Dormir encima de una bodega eleva la experiencia del enoturismo a otro nivel; Casal de Armán, Señorío de Rubiós, Nova Vila, Lagar de Costa y Lagar de Besada han encontrado en el sector hostelero el complemento perfecto a su actividad vinícola
25 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Hay un poco de magia en despertarse en un paisaje rodeado de viñedos en el que solo se escucha a lo lejos el canto de un gallo o el trinar de una bandada de pájaros. O en disfrutar de una copa de vino rodeado de la calma y tranquilidad que solo puede proporcionar el campo gallego. Y todas estas experiencias forman parte del enoturismo. De ello son muy conscientes en un puñado de bodegas gallegas que, un día cualquiera, decidieron dar un paso más y poner en marcha sus propios hoteles. Unas rehabilitaron grandes pazos y otras antiguas casas rurales, pero todas lo hicieron con un objetivo común: transmitir a quienes les visitan la pasión que ellos sienten por los vinos gallegos. Y convertir el enoturismo en algo más que una simple visita a una sala llena de barricas.
Casal de Armán es enoturismo en estado puro. Porque todo en esta bodega invita a sumergirse en la denominación de origen de O Ribeiro y en sus vinos: sus espectaculares vistas sobre el valle del Avia, con un paisaje de viñedos sin fin perfectamente alienados; su tranquila y recogida terraza, el lugar perfecto para saborear una de sus elaboraciones; y su restaurante Sábrego, que lleva el nombre de un tipo de terreno típico de O Ribeiro y en el que el chef Marco Varela diseña menús en los que el vino es el protagonista. Este proyecto enoturístico nació hace ya más de una década, cuando la antigua bodega se cambió de sitio y dejó libre una antigua casona que fue rehabilitada. Nació entonces un coqueto hotel de seis habitaciones y una casa de comidas.
El proyecto vivió una completa revolución en el año 2016, cuando llegó el chef Marco Varela para ocuparse de la cocina. «Sábrego se convirtió en un restaurante gastronómico y se planteó un concepto más de boutique. Cuidamos mucho la oferta y la hicimos más homogénea en línea con la calidad que también tienen los vinos de la bodega», cuenta Nolo Giráldez, gerente del complejo. Hoy, todo gira en torno a sus vinos, desde la carta del restaurante al nombre de las habitaciones del hotel. Estas han sido bautizadas con los nombres de las variedades de uvas gallegas, siendo la treixadura, la variedad estrella de O Ribeiro, la elegida para la única suite del hotel; y se han convertido en el complemento perfecto para disfrutar de una experiencia de enoturismo completamente inmersiva. «Uno de los paquetes que mejor funciona es el que incluye la visita a la bodega, pasar la noche y un menú gastronómico», asegura Giráldez.
La apuesta de Casal de Armán se ha ido consolidando poco a poco, aunque fue tras la pandemia cuando notaron un notable incremento en la demanda. Entre su público hay de todo, desde gente que solo busca la tranquilidad del rural hasta amantes del vino que vienen tras una experiencia más enogastronómica. Lo que está claro es que todo el que pasa por aquí acaba conociendo más de cerca el corazón de esta denominación de origen gallega.
En Señorío de Rubiós, una bodega ubicada en la subzona de O Condado, en Rías Baixas, son muy conscientes de los atractivos turísticos que tiene esa región, sobre todo los que están relacionados con el mundo del vino. Por eso hace ahora cuatro años decidieron poner en marcha su propio hotel, ubicado a 500 metros de la bodega, para «potenciar o enoturismo no Condado e incrementar as visitas a esta zona», cuenta Natalia Rodríguez, responsable de márketing. Nació así Nande, Hotel da Natureza, un espectacular complejo de 12 habitaciones construido en una casa rehabilitada que se ha integrado a la perfección en el entorno. También aquí las habitaciones tienen nombre de uva, pero con especial atención a las variedades tintas, pues recuperar los vinos que se hacían con esas uvas en la zona es una de las premisas de Señorío de Rubiós. Entre sus clientes también hay de todo. Gente que solo busca un lugar tranquilo, pero bien situado porque está a poco más de media hora del centro de Vigo, y amantes del vino, que encuentran aquí la excusa perfecta para quedarse unos días y disfrutar del entorno. «Moitos veñen porque lles gusta visitar adegas e usan o hotel como punto de referencia», añade. También aquí la oferta se completa con un restaurante «no que potenciamos os produtos de tempada».
En los últimos tiempos, han notado que su proyecto cuenta cada vez con más demanda, «é tamén con visitantes que se interesan por coñecer a adega». La estancia puede completarse con una visita a la bodega y los viñedos, que incluye una cata de varios vinos, e incluso con un menú en el restaurante.
Pero si hay un precursor en crear un hotel donde se respire vino ese es, sin duda, Novavila. «Cumplimos ahora quince años y fuimos pioneros en este tema», explica José Luis Vilanova, responsable de este establecimiento, enclavado en Meis, uno de los municipios que forma parte de la denominación de origen Rías Baixas. Aquí no hay bodega propia, pero sí viñedos y una tradición de viticultura que les llevó también a elaborar sus propios vinos, pues hoy tienen desde un albariño a un rosado y un espumoso. La casa en la que se ubica este establecimiento data de 1776 y, como da la casualidad de que sus propietarios poseen también la tienda de decoración Vilanova Peña, el local es una especie de showroom con piezas únicas. «Es un espacio especial en el que la temática enológica está muy presente a nivel decorativo. Queremos dar una idea de autenticidad, que para nosotros es el nuevo lujo», añade. El alojamiento está muy vinculado a parejas y solo acoge adultos, aunque «cada vez hay más singles que hacen el camino y que vienen buscando un espacio como Novavila», añade. Es ya una alojamiento consolidado, que fue elegido por Conde Nast Traveler como uno de los mejores pequeños hoteles con encanto. «Intentamos ser auténticos y eso es un atractivo, además de la sofisticación y el confort que ofrecemos», explica. En principio, solo disponen de alojamiento y desayuno, basado en productos de la zona, para que el viajero «pueda probar ese queso hecho aquí o esa pera recién cogida del árbol», cuenta. Aunque de vez en cuando hacen alguna cena solo con sus vinos.
En Novavila todo recuerda al mundo del vino, desde el color de las habitaciones a la decoración, pasando por los productos de acogida, pues geles y champús son de vinoterapia. Además, también han desarrollado una vela de albariño y ambientadores basados en los aromas de esta uva. «Tenemos muchos clientes que vienen a hacer tours del vino y que se alojan aquí. Somos unos grandes prescriptores porque los enviamos a visitar bodegas y restaurantes de la zona», explica. Novavila está de moda entre el turismo extranjero «porque hay muchos europeos que se mueven por temas enológicos y gastronómicos».
Más modesta es la oferta de Lagar de Costa, una pequeña bodega familiar enclavada en Cambados, la villa por excelencia del albariño. Cuentan sus propietarios, Sonia y Manuel Costa, que allá por el 2011 decidieron rehabilitar la casa que había cerca de la bodega para crear un pequeño alojamiento rural. «Fixémola pensando nos importadores que visitaban a adega, para que ademais de darlles unha comida se puideran quedar a durmir», explica Sonia. Abrieron durante un mes de agosto y, desde el principio, se vieron desbordados. «Enchemos ese primeiro verán porque outros hoteis empezaron a mandarnos xente», añade. Pero es que Cambados es una de esas zonas turísticas que en el verano registra un lleno completo por su proximidad con las playas de Sanxenxo y O Grove.
Los hermanos Costa aseguran que mucha de la gente que viene los encuentra en internet y llega hasta ellos buscando un alojamiento rural para hacer turismo en la zona. «Despois lles explicamos que somos adegueiros e sempre ofrecemos visitas á adega». Al principio este servicio era gratis, pero desde hace unos años lo cobran. En vendimia procuran cerrar sus puertas, porque la tranquilidad del hotel se ve empañada por las tareas de recogida de la uva y entrada en bodega, que está a escasos metros. Pero siempre hay quien se muestra encantado de acudir de visita en esa época.
Lo mismo sucede en Lagar de Besada, otra pequeña bodega de Meaño que en el 2008 puso en marcha una pequeña pensión. «Hay gente que solo viene por nuestra ubicación, pero hay otra que quiere conocer la bodega y asistir a catas», explica María Sineiro, responsable de la bodega y el hotel. Tiene solo cinco habitaciones y la mayoría de sus clientes son parejas, que también los visitan en verano, por su proximidad a las playas. «Todo es muy familiar y acogedor», añade. También aquí hay la posibilidad de visitar la bodega, recorrer el viñedo o probar sus vinos, que son los que dan el nombre a las habitaciones. «Tenemos un trocito de viñedo para enseñar y el hotel se encuentra en la parte superior de la bodega. Así que sí, aquí se respira vino», afirma. Porque disfrutar del enoturismo alcanza otra dimensión cuando uno puede quedarse a dormir en el corazón mismo de la bodega.