Lucía conoció a su novio en el Mercadona a los 15 años: «A los 19 me quedé en silla de ruedas y él no se separó de mí»
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«El nuestro es un amor antiguo, como el de los abuelos», apunta Lucía, que un día se acostó y dejó de sentir las piernas
25 sep 2024 . Actualizado a las 09:30 h.No hizo falta una piña, ni que paseasen por los pasillos mirando cada uno su carrito, ni siquiera hizo falta TikTok ni ninguna otra red social que los incitase a ir corriendo al Mercadona, pero allí estaban ellos, Lucía y Raúl, cumpliendo lo que les había fijado el destino. Así al menos lo siente esta pareja, que ha tenido que enfrentarse a momentos muy duros, pero que jamás dudó de que el suyo era un amor incombustible. Lucía tiene ahora 24 años y Raúl ha cumplido los 25 y, aunque son aún muy jóvenes, llevan ocho años juntos, los mismos que hace que entraron ese día en el Mercadona de San Clemente, un pueblo de Cuenca, de donde es él y donde ella tiene familia paterna.
Lucía es madrileña, y cuando había fiestas en el pueblo, solía pasar un tiempo. En abril del 2016, cuando se celebraba la romería de la Virgen de Rus, ella estaba allí con sus tíos paternos. «Tenía 15 años, y, como mis primos son mayores, mi tía, lo típico, me presentó al hijo de una amiga y me fui con él y su pandilla a disfrutar de la tarde. Nos juntamos en la plaza del pueblo con otro grupo de chicos y decidimos entrar en el Mercadona a comprar para ir a la fiesta», relata Lucía, que no sabía que en unos minutos su vida iba a cambiar.
«Entramos los dos grupos en el súper —detalla— y yo iba con los amigos que acababa de hacer, pero en un momento determinado, me dijeron si me podía quedar yo sola y me dieron todo su dinero para que dividiese el bote. Yo soy un desastre con los números y con lo que tenía que devolverle a cada uno. Llegué a pensar que a lo mejor creían que yo quería quedarme con el bote, total, que me explotaba la cabeza y entonces vi a un chico apoyado en la sección de congelados mirando el teléfono con algunos del otro grupo. Me acerqué y le dije: «Tú tienes pinta de que se te dan bien las cuentas. Mira, mis amigos me han dejado aquí, ayúdame, que no me entero de nada».
«Lo agarré del brazo»
Raúl, claro, la ayudó y ahí, en ese preciso instante, entre varitas de merluza hicieron match, aunque todavía ninguno de los dos lo sabía. Salieron juntos del supermercado, y Lucía, que se define como echada pa’ lante, pero entonces «un poco más loquita», lo agarró del brazo y lo abrasó a preguntas: «¿Y tú de quién eres del pueblo? Porque yo soy de Madrid, acabo de llegar, bla, bla, bla...». A medida que avanzaba la conversación, él la fue acompañando a dejar la compra y Lucía le contó que tenía un cachorro, un labrador, y lo animó a pasearlo con ella, se dieron los teléfonos y hasta hoy, porque desde ese día ya no se han separado. «Yo creo que fue el destino, fue todo muy fácil —confiesa—, lo pienso ahora y es raro, parece que todo lo que sucedió estaba para nosotros, justo ese momento. Cuando ahora me pico con Raúl, él me dice a veces de broma: “Madre mía, si lo llego a saber, salgo diez minutos más tarde de casa para ir al Mercadona”», se ríe.
No hace falta desvelar que de los dos, Lucía es la que baila y Raúl aguanta el bolso. Él es tranquilo, tiene más paciencia y es el que pone el freno cuando ella se lanza. «Yo hago y luego pienso», apunta Lucía, mientras él, a su lado, le matiza algún detalle de su historia por lo bajo. Pero no da la cara, porque prefiere que sea ella la que siga contando. ¿Eso fue lo que te enamoró de él? «Sí, me pareció reservado y su forma de ser me causaba curiosidad, me gusta que respete su intimidad y también la mía. Raúl te dice la realidad tal cual es, me ha abierto los ojos y es un apoyo muy grande, sabe escuchar».
Lucía nació en el año 2000 y Raúl un año antes, hace prácticamente nada, y en plena adolescencia encontraron el amor a la primera. «A la gente le extraña —expresa ella— .Y cuando tuve mi lesión medular y estaba en parapléjicos mis amigos me decían: ‘‘¿Cómo vas a estar con él? Esto no lo supera nadie...’’. Ahora se ha puesto de moda ser infiel y durar poco, pero nuestros abuelos y bisabuelos qué pensarán del amor de hoy en día. Es un aquí te pillo, aquí te mato... No sé, Raúl y yo tenemos un amor antiguo, como mis padres o mis abuelos». «La gente dice: ‘‘Lleváis muchos años juntos, seguro que lo habéis tenido que dejar muchas veces”. Y no, ¿por qué? Estamos bien, no nos hemos puesto los cuernos, estamos felices. Hay quien te suelta: ‘‘Creéis que tenéis un amor de Hollywood y eso solo pasa en las películas”. Y yo les respondo: “Pues no, no solo pasa en las películas; nuestro amor es real, existe de verdad, yo lo he encontrado», se emociona.
A los 15 años, ella pensaba que lo suyo iba a ser un amor de verano, pero el último día, cuando ya regresaba a Madrid, él le dijo: «A lo mejor nos vemos más de lo que piensas». Tenía razón. «Desde el principio estuvimos conectados por WhatsApp. Hablábamos seguido a diario, a todas horas. Después, él se vino dos años a estudiar a Madrid y estuvo otro más trabajando, en total tres, y ese tiempo más cerca nos unió mucho. Ahora Raúl se ha vuelto al pueblo, allí ha encontrado trabajo, tiene a su familia, y nos vemos los fines de semana, uno viene él y otro voy yo. Estamos a 150 kilómetros, más o menos, no es que sea Estambul, pero se va haciendo duro», señala Lucía, que tiene enfocado su horizonte. «Nos hemos puesto en modo ahorro y pensamos que nuestro futuro pasa por estar los dos en Madrid, yo soy técnico de enfermería y además tengo todos los médicos aquí».
Lucía se refiere a su lesión medular, una experiencia que los ha transformado y los ha unido más, pero que ha sido durísima y muy dolorosa. Escuchársela a ella pone los pelos de punta.
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«Un dolor en la espalda»
«Fue en junio del 2020, en plena pandemia. Yo trabajaba en el hospital de La Princesa y salía de guardia. Llegué a casa, me duché, desayuné y me fui a dormir, pero según me acosté, no tardé ni dos horas, me dio un dolor muy fuerte en la espalda. Estaba boca abajo y ya no pude moverme. Llamé al 112 porque no era capaz de ponerme boca arriba y me contestaron que me tomara un Paracetamol...», relata Lucía. «Así que llamé a mi madre —continúa— y me dijo: “Voy para ahí corriendo”. Pero, claro, yo tenía las llaves por dentro, así que me tiré de la cama al suelo, fui arrastrándome como pude hasta que conseguí abrir. Cuando llegó mi madre, me ayudó a sentarme en el sofá, y en cuanto estiré las piernas, dejé de sentirlas». «Perdí toda la estabilización de mi cuerpo, mi madre me tenía que poner cojines a los lados porque no era capaz de mantenerme sentada. Entonces ella, ya con ayuda de una tía, me llevó directamente al hospital, después de dos llamadas más sin ayuda al 112», indica. Allí los neurólogos ya vieron una mancha en la resonancia y decidieron operarla, aunque antes avisaron a su madre para que se preparase para lo peor. «Ese momento fue durísimo, mi padre falleció cuando yo tenía 13 años en la mesa de quirófano después de que le detectaran un tumor, y yo soy hija única», dice Lucía que, a los 19, tuvo que enfrentar un diagnóstico terrible: hematoma epidural espontáneo, un caso raro, que le pasa a uno entre un millón. «Me tocó a mí», expresa con resignación.
«Cuando me abrieron, vieron que tenía una hemorragia interna y que la sangre estaba coagulada. Tenía una masa del tamaño de dos puños juntos, negra, negra, negra, que me aplastaba la médula. Me dijeron que si hubiese llegado 15 minutos después, la médula se me hubiera partido. La hemorragia no saben por qué se produjo, se reventó un vaso, pero no tengo ningún problema de sangre...», señala.
«Yo ahora, con los años, he recuperado parte de la sensibilidad, me puedo poner de pie, aunque apoyada, puedo dar pasitos, como un bebé cuando comienza a andar, pero no tengo equilibrio. Para mi día a día dependo sí o sí de la silla de ruedas», cuenta Lucía, que siempre ha contado con el apoyo de Raúl y se ha animado a subir vídeos a Instagram para ayudar a la gente con su experiencia.
«Raúl nunca se ha venido abajo, todos los fines de semana se venía, y yo en ese tiempo estaba con pañal, con enemas, no me sostenía... Era todo menos sexi, así que le dije: “A ver, Raúl, yo no sé si esta situación te va a atar, si tú quieres que lo dejemos, lo dejamos”. Pero él me respondió: ‘‘¿Estás tonta o qué? Tú vas a recuperar la sensibilidad y vas a volver a andar, y si te tienes que rehabilitar en no sé qué sitio, te voy a acompañar; te voy a ayudar a hacer los ejercicios en casa y voy a estar a tu lado”. En ese momento pensé que lo que tenía al lado era oro», sonríe con todo el cariño: «Desde ese momento nos hemos estado apañando, no vamos a escalar el Everest, pero tampoco lo íbamos a hacer antes».
«Nos hemos tenido que adaptar a muchas situaciones, él ha aprendido mucho de mí y yo de él. Esto hace que te conozcas más. Hemos avanzado, madurado, y ahora pienso que ¡he tenido mucha suerte yendo a comprar al Mercadona!», se ríe Lucía .«¡Vas a tener que presentarte al señor Roig!, le digo de broma. «Sí, sí, la gente no se lo cree —dice desafiante—. ¡Encontrar un amor de verdad en el supermercado! Pero existe, somos la prueba». No lo sabían hace ocho años, pero ellos sí son una auténtica piña.