Robert García, gallego de 20 años becado en Estados Unidos: «Estoy estudiando un grado en Misisipi gracias al fútbol»
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En cuanto vio sus habilidades con el balón, el entrenador de una universidad americana le ofreció una bolsa para continuar su formación en el extranjero
04 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Nació y creció en Cambre (al ladito de A Coruña), su idea era irse a Dinamarca, pero su pasión, su talento y una serie de casualidades hicieron que terminase jugando al fútbol en Estados Unidos.
Robert García (Cambre, 2004) tiene 20 años y ya ha conseguido que el deporte lo lleve a cruzar el charco. Aunque él mismo reconoce que lo de marcharse a Estados Unidos fue «algo espontáneo» que, en principio, no entraba en sus planes: «Mi idea inicial era ir a Dinamarca a estudiar un grado y jugar al fútbol allí. Ese era mi plan A», recuerda.
Pero aunque fue el deporte el que lo llevó a vivir una de las experiencias más importantes de su vida, considera que, pese a que empezó de niño, sus inicios en este mundo «fueron medianamente tardíos». «Probé varias disciplinas, pero no fue hasta los 8 años cuando mi madre me apuntó al Sporting Cambre», reconoce. Después de tres años en ese equipo, fichó por el club Ural de A Coruña. Pero, más allá de este periplo, Robert tiene claro cuál fue la piedra angular que lo llevó a decantase, definitivamente, por este deporte: «En mis inicios en el fútbol mi abuelo tuvo un papel fundamental. Jugaba en la pista todas las tardes conmigo y eso, además de motivarme, me ayudó a mejorar», cuenta.
Eso sí, por aquel entonces él ni sospechaba hasta dónde podía llevarlo el fútbol. Y mucho menos sin apenas desembolsar dinero. ¿Cómo lo consiguió entonces? El primer paso consistió en entrar en contacto con la agencia Export Players, una plataforma de ayuda a los deportistas que deseen emprender su carrera en el extranjero. Ahí fue donde conoció el potencial de ese deporte y empezó a interesarse por hacer carrera fuera de España: «Este tema era prácticamente desconocido para mí hasta el año pasado», confiesa.
El paso definitivo llegó en febrero del año pasado, cuando se celebró en A Coruña el draft de universidades norteamericanas. Allí se dieron cita los entrenadores de siete prestigiosos centros educativos y Robert fue uno de los seis jóvenes elegidos para recibir las becas de entre 60.000 y 150.000 euros que se otorgaron.
En concreto, él se marchó al Southwest Mississippi Community College, donde, además de jugar al fútbol, estudia un grado en International Business: «Al terminar de jugar esos dos días en el draft de A Coruña, se acercó a mí el entrenador asistente de esa universidad. Tuvimos una reunión y me gustaron tanto su forma de ser como lo que ofrecía, así que me decidí por esa universidad. A partir de ahí me dejé llevar, y marcharme a Estados Unidos se convirtió en mi plan A», explica Robert.
Aprendizaje personal
Como él bien dice, se decidió y, con 18 años, cogió ese avión que le cambió la vida. Aún con opiniones enfrentadas en su entorno. De un lado estaban las dudas de sus padres: «La larga distancia a la que estaríamos y las grandes diferencias culturales hacían que no estuviesen del todo seguros», confiesa Robert. Pese a todo, reconoce que terminaron dándole «el visto bueno», con tal de que aprovechar esa oportunidad lo «hiciese feliz y, con ello, pudiese conseguir un futuro mejor».
Pero el empujón definitivo vino por parte de sus amigos, que le recordaron eso de que «estos trenes no pasan dos veces en la vida», y sobre todo, de su hermana, de quien no recibió otra cosa que «un sí rotundo desde el primer momento». «Fue la ayuda que me hacía falta para dar el paso y tomar la decisión de marcharme», alega Robert.
Cuenta que fue precisamente su hermana la que le anticipó que esta sería «una experiencia inolvidable» y, ahora, es él el que ratifica que «por el momento, lo está siendo».
Sin duda, dice que lo mejor de esta aventura se basa en el aprendizaje. En todos los sentidos: desde el idioma hasta la cultura, pasando, —y esto, enfatiza Robert, es lo más importante— por su propio «desarrollo como persona».
¿Y en la otra cara de la moneda? Porque está claro que, por buena que sea la experiencia, no todo es un camino de rosas cuando se sale de la zona de confort, y el desarrollo personal tiene un precio. Robert bromea con que lo peor es la comida —«¡Se podría decir que como la gastronomía española no hay nada, pero tampoco está tan mal!», dice riendo—, antes de reconocer cuál es el peaje que está pagando por todo lo bueno que está viviendo: «Sin duda alguna lo peor es la distancia que me separa de mi familia y amigos, que también son lo que más echo de menos», lamenta.
Y es que confiesa que, al contrario de lo que cantaba Julio Iglesias, para él la vida no sigue del todo igual: «En general es todo muy diferente: el clima, los horarios, las tradiciones…». «Es un mundo muy distinto —continúa—, pero una vez adaptado, estás como en casa». Y es que cuando empieza a hablar de los aspectos positivos, ya no puede parar: «Además, en mi zona la gente es realmente acogedora y eso ayudó mucho. Por no hablar de las miles de nuevas aventuras que viví, ¡no sabría ni por cuál empezar!», relata.
Por eso, poniendo todo en una balanza, tiene claro qué pesa más: «Esta es una experiencia de diez para mí, que recomendaría a todo el mundo. No solo aprendes un idioma, sino que descubres y conoces la cultura de un país completamente distinto».
Ahora está viviendo su particular sueño americano, pero, ¿después qué? Robert explica que Southwest Mississippi Community College es lo que allí se conoce como un junior college, por lo que le queda un año en Misisipi y después tendrá que cambiar de centro para terminar su grado, aunque ni él mismo sabe a dónde se marchará: «Dependiendo de las notas y de cómo juegue, me llamarán de unas universidades o de otras», explica.
A la hora de planear a largo plazo, ha aprendido que la vida da muchas vueltas. No sabe si volverá a casa o se quedará en América, al menos por un tiempo, y tampoco tiene claro qué estará haciendo dentro de diez años. Eso sí, opciones no le faltan: «Mi idea es trabajar de algo relacionado con lo que estoy estudiando, aunque actualmente tengo el fútbol en primer plano», relata.
«Me gustaría dedicarme al deporte, pero sé que es muy complejo. Aunque también creo que con trabajo y sacrificio, se puede», concluye.