La gira del Club de Malasmadres llega a A Coruña con La hora de cuidarse. «Hacerse las uñas y teñirse las canas no es autocuidado», advierte la jefa de una comunidad «con mucho sueño» que nació hace diez años para acabar con el mito de la madre perfecta. La emprendedora que surgió de un portazo laboral llegó, peleando con humor, al Top-100 de mujeres líderes de España
22 sep 2024 . Actualizado a las 20:22 h.Otros lavan los trapos sucios en casa con el sudor de sus frentes, el silencio de sus bocas y el desgaste diario de sus manos. Laura Baena (Málaga, 1981) no. La jefa del Club de Malasmadres, en el top 100 de mujeres líderes de España, ha hecho una bandera amarilla con todos esos trapos sucios que se esconden en casa, y los lleva con naturalidad al lavadero de una comunidad que no ha dejado de medrar desde el 2014 y suma un millón de miembros, la mayoría mujeres, aunque también son bien recibidos en el club los hombres que sienten la losa de no conciliar.
La conciliación no puede ser una optativa. Hay que hacer agenda y emparejar el cuidado de los hijos y el trabajo de casa con la jornada laboral. «Conciliar es una emergencia social», subraya esta emprendedora que, tras el portazo de una jefa que le dijo: «Laura, esta no es una empresa para mamis», se propuso hacer otro camino al andar, y demoler el mito de la superwoman, esa hija bastarda de la tradwife que ahora vuelve a pegar fuerte, feliz de resucitar al ángel del hogar.
La malamadre number one parió «tres buenashijas» y un club con ganas de cambiar el mundo que no ha dejado de expandirse en diez años. La revolución de Laura Baena se hace bailando. Como diría Emma Goldman, «si no puedo bailar, no es mi revolución»...
El jueves, día 26, la gira de Malasmadres hace parada en A Coruña. Es la hora de cuidarse. ¡Salud! «La autoexigencia es letal, no quiero que esa autoexigencia me quite el celebrar y valorar lo que hemos conseguido. Si no, es peligroso. Cuesta relajar esa hiperexigencia, que viene en parte de la educación que nos han dado, de esa cultura que tenemos del esfuerzo», manifiesta quien sabe que no siempre hay paz para quien dice la verdad.
—El esfuerzo es un valor, pero ni lo puede todo ni es siempre deseable...
—Mi padre tiene esto de «hazlo siempre lo mejor que puedas», que es un gran mensaje, pero llevado al extremo se puede convertir en un lastre.
—Otra frase muy vigente años atrás es el «haz las cosas bien, para hacerlas mal es mejor no hacerlas». Duro.
—Yo soy más del «más vale hecho que perfecto». Yo de mi padre, que es mi mayor fan, suelo contar una anécdota. La primera vez que me seleccionaron entre las 100 mujeres líderes de España, en el 2016, imagínate lo que fue. Tenía diez años menos, me veía muy joven para ser top-100. Y mi padre lo que me preguntó fue: «Pero entre las cien, ¿en qué número has quedado?». Y yo: «A ver, papá, que no hay numeración». Esta anécdota refleja un poco todo, que nada sea suficiente.
—Una década al frente de una comunidad de madres «con mucho sueño», que no se duermen en los laureles del dejarlo todo cual está. Hay que «reivindicar que cuidarse es un derecho, no un privilegio», subrayas, tema central de esta gira que te trae a A Coruña el día 26. ¿Cuál es el balance de esta gira tras cinco años en marcha?
—Han sido miles de mujeres las que han pasado en cinco años por esta gira, se llama La hora de cuidarse y mi compañero de viaje es DKV. He de decirlo porque sin empresas y corporaciones amigas no se podrían hacer estas cosas. Cuando hablo de conciliar, hablo del derecho de las madres a cuidarse y priorizarse. Porque aún se da por hecho que las madres no tenemos tiempo. Hoy recibimos mensajes duros, como «no haber tenido hijos», en la empresa, en la vida y en el entorno familiar. Incluso en la pareja... Lo ideal es cuidar y educar en equipo, pero no siempre es así.
—¿Hay muchas que duermen con su enemigo? Mejor ser familia monoparental que tener una pareja que lastra o que se escaquea en el día a día...
—Sí. Y esa conversación está mucho en las Malasmadres ahora. Al Club de Malasmadres están llegando primerizas todo el tiempo, pero van creciendo las madres con hijos que se van haciendo mayores, madres que han pasado esa etapa dura de la crianza y llegan a otra en la que se sienten muy solas. Las madres son las que gestionan emocionalmente a los hijos. Y pasan diez años de crianza y te das cuenta de que no has tenido tiempo para ti.
«Ahí está también la responsabilidad de las madres, de cambiar la mirada de los hijos. Ellos arrastran los estereotipos de un modelo de hombre que deben ser»
—¿Les cuesta valorar aún a algunos hombres la importancia del estar, del trabajo emocional con los hijos?
—Muchísimo. Ahí está también la responsabilidad de las madres, de cambiar la mirada de los hijos. Ellos arrastran los estereotipos de un modelo de hombre que deben ser. Y de esto hablo mucho con Octavio Salazar [autor de El hombre que no deberíamos ser]. Ellos están educados en ser los proveedores, y nos va a costar romper con esa parte fría del cuidado en los hombres. Pero es vital que el amor se entienda como cuidado del otro; es un temazo que está afectando a la salud de las mujeres. Todos somos espejo de lo que hemos vivido y vivimos en casa, más allá de cómo podemos construirnos fuera. Esta gira lo que pretende es dar un espacio de desconexión a las Malasmadres (tres o cuatro horas de show en el escenario y un momento de tomarnos un vinito y disfrutar juntas). Muchas mujeres nos han dicho que después del clic que han hecho en la gira, tienen que parar, incluso separarse. Es un tomar conciencia de lo que te falta, de lo que necesitas, de conectar contigo. Es la determinación de cuidarse sin culpa. Básicamente, dos tipos de madres vienen a las giras. Las que aún no han sentido ese clic, ese despertar. Y las que sí son conscientes, pero les falta pasar a la acción. Cada una conecta desde su lugar, su historia y sus circunstancias. Cada historia es un mundo, pero todas se unen por un mismo hilo invisible, el de esa generación de madres que somos. En las carreras que hacemos, simbolizamos los 13 obstáculos que tenemos: la culpa, la desigualdad salarial, la carga mental, la educación con estereotipos, las creencias de las mujeres...
«Tanto los Gobiernos como las empresas, como la sociedad, hemos asumido la renuncia de las mujeres. Y lo hemos asumido con un coste económico y emocional del que no se habla»
—¿Cuál es el más gordo para la mayoría de las mujeres?
—A nivel emocional, el mayor obstáculo de las mujeres es la culpa. A nivel social, entender que tanto los Gobiernos como las empresas, como la sociedad, hemos asumido la renuncia de las mujeres. Y lo hemos asumido con un coste económico y emocional del que no se habla nada... Porque no parece una prioridad. Lo vamos solucionando con nuestros recursos, tirando de la familia, de amigos o del dinero, y eso hace que se frenen los cambios legislativos y las políticas de conciliación. Si nosotras seguimos mirándonos en ese espejo de la culpa, y en el «no pasa nada, no te preocupes», nada cambia. Si seguimos en la culpa, no vemos la responsabilidad de una pareja que no se compromete, de unos hijos que no asumen responsabilidades, de una empresa que no nos valora o de un Gobierno que no atiende una responsabilidad social. En ese silencio espoleado por la culpa estamos atrapadas.
«Muchos aún creen que dar el pecho es perder el tiempo, ¡porque no es producción, que no contabiliza!»
—Hoy nos autoautoexplotamos todos, ¿no? Es un gran truco. ¿Producción en bucle a costa del cuidado?
—Sí. Muchos aún creen que dar el pecho es perder el tiempo, ¡porque no es producción, no contabiliza! Pero sí lo es... Y otra cosa que hoy me preocupa es la comercialización del autocuidado. Que vayas a hacerte las uñas o teñirte las canas está fenomenal, pero no es autocuidado. Estoy muy sensibilizada con la violencia estética. Yo he hecho mi propio viaje personal, he superado dos años en que estuve obsesionada con llevar las uñas perfectas. Eso no es autocuidado. Y el primer objetivo de la gira es que bajemos la autoexigencia y pensemos que queremos hacer con nosotras. Porque nos están diciendo que el autocuidado requiere tiempo ¡y mucho dinero! Les interesa mucho tenernos atrapadas ahí...
—¿La conciliación es para quien tiene abuela o una renta cuantiosa para pagar el cuidado de los hijos?
—Es que estamos manteniendo un sistema educativo y el modelo escolar de cuando las mujeres no trabajaban fuera de casa, y ese modelo tiene los días contados. No se puede sostener un modelo escolar con tantas semanas de vacaciones, es un privilegio pagado. Nosotras no vamos a poder, ni físicamente, cuidar como las abuelas. Y con esto no echo la culpa a la comunidad educativa, en la conciliación tienen que estar las empresas y los gobiernos. Son imprescindibles las redes formales de cuidado, además de las otras... Hay que reconocer social y económicamente el cuidado, hay que retribuirlo. ¿Qué hacen las empresas y los Gobiernos? ¿Cómo que no hay presupuesto para esto? Si decidiéramos las madres los presupuestos del 2025, creo que habría ajustes interesantes ahí.
—¿Cómo valoras la Ley de Familias?
—Bueno... Valoro haber conseguido que este tema esté en la agenda política. ¿Por qué a los dirigentes políticos y los agentes sociales les interesa sentarse conmigo y hacer acciones en este ámbito? Porque tenemos fuerza. Y porque ya hay personas como nosotras en esos puestos, mujeres políticas que viven en su propia piel la falta de conciliación, esto cambia las cosas. La Ley de Familias hoy está parada, aún en proceso de enmienda, y no va a salir porque hay una falta de consenso y de unidad en la política española. Son temas que importan. La conciliación es una cuestión de Estado en la que necesitamos a todos los partidos unidos. Hay que dejar la política de titulares y de medallas individuales. Es necesario un plan nacional de conciliación. ¿Cómo se te queda el cuerpo cuando el 2 de agosto, fecha límite marcada por la directiva europea, no se han aprobado las cuatro semanas de permiso retribuido para cuidado de menores de 8 años? No se aprobó porque no es prioridad. El Gobierno no se ha puesto de acuerdo. Esto no se puede permitir.
—¿Hemos avanzado en corresponsabilidad en casa? Máximo Peña advierte en «Paternidad aquí y ahora» que hay cosas casi invisibles del día a día que casi siempre hacemos las mujeres: el ciclo completo de la ropa, los cambios de armarios, el día a día en los grupos de WhatsApp o de cumpleaños... ¿Siguen ellos haciendo sobre todo lo que luce, no el trabajo sucio?
—Muchos no ven que ocuparse de la ropa no es solo poner la lavadora, a muchos les cuesta hacerse cargo de la parte más sucia de la crianza y la casa. Van al parque y son «padrazos», pero las madres muchas veces están ahí, a la sombra de ese «padrazo», son las que se ocupan de todo lo demás y lo preparan todo para que el padre puede ir con el niño al parque. Muchas veces además el «padrazo» va acompañado de una renuncia que hace la madre en su profesión o a su independencia económica, y eso lleva a que en torno al tema haya mucho silencio, tener que tragar con el «ellas tienen más tiempo y han decidido renunciar». Hay aún una desigualdad muy incómoda y muy dura para muchísimas mujeres y muchísimas madres, que tienen que poner un límite de «hasta aquí llegado, no doy más». Estamos viendo el gran impacto que tiene la falta de corresponsabilidad en casa en la pareja, en su ruptura.
—Si tienes hijos, y no hay corresponsabilidad, si te separas ese suele ser el motivo, ¿no?
—... Claro, y muchas veces lo que nos echan encima es el que el problema es que nosotras no sabemos delegar.
—Este es un mito.
—Sí, es un mito. Toda mujer madre quiere una pareja corresponsable a su lado. Pero para delegar, el hombre tiene que responsabilizarse de una tarea de principio a fin, como en el caso del ciclo de la ropa. O con la comida... No vale con hacer la paella del domingo. Eres corresponsable cuando abres la nevera y no solo te das cuenta de si falta lo tuyo, ves si falta lo de la familia, o lo de tu pareja. Si es él el que se encarga de la compra y la comida, tiene también que preocuparse de si a mí me falta un producto de higiene íntima, los de sus hijas y los de sus mujeres. Muchas mujeres empiezan a ver la corresponsabilidad cuando se divorcian.
—Este punto de vista también invita a cambiar el que tenemos del hombre como «proveedor», como el que trae el dinero a casa y ya.
—Sí, por supuesto. A esta generación nos queda, hay demasiados estereotipos y demasiada construcción social...
—Y con una falsa idea de lo que es el éxito. ¿Qué es, que te paguen cada vez más, no ver crecer a tus hijos?
—Tenemos que cambiar los valores, claro, por esa idea del éxito que pega fuerte en esta sociedad tan veloz. Yo tuve que salirme también de esa rueda, que era una vorágine. Tú puedes tener un proyecto muy fuerte, y alcanzar unos objetivos, pero puede hacerse de otra manera, equilibrando mi vida profesional con la personal. Yo siempre he tenido como foco y como guía que si yo no conciliaba no podía ser ejemplo. Esa coherencia era fundamental para mí. En Madrid, el modelo de sociedad que hoy tenemos para mí no era viable. Así que me vine a vivir a Málaga.
—En su día el pediatra Carlos González nos advirtió que la conciliación no existe. ¿Existe ya la conciliación en España?
—No existe, se va avanzando a costa siempre de la renuncia de las madres. La conciliación existirá cuando las mujeres podamos elegir libremente, sin vernos abocadas a elegir porque no queda otra salida.