hilos de esta historia, los hombres pintan bastante poco. Sin embargo, esto no es lo habitual. Por eso reivindico más papeles femeninos en edades maduras, con fondo, con personalidad, normales, sin pretender que sean guapas y no tengan arrugas en el rostro, que reflejen sus vivencias, sus dificultades. Esta historia ha enganchado también gracias a sus personajes, porque te puedes cruzar con ellos mañana por la calle. Sus vidas no son de color de rosa, tienen claroscuros y todos nos podemos sentir identificados con ellos.

 —La serie ha puesto sobre la mesa el asunto de la eutanasia. ¿Qué harías tú, si te vieras en la misma situación que afronta tu personaje?

—Esa es la gran pregunta que me ha obsesionado a lo largo de todo el rodaje. ¡Qué difícil! Lo que tengo claro es que cada uno debe ser libre para decidir cómo quiere que sea el momento de su muerte. Libertad para decidir sobre cómo vivir y también sobre cómo morir.

 —Tras tres años metiéndote en la piel de Maite, ¿qué se te ha pegado de ella y qué le has prestado?

—Maite es más fría, más distante que yo y no destaca por ser muy maternal. Yo le he aportado el hecho de ser más empática, más cercana y el saber escuchar.

 —¿Qué tal llevas el paso de los años?

—Lo llevo mal. Te confieso que cuando vi el primer capítulo de Rapa, me asusté, me vi supermayor. Porque cuando me miro en el espejo, no me veo tantas arrugas. He decidido mirarme menos [dice entre risas]. Pero rápidamente pensé: «¡Qué suerte que hayan apostado por una tía que es una mujer real, con arrugas y que se aleja de los cánones de belleza actual, guapa y joven!». No me queda otra que aceptar la edad que tengo, pero sé que para mi oficio es un hándicap.

 —¿Estás, quizá, en tu mejor momento profesional?

— ¡Ay, no! Estoy en un buen momento, pero me gusta más pensar que mi mejor momento como actriz está por llegar con personajes ricos, repletos de matices que cuenten historias redondas.

 —«Rapa», «Hierro», «Antidisturbios» o «La cocinera de Castamar» son algunos de tus últimos éxitos en televisión. ¿Te sientes valorada por la profesión?

—Sí, mucho. Llevo ya más de treinta años en el mundo de la interpretación y noto que mis compañeros valoran y reconocen mi trabajo y eso es muy bonito y satisfactorio. Aunque reconozco que como no soy mediática, no soy muy popular, para el gran público sigo siendo una desconocida.

 —¿Quizá porque huyes de las alfombras rojas, de las fiestas y no te entusiasman las entrevistas? ¿Eres un poco la antiactriz?

—Es que no se me da nada bien todo este mundo. Cuando voy a algún evento, termino con agujetas [se ríe], porque no sé qué decir, me siento perdida y descolocada. Me encanta pasar desapercibida, que nadie me conozca, ser anónima.

 —Y además huyes de las redes sociales.

—Pues sí. Soy antitecnología y reconozco que ya me está afectando a cosas cotidianas, porque cada vez nos limitan más a los que buscamos el comprar una entrada en la taquilla de un teatro. Pero me gusta y necesito el contacto humano. No me atrae nada en absoluto lo que sucede en la pantalla de un móvil. Me encanta montarme en el autobús y ver la gente caminando por la calle y descubrir la vida cotidiana. Pero cada vez te cruzas con menos miradas, porque la mayoría está mirando Instagram o TikTok. Valoro la sencillez de las cosas pequeñas, un café contemplando un atardecer, un paseo por el bosque, y eso hoy se está perdiendo.

 —¿Eres más de pasado o de futuro?

— Soy muy nostálgica, no tiro nada. Me gusta mirar atrás, recordar otros momentos y sobre todo me cargo con las mochilas de otros y no es bueno. Tengo que aprender a soltar y a quitarme esos lastres para vivir desde el presente.