Mejillones y almejas

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Bateas de la Illa de Arousa
Bateas de la Illa de Arousa MARTINA MISER

31 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras el susto que nos dio el pulpo hace un par de estíos, con una reducción drástica de su presencia en las aguas gallegas, la huida del verano la protagonizan mejillones, almejas y berberechos. De los primeros, el hombre que más sabe de ellos en el mundo, el científico Uxío Labarta, constataba hace unos días en este periódico una caída de la producción del veinte por ciento entre los años 22 y 23. Y no parece que este verano haya ido mejor, como confirman las pescantinas de las plazas a poco que se les tire de la lengua. La crisis merodea también entre las almejas y los berberechos, dicen que por las lluvias garcíamarquecianas de junio y julio, que al parecer desajustaron el milagroso y bendito equilibrio ambiental de las rías con su combinación precisa de agua salada y dulce, que en cuanto se descuajeringa provoca una crisis existencial en nuestra fauna autóctona, esa enorme singularidad que tendría que ser nuestro petróleo, pero sin contaminación ni grupos armados.

Inquieta el silencio con el que procesamos esta deriva, cuando deberían estar encendidas las luces rojas, porque la decadencia del mejillón es la de un éxito colectivo que permitió cultivar en bateas este bivalvo, un alimento supercalifragilístico cuya producción apenas deja huella de carbono y cuya importancia existencial fue definida, como decía, por Labarta en su imprescindible El paradigma del mejillón. El investigador publicó en 1984 un artículo con este título que debió de leer Pedro Almodóvar. Esto explicaría por qué dos años después, la película La ley del deseo arranca con una escena en la que el personaje que interpreta Eusebio Poncela, un director de cine llamado Pablo Quintero, trastea en una sala de montaje en la que cuelga un cartel de su anterior película titulada, precisamente, como el libro de Uxío Labarta. Un ejercicio metacinematográfico muy alabado por la crítica de la época. Tantos años después de que nuestro bivalvo nacional excitase la creatividad del director, el mejillón flaquea y aquí nadie parece preguntarse qué hemos hecho nosotros para merecer esto.