Javier Góngora: «Dejé una vida económicamente brillante por amor y ahora me dedico a la navegación consciente»
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Tardó en descubrir lo que le aportaba el mar, pero ahora ya no es capaz de estar muy lejos de él. Después de 15 años dejó su trabajo en una gran compañía, y desde hace diez propone unas salidas en barco diferentes
18 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Descubrió la navegación a una edad relativamente tardía, en torno a los 28-30 años, pero desde entonces es el motor que mueve su vida. Precisamente, en el mar encontró respuesta a muchas preguntas que llevaban tiempo resonando en su interior. Había terminado Arquitectura muy jovencito —fue el primero en graduarse de su promoción—, había estado con becas en Ámsterdam y Escocia, viajado por toda la India, incluso estuvo trabajando en un estudio muy prestigioso del país... Sin embargo, no tenía claro que quisiera continuar en el mercado laboral. «Yo tenía una amiga que tenía un barquito en la ría de Vigo, salimos un par de tardes a navegar y dije: ‘Esto es absolutamente maravilloso’. La amiga desapareció y se quedaron las ganas de navegar. Y a partir de ahí encontré todas las respuestas», señala Javier Góngora. Se sacó titulaciones y la ría de Betanzos se convirtió en un refugio. Confiesa que no lo ve como un hobby, ni un entretenimiento, ni una toma de conciencia, ni mindfulness... Para él «ninguna palabra describe lo que es la vela y la navegación».
Se sumergió en la navegación, y un día estando en un barco de vuelta al mundo conoció a una persona, jefe de recursos humanos de una multinacional, que le propuso una entrevista de trabajo. Unos días después se presentó en la compañía sin saber muy bien a qué se dedicaban, y solo una semana más tarde ya estaba trabajando en la oficina de Tokio, entre otras cosas por su buen nivel de inglés y su pasión por viajar. Comenzó así una aventura profesional emocionante a la vez que frenética. Una vida de aeropuertos, de estar cada semana en una parte del mundo, de escapadas fugaces a casa, aunque relativamente frecuentes... «Fueron 15 años superdivertidos, viajando solo, muy interesante, haciendo que las aperturas de la compañía en otros países fuesen divertidas; era un equipo joven, teníamos todo el dinamismo, todos los recursos y posibilidades a nuestro alcance... », cuenta Javier sobre esta experiencia laboral que se prolongó durante 15 años.
UN NUEVO MODO DE VIDA
Recuerda que venía casi todos los fines de semana a casa, y que el tiempo que no estaba en el avión estaba en el barco. Incluso había veces que del aeropuerto iba directo al puerto, sin pasar por casa. Por aquel entonces ya tenía su propia embarcación. A los cuatro años de estar en esta empresa decidió invertir en un barco de vela de 12 metros de eslora bautizado como Ítaca. «Yo tenía una casa pequeña, un coche pequeño, pero un barco grande. Todos los fines de semana salía yo solo a navegar. Navegar en solitario tiene unas sensaciones más potentes, es diferente. Tienes que ir aceptando lo que te va ocurriendo: el poco mar, el mucho mar, el mucho viento, el poco viento, el frío, el no frío... Es un nivel de aceptación tan brutal, que simplemente te toca enfrentar las situaciones que te van brindando. Es una especie de aprendizaje para la vida, de terapia en relaciones personales, de comunicación no violenta con la naturaleza... A mí siempre me ha apasionado navegar solo».
Pero esa vida frenética de hacer y deshacer maletas, «económicamente brillante, de viajes divertidos, de estar una semana en Nueva York y a la siguiente en Tokio o Dubái»... un día llegó a su fin. ¿El motivo? Conoció a su futura mujer, que tenía un niño de 4 años, y decidió apostar por un nuevo modo de vida, en familia. «Cuando conoces a una mujer que no se parece a ninguna otra que hayas conocido, que es una madre que no se parece a ninguna que hayas conocido, que es una pareja, que no se parece a ninguna otra pareja que hayas tenido, que es una trabajadora, pero no se parece a ninguna otra que hayas conocido... No es que sea una persona diferente, es como si estás acostumbrada a los animales domésticos, a la granja, y te encuentras con un tigre, dices: ‘¿Esto qué es?’. Ya no entra tu razón, es una absoluta locura». Él reconoce que, sobre todo en aquellos momentos, entre finales del 2011 y 2012, fue una «locura dejar el trabajo», y además, en los tiempos que corren —dice— las parejas son una cosa mucho más inestable, no hay fuerzas exteriores que te obliguen a permanecer junto a alguien, como sí ocurría en las generaciones de nuestros padres.
«Elijo dejar el tren, la comida en business, los viajes, la atención, de ser el número uno, y apuesto por querer estar con esta persona y construir algo diferente», dice Javier que, con la perspectiva que da el tiempo, asegura que nunca ha echado nada de menos de su vida anterior. La clave, insiste, es haber disfrutado mucho de ella cuando estaba dentro y tener muy presente que estaba de paso. Aun así, la transición no fue sencilla, su biología quería seguir subiéndose al avión, la seguridad del dinero a fin de mes... y su emoción, el nuevo presente que tenía delante. El ejercicio físico y una mejora en su alimentación aplacaron esa lucha interna que le produjo incluso contracciones, sudores nocturnos y pesadillas.
Un par de años después de «parar», como dice él, pone en marcha el proyecto de Navego Contigo. Una idea que nace después de la lectura de varios libros, que marcan mucho su saber cultural e imaginativo, y que lo animan a promover una navegación consciente. «Se me ocurre como un ideal, faltará todavía mucho tiempo para que la gente navegue para tomar conciencia de sí misma, no es el día a día, la gente no se alquila un barco para conocerse a sí misma, pero ese es el germen de mi intención. Lo que busca el que navega, lo que busca Ulises cuando vuelve, los fenicios o tanta gente que navega con el fin de salir, de comerciar, pero también de encontrarse con el más allá, con el otro, de intercambiar palabras a bordo, recuerdos... De ahí la idea de encontrarse navegando. Tú tendrás tus preguntas, yo mis respuestas, y al revés... La idea es que intercambiemos nuestras vidas a bordo durante unas horas, porque realmente estamos soltando amarras de la realidad».
POR LA RÍA DE BETANZOS
«Al inicio, cuando comencé con este proyecto en el 2014 —asegura— verás en el Instagram muchas ganas de acercar a la gente desde el mundo de la sensibilidad, de la imaginación, de lo intelectual... La realidad es mucho más parca en palabras, no digo que no sea interesante también, pero va hacia grupos de amigos, celebraciones, familias que salen con niños a navegar. Todavía es un poquito de entretenimiento. Lo otro ya irá viniendo, por supuesto». A pesar de que, por ahora, el entretenimiento se impone en las salidas que Javier realiza, sobre todo en la ría de Betanzos, y ocasionalmente en la de Ferrol, reconoce que las conversaciones fluyen en la cubierta del Ítaca. «Suelen ser grupos de gente que vienen a un medio al que no están acostumbrados, y de alguna manera, inconsciente, un porcentaje altísimo, aunque solo sea por unas horas, intercambia su vida por la mía, no necesariamente por la mía personal, pero sí su vida estresante, de tantas horas en tierra, de obligaciones familiares, personales... con una persona que disfruta navegando, que puede navegar solo, que conoce el medio, que puede dormir en un barco fondeado con tranquilidad bajo las estrellas», dice este andaluz por casualidad que lleva desde los 4 años en Galicia, y al que no le gusta la competición porque saca lo peor del ser humano.
Más allá de las salidas con gente, que asegura que es algo muy estacional, Javier también ofrece la actividad de «Solo Sailing» durante todo el año, dirigido a personas que ya saben navegar, pero que quieren ganar seguridad para hacerlo solas. Como el. «Yo salgo siempre, llueva o haga sol, me encanta salir de noche, por ejemplo, en invierno, que anochece prontito, y ver las estrellas». Otra de las interesantísimas propuestas que oferta —está en varias plataformas, entre ellas Click & Boat—, ya que se ha formado con la Fundación Starlight como monitor. Una experiencia única.