Bernardo, de alto ejecutivo a triunfar vendiendo perritos calientes con 63 años

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En solo un año ha conseguido revolucionar el sector con sus «hot dogs» gourmet. Le pudieron las ganas de no resignarse: «Cuando se lo planteé a mi mujer me dijo que si estaba loco»

05 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Todo pasa por algo. Cuando escuchas la historia de Bernardo Rivero de Aguilar es lo primero que te viene a la mente. Él tenía una vida muy acomodada. Siempre se había dedicado al mundo financiero hasta el punto de ocupar puestos de alta dirección ejecutiva de algunas multinacionales estadounidenses: «Era el director general para España, Portugal y Grecia. Lo fui en dos multinacionales. Pero cuando cumplí los 55 años, muy amablemente me enseñaron la puerta. Ya sabes que los americanos son muy estrictos y debieron de pensar: ‘Este ya no nos vale’».

«Pensé qué podía hacer. Pero sabía que, por un lado, nadie me iba a contratar con esa edad. Y por el otro, yo me encuentro hecho un toro, con mucha fuerza y muy bien. Así que la única manera de conseguir trabajo era tener un negocio propio», comenta. Pero Bernardo no llegó a esa conclusión tan rápidamente. Tuvo también su propia travesía en el desierto. «Mi rango salarial durante los últimos 15 años estaba por encima de los 100.000 euros anuales. Y, de repente, te ves en la calle. Y piensas: ‘¿Y ahora qué?’. Tenía un capitalito que había ido almacenando, pero que si no tienes ingresos, tarde o temprano, se acaba yendo. Entonces, estuve buscando trabajo los tres primeros años. Desde los 55 a los 58 años visité todo tipo de headhunters (cazaejecutivos), recurrí a amigos, mandé currículos a todos lados... Pero desde el punto de vista del salario, sabía que nada de lo que me ofrecieran se iba a parecer a lo que había ganado», explica.

Incluso se planteaba tener un sueldo fijo medio y luego ir a comisión si mejoraba las ventas. Pero no hubo forma. «Llegaba a algún sitio y cuando decía que tenía más de 55 años, la gente era muy educada y muy amable, pero la respuesta siempre era que si surgía algo, ya me llamarían. Entonces, te ves con toda la fuerza y todas las ganas del mundo de tirar para adelante y se lo tratas de explicar al que tienes delante de la mesa, que estás dispuesto a dejarte la piel para sacar los resultados que correspondan, pero o no se lo creen o te dicen: ‘Me has convencido, pero tengo aquí a otro que tiene 15 años menos que tú y tengo más garantías de que cumpla el trabajo que mi cliente está buscando’», relata.

Mientras buscaba trabajo, no estuvo ni mucho menos parado. Todo lo contrario: «Estuve colaborando con amigos, levantando distintas cosas y aportando mi experiencia en esos distintos negocios, pero llegó un momento en que me di cuenta de que necesitaba algo más constante, que entrara dinero todos los meses. La parte buena es que ese pequeño capital que tenía me daba cierta tranquilidad, pero, por otro lado, veía que se iba a acabar. Y también, al final, quieres mantener tu nivel de vida».

Montar su negocio

Entonces tomó la decisión de montar su propio negocio. Y si algo tenía claro es que estaba cansado del sector financiero. Comenzó a analizar todas las posibilidades, como no podía ser de otro modo tratándose de un ejecutivo financiero. «Me planteé meterme en el mundo hostelero, pero no quería un restaurante porque iba a depender de un cocinero, del metre, del que hace las compras y demás. Tenía que buscar algo en el que no dependiera de terceras personas, con lo que me decanté por un local de comida rápida. Pero empecé a ver que el mercado de las hamburguesas estaba completamente copado a todos los niveles, el de las pizzas tres cuartas partes de lo mismo, las empanadas... », dice.

Entonces se le encendió la bombilla. «Me di cuenta de que en el sector de los perritos calientes no había muchas cosas, con lo que decidí meterme. Me acuerdo de que exploré una tienda de la competencia y vi que lo que había era malo, al menos esa fue mi percepción. Era muy barato el perrito caliente, pero no veía finura ni elegancia. Y te despachaban en un metro cuadrado. Fue así cómo me decidí a montar mi negocio, Doggy Bravo. Y además quería hacerlo tipo gourmet», cuenta este madrileño con raíces gallegas, que se preocupó de conseguir la mejor materia prima. Y consiguió abrir las puertas de su negocio hace tan solo un año. «Fue el 13 de septiembre del 2023 y mi experiencia hostelera era cero. Pero he intentado hacer camino al andar».

Al lado del WiZink

El hecho de que el local estuviera al lado del WiZink Center es un plus para las jornadas que hay conciertos y eventos. Pero, al principio, tampoco es que los clientes le cayeran del cielo. Se lo tuvo que trabajar desde el primer momento. «Yo no sabía nada de redes sociales, entonces lo que hice fue contratar a unos chicos que se habían presentado en mi tienda. Y yo me presto a hacer de modelo. Algunos de los vídeos tienen casi un millón de visualizaciones, otros más de 600.000. Están funcionando», aclara. Porque él sabe mejor que nadie que el márketing es clave también. De ahí que sea el primero en repartir panfletos cada vez que hay afluencia de gente en el WiZink para darse a conocer. «Al principio había reticencia a la hora de recogerlos. Entonces decidí dar unas pegatinas gamberras o traviesas, con cierto doble sentido, pero todo desde una manera muy inocente. Entonces, el resto de la gente al ver que quien los cogía se reía muchísimo, pues los demás ya te empezaban a pedir el panfleto», señala.

Ahora el negocio va viento en popa a toda vela. Hasta el punto de que ya piensa en abrir más locales. «Tenemos una trayectoria ascendente importante y el diseño de toda la tienda está pensado para que haya franquicias. Todavía no estamos ahí, pero creo que en un período de dos o tres años sí». Incluso ya tiene un récord de ventas: «Está en 110 perritos en un solo día. Aunque el domingo pasado nos quedamos en 99».

Sobre si va a seguir muchos años al frente de este nuevo negocio con la edad que tiene, Bernardo dice que a pesar de haber cumplido ya los 63, mentalmente se siente «como uno de 30 años». «Todavía tengo mucha fuerza para seguir», dice. Vista toda la odisea por la que ha pasado en los últimos años, damos fe de ello. «No me veo sentado en mi casa leyendo un libro o viendo la tele. Mis hobbies son los deportes. Y voy todos los días al gimnasio a quemar la mala leche y adrenalina. Hago un poco de vida sana y me pongo el mundo por montera», comenta.

Bernardo no piensa en la jubilación ni por asomo: «Para nada, no sé si ahora con la nueva ley que están haciendo, que te vas a poder jubilar y al mismo tiempo seguir trabajando, pues a lo mejor eso sí, pero desde luego, si jubilarme implica dejar de trabajar, creo que me va a costar unos cuantos años».

¿Y si se le presentara alguien de 55 años pidiéndole trabajo? «Si me transmite lo que yo transmito, lo cogería sin dudar», asegura. Bernardo reconoce estar feliz con el paso que dio hace exactamente un año. Lo único que echa de menos es, a lo mejor, no tener disponibilidad los fines de semana para hacer planes con sus amistades: «Quitando las vacaciones, que cerramos todo el mes de agosto, solo he faltado 16 días en la tienda. Voy los siete días de la semana. En lo que fallo es que me invita, a lo mejor, algún amigo a ir a su casa en Asturias, y nunca puedo ir. Aunque venga dos horas a la tienda, si no voy, parece que estoy traicionando a las personas que tengo conmigo trabajando».

Sobre cómo se lo tomó su familia cuando se lo planteó, merece un capítulo aparte: «Cuando se lo propuse, me dijo que si estaba loco, si sabía dónde me estaba metiendo. Muy bien no lo sabía, pero tenía la fuerza para hacerlo. Ahora, en cambio, está ilusionada porque los números salen y las cosas van bien. Pero también te digo que me he pasado noches sin dormir y más de una vez he pensado: ‘¿Dónde me he metido?’ Sobre todo al principio, cuando ves que abres la puerta y no te entra nadie». Afortunadamente, eso ya pasó. Y Bernardo puede decir alto y claro que pasó de ser un alto ejecutivo financiero a triunfar vendiendo perritos calientes con 63 años.