Luján Argüelles vuelve con «Quién quiere casarse con mi hijo»: «No necesito que nadie me conquiste como suegra»
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La presentadora y maestra de ceremonias por excelencia de la televisión regresa a Telecinco para presentar el programa de los «tróspidos» y «El rival más débil». «Me gustaría que, en lo emocional, las futuras generaciones viviesen una situación distinta a la de ahora», confiesa
10 sep 2024 . Actualizado a las 09:33 h.Cuando pensamos en Luján Argüelles quizá se nos venga a la mente la palabra glamur, porque subida a sus tacones de mínimo diez centímetros, ha conseguido convertirse en la imagen de los datings —formato de citas— más tróspidos de la televisión. Ahora vuelve a Mediaset con el concurso El rival más débil y trae de vuelta, por fin, el programa que muchos deseábamos volver a ver: Quién quiere casarse con mi hijo. Un espacio con tan buen rollo que, en palabras de la presentadora, «eleva la energía del país».
—¿Cómo estás?
Pues mira, ahora mismo, estoy en una etapa de mi vida, después de momentos muy complicados y muy duros, en la que tengo claro que lo que ocurre fuera no puede afectar dentro. Es decir, tú tomas una actitud y tienes que mantener siempre la serenidad, la paz y, por tanto, como resultado, la felicidad. Ahora bien, hay cosas que te dan placer y hacen que con este estado tan elevado, podrás ver cosas que a ti te resuenan en tu profesión, que en este caso es presentar programas de televisión o la comunicación, y con dos formatos que a mí me gustan mucho. Hay momentos en los que he tenido que hacer cosas que no me han gustado y no me han llenado, ¿no? Pero no es el caso.
—Tanto «El rival más débil» como «Quién quiere casarse con mi hijo » son formatos que ya se han emitido. ¿Crees que lo antiguo siempre vuelve?
No tiene por qué. Yo creo que hay bebés del pasado que regresan y se convierten en grandes amores. Eso que dice la gente de: ‘Se encontró con un novio de los 20 y cruzaron sus miradas y de repente todo cambió en sus vidas’. Bromas aparte, creo que hay cosas del pasado que permanecen intactas, que siguen vivas y teniendo el mismo interés porque se sostienen sobre cuestiones que no pasan de moda, como pueda ser el amor, poner a alguien al límite a un cuestionario... Eso no caduca.
—En «El rival más débil» te pones las gafas y te transformas. ¿Te has divertido repartiendo zascas?
En mi vida diaria y en la vida, en general, siempre me gusta jugar con esto. Con la ironía, con el juego de intercambio, de acidez, desde la complicidad. Es decir, me resulta muy satisfactorio encontrarme a alguien inteligente que me saque punta a las cosas, porque eso hace que la cabeza esté en marcha todo el tiempo y te lo pasas bien. Pero pasártelo bien porque hay complicidad, insisto. En ningún caso se trata de desacreditar a nadie ni que viva un momento complicado. La mayoría de los compañeros que han venido al programa son amigos, sabíamos los códigos y que jugábamos a eso.
—¿Se han puesto nerviosos?
Sí, pero es natural. Son personas del ámbito público, y saben que la audiencia tiene unas expectativas proyectadas sobre ellos. Evidentemente, ante un examen de temas culturales, uno no lo sabe todo. Nadie es Google, porque no somos máquinas de Silicon Valley. Y en un momento determinado puedes no escuchar bien o bloquearte por lo que sea y cometer un error.
—¿Tú en qué te considerarías la rival más debil?
Uf, chica, ¡en muchas cosas! Con 24 años, cuando era la sustituta de Carlos Herrera en la radio, hacía el programa en verano cuando él no estaba. Así durante cinco años. De los grandes aprendizajes que me llevé de Carlos es que no sabemos todo de todo, es imposible. Nosotros sabemos observar la realidad y saber dónde está el detalle, dónde está aquello que tiene interés. Y lo contamos, y sabemos contar. No tenemos que saber todo, para eso buscamos al invitado o al tertuliano de turno.
—¿Preparada para escuchar de nuevo «I Will Survive» en versión jazz»?
Ya la he escuchado, me lo he visto todo y estoy entusiasmada. Muy agradecida con el trabajo de Warner y del equipo de Quién quiere casarse con mi hijo. Y sobre todo muy enfocada en que la gente pueda disfrutar del talento que hay en el programa, en cuanto al equipo que se ha puesto al frente, muchos de ellos de ediciones anteriores y otros nuevos.

—¿Qué tienen de especial los «tróspidos» de este año de «Quién quiere casarse con mi hijo»?
Tienen una magia particular y única que son inclasificables, y, por tanto, un poder de atracción que no vas a poder dejar de seguirlos en sus aventuras.
—Tú tienes una hija, pero si tuvieses un hijo, ¿te verías llevándolo allí para encontrar pareja?
Mira, hay una frase que me parece la más desacertada de muchas que tenemos en nuestro día a día. Y es, si yo fuera tú. Si yo fuera tú haría, iría... Pero no eres yo. Es imposible. No tienes mis vivencias, mis aprendizajes, mis emociones... Tienes las tuyas. Entonces, si tú en el futuro tu hija... Esto es un acto de predicción de futuro que ojalá pudiera responder. No sé, no estoy en ese momento. Pero, vamos a hacer un ejercicio de imaginación. Vamos a preguntarle a Miranda: ‘Miranduski, ¿nos vamos a un programa a buscar pareja?’. Pues, ¿por qué no? Mi hija es una niña superexpansiva y me ha enseñado con respecto a estas cosas. He tenido grandes aprendizajes con ella. Lo escribo en el libro que acabo de entregar que se publicará el año que viene. Desde muy pequeñita, ya decía: ‘Me gusta fulanito y menganito’. Luego entiendes que desde muy pequeños ellos están haciendo un proceso de selección: ‘Me gusta lo divertido que es aquel, lo alto que es el otro’... Está fenomenal. A ella le encantan las nuevas experiencias, disfruta todo. Pero luego nos vamos cargando de limitaciones. Por lo que esperan de nosotros, por las creencias limitantes que hemos adoptado... Vamos a entregarnos a la vida y a todo lo que nos vaya proponiendo.
—¿Superará alguna madre el momento de Mari Carmen llevándole el Colacao a la cama a las pretendientas de su hijo?
Estas cinco madres tienen momentazos. Valeria, la madre de Alejandro, es única. Esa saga, esa dinastía, ese linaje... Es indefinible. La madre de Ezequiel es... Ella tiene una estrella en casa, necesita sacarle brillo a esa piedra preciosa y no permitir que nadie le quite su purpurina. Mariví, la mamá de Rubén, tiene unas creencias al respecto de la sexualidad muy tradicionales y convencionales, pero tiene dos hijos gais. Vivir con ella esta experiencia es una experiencia religiosa, como diría Enrique Iglesias [risas]. Mari Carmen, la madre de Erik, no para de cantar copla todo el tiempo. Luego está Begoña, que dice todo el rato: ‘¡Ay, sí, Mari Carmen! ¡Pero qué me dices, Mari Carmen!’. No con respecto a la otra madre, sino como una expresión suya. Lo diferente que es a su hijo Christian, también es magia.
—¿Y a ti qué tendrían que hacer para conquistarte como suegra?
Yo no necesito que nadie me conquiste. Necesito respetar las decisiones de mi hija y que ella vibre tal cual lo haya elegido, con la persona que haya elegido. Y si en algún momento las cosas se tuercen, que sepa que tiene un lugar en el que se la va a escuchar, respetar y acompañar. Sé que no es una respuesta interesante, pero es que tiene que tener ese tipo de reflexiones importantes. Puedo responderte como presentadora de un programa, pero es que ahora soy madre. La generación que viene, me gustaría que vivieran en lo emocional una situación distinta a la que tenemos ahora mismo. Creo que estamos en una sociedad emocionalmente no sostenible y que los niños tienen que desarrollar capacidades en las que no se está poniendo el foco. Y pasan por cuestiones como las que te comento. Ahí ya me sale la vena madre y soy incapaz de colocarme en el lugar de presentadora y entrarte al juego [risas].
—Ahora tienes que hacer algo de presión para que vuelva «Hijos de papá»...
¡Buenísimo! Me chifló ese programa también.