Olvídese del pulpo á feira. En el barrio gastronómico de Nanba destacan unos bares con enormes figuras de pulpos, calamares o cangrejos donde sirven «takoyakis» (buñuelos de pulpo untados con mayonesa). Póngase a la fila
11 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Hay algo más allá del pulpo á feira y el bocata de calamares. ¿Y si hubiese un país oriental donde el pulpo rebozado se come en cucurucho y acompañado de toppings como si fuese un helado? Esta versión es el buñuelo relleno de trozos de cefalópodo, los famosos takoyakis (octopus balls, bolas de pulpo rebozadas y untadas con mayonesa), un tentempié caliente por el que los jóvenes japoneses se pirran y hacen cola para comerlo caliente, a veces ensartado en una varilla de madera, mientras van de compras y callejean por las marisquerías del puente de Dotonbori, en el bullicioso barrio gastronómico de Nanba, en Osaka. Es la ciudad donde el fontanero del videojuego Mario Bros tiene su propio parque temático, la más desenfadada y alegre del país nipón y que acogerá en el 2025 la Expo Universal. Los coloridos y caóticos letreros de neón de las pulperías y marisquerías le aportan una personalidad propia a Osaka. Tako en japonés significa pulpo y un dato clave a tener en cuenta es que la cuarta parte de la producción mundial del cefalópodo la consume el país nipón. Otro detalle que llamará poderosamente la atención al consumidor gallego: una ración de buñuelos de pulpo para llevar cuesta entre 250 y 750 yenes (entre 1,5 y 4,5 euros). Eso sí, habría que ver cuánto hay de masa, cuánto de pulpo y cuánto de fritanga.
La gastronomía japonesa destaca por su imaginación para reversionar clásicos y por su atrevidos envoltorios y presentaciones. Por ejemplo, han reinventado los churros y los venden a pares metidos en una tarrina rebosante de nata y otras cremas y les añaden toppings. Otro ejemplo de variación culinaria es la masa de los gofres y las tortitas, que han derivado en los mojis (una oblea circular rellena de crema de matcha o té verde, o chocolate). Incluso se venden figuras de ositos con masa de tortita. Se compran por docena dentro de un cucurucho de plástico transparente.
En el caso del pulpo, la gran innovación ha sido el takoyaki, una especie de buñuelo relleno de cefalópodo y cubierto de mayonesa que se fríe y se vende en los puestos callejeros. Para los chefs más puristas, les escandalizará saber que esos buñuelos también se comen en cucurucho como si fuese un helado y les añaden golosinas.
PUESTOS CALLEJEROS
Las marisquerías de Osaka son, en realidad, puestos callejeros cubiertos con caóticos letreros de ofertas, grandes bolas rojas y sacos blancos de papel (omamoris o amuletos de la buena suerte), y grandes dibujos de gambas ensartadas en brochetas y bolas de pulpo en cucuruchos. Algunos locales están alumbrados con tubos de neón. No faltan las pulperías haciendo esquina en un callejón trasero cruzado por los omnipresentes cables de los tendidos eléctricos enganchados a las fachadas. Las pulperías más tradicionales se asemejan a las tabernas japonesas con fachada de madera y discretas cortinas en la puerta, donde clientes solitarios sorben una sopa de ramen en la barra mientras miran tristes por la ventana a los alegres paseantes que caminan cargados de bolsas.
En Nanba, los cocineros fríen las gambas a la vista del público, que hace cola para llevarse un cucurucho caliente o una cajita de papel o una bandeja. Es curioso que estas raciones de mariscada para llevar tengan tanto éxito en un país donde no hay costumbre de comer o beber por la calle, por no decir que está mal visto o es de mala educación. Por tal motivo, los clientes consumen su take-away rápidamente en la acera, con la mirada baja y arrimados a la puerta del local.
Unida por el puente Dotonbori, la zona de comidas de Nanba es una laberinto de galerías, centros comerciales y de ocio y restaurantes. Está tan repleta de público como una romería, en su mayor parte, jóvenes, pero también turistas. Se puede ver todo tipo de vestimentas, desde muchachas que visten trajes color crema al estilo La casa de la pradera cruzando los pasos de cebra en bicicleta, hasta turistas conduciendo minicars en un convoy. En una esquina, en plena acera, cinco chavales de buena presencia cantan letras de k-pop a pleno pulmón, jaleados por un grupo de admiradoras. No faltan las otakus, vestidas de encaje como muñecas de porcelana acompañadas de sus novios de ropa moderna negra.
BUÑUELOS CON SORPRESA
En la entrada del Dotonbori el paseante queda hinoptizado por un cartel con un pulpo gigante que parece sacado de un parque temático sobre vida submarina. Se trata de la pulpería Takoya Dotonbori Kukuru, donde decenas de clientes hacen cola a la espera de recoger su comida callejera. Su plato estrella es el bikkuri takoyaki, un buñuelo con sorpresa porque el trozo de pulpo es tan grande que sobresale en la bola. Se venden en bandejas de media docena. Lo suelen untar con salsa o mayonesa. A veces, la oferta sorpresa incluye un añadido de carne de cangrejo u otro marisco similar.
En otra modalidad, la akashiyaki, los buñuelos son elaborados con masa de huevo y se saborean flotando en una sopa dashi o bañados en cremas y salsas. También venden yakitoris, brochetas de pollo o marisco ensartados en un pincho y acompañados de salsas. Es la típica comida que compran los trabajadores al salir de su oficina.
El forastero también se sorprenderá al toparse con un cangrejo gigante de plástico colgado en una fachada de un bar de Dotonbori. Se trata de la marisquería Kani Doraku Dotonbori Higashi Mise, que despacha comida para llevar en sandwiches o para consumir dentro del local en sopas. Allí venden sushi de cangrejo como recuerdo o un helado con sabor a marisco.
BROCHETAS FRITAS
En otra pulpería más tradicional, metida en unas galerías comerciales, la especialidad es el kushikatsu, una brocheta con carne frita y rebozada, en este caso de pulpo, que el cliente remoja en un plato con salsa, por ejemplo, de soja. Y atención a la oferta: desde cien yenes (60 céntimos de euro). Allí se sentirá como en casa porque a escasos metros, en las galerías comerciales de Soemon-Cho, hay una tienda de Zara y el café bar español Mi Vida, donde ofrecen espectáculos de flamenco.