Lara Ferreiro: «No solo es Escassi, en España hay una pandemia de infieles»

YES

Que levante la mano quien no ha engañado a su pareja alguna vez. Porque muchos de los que sacan pecho orgullosos de su lealtad, mienten. «El DRD4, el famoso gen infiel, lo pueden tener hombres y mujeres, pero el portador solo es el padre», explica esta psicóloga, que analiza los tipos y perfiles

22 jul 2024 . Actualizado a las 10:53 h.

Sé infiel y no mires con quién. El título de la película de Fernando Trueba nos viene al pelo para hablar de la infidelidad y de uno de los grandes culebrones del verano, la deslealtad de Escassi a María José Suárez, que bien podría convertirse en el guion de un filme propio de los ochenta. Para analizar este tipo de perfil infiel, de por qué actúa así y de si tienen o no remedio, hablamos con Lara Ferreiro, psicóloga de la aplicación de citas de personas con pareja Ashley Madison y autora del éxito Adicta a un gilipollas.

—¿Hay muchos infieles en España?

—A día de hoy estamos en máximos históricos de infidelidad. Uno de cada tres españoles son infieles. Esto es muy curioso, porque son ocho millones y medio de hombres y siete millones y medio de mujeres. Con lo cual, no solo es Escassi, estamos ante una pandemia de infieles. Son muchísimos. La gente busca amantes por aplicaciones, por ejemplo, a través de Ashley Madison, que está dirigida a personas que tienen pareja. De la Unión Europea, los que más descargan esta aplicación son los españoles.

—¿Y quiénes son más infieles: los hombres o las mujeres?

—Están muy a la par. Antiguamente eran más los hombres. Ahora siguen ganando ellos, pero por poco. Lo que ocurre es que las motivaciones para cometer una infidelidad son muy diferentes.

—¿En qué se diferencian?

—En los hombres es una motivación sexual. «Quiero tener una aventura sexual, sentir la adrenalina, el riesgo, ese morbo con la persona que tenga sexo»... y se atreven a hacer cosas que con su pareja no. Ahí meteríamos a Escassi. Y luego, en las mujeres es una infidelidad más de tipo emocional. «Mi marido no me escucha, no me contesta a lo que le digo, no hay comunicación y no me siento querida, entonces soy infiel». Luego, creo que estamos ante una revolución en el mundo de las parejas.

—¿En qué sentido?

—Estamos en el inicio de un modelo de no monogamia. A raíz de la pandemia he visto un cambio brutal. Viene muchísima gente a terapia que quiere abrir la pareja y tener una relación abierta. Antes jamás veías este tipo de cosas.

—¿A qué crees que se debe?

—Yo creo que para mucha gente la monogamia no es natural. Volvemos a los orígenes del pasado. Son ciclos. Igual que en la Grecia antigua había como mucho libertinaje, esto es igual. Solo el 2% de los mamíferos son monógamos. Nosotros, los pingüinos y poco más. Y por otro lado, la fase del enamoramiento, donde hay muchísimas hormonas sexuales en juego, dura de uno a dos años. Luego baja. El amor se transforma en algo más tranquilo y, en principio, de mayor entendimiento. Y ahí es donde mucha gente me dice en terapia que para qué van a cambiar de pareja, si luego las hormonas del enamoramiento se les van a ir también. Por eso prefieren abrir la relación. Lo que sí es un dato muy curioso es que cuando estás en esa fase de enamoramiento total es imposible tener una relación abierta. Eso solo puede ser cuando baja la efervescencia de las hormonas. Pero si estás 100% enamorado, la vasopresina, que es la hormona de la fidelidad, está muy alta y sería prácticamente imposible.

—¿Hay distintos tipos de infieles?

—Sí, está el infiel crónico, que se lo va a hacer una y otra vez a sus parejas. Aquí Escassi podría encajar. Y el infiel puntual, que a lo mejor, solo es una vez porque tiene problemas en la pareja, pero no es que lo haga siempre.

—¿Qué es lo que lleva a alguien a ser siempre infiel?

—Hay varias explicaciones posibles. La primera sería que es un tema hormonal. Puede tener la vasopresina, la hormona de la fidelidad muy baja, la testosterona, la hormona sexual, muy alta, y luego la hormona de la adrenalina, del riesgo, también muy alta. Como que le encantan todo ese tipo de aventuras sexuales. También hay una explicación genética, el famoso gen infiel, el DRD4, que lo pueden tener tanto hombres como mujeres, pero el portador siempre es el padre. Y hay también una explicación cerebral, en la zona prefrontal, la zona lógica, la de la empatía... tiene alteraciones y no sienten que estén haciendo algo mal, no sienten culpa.

—¿Entonces Escassi entraría dentro del prototipo de infiel crónico?

—Podría ser. Esto siempre hay que hablarlo en términos supuestos y en condicional, porque no le hemos hecho las pruebas.

—Lo más sorprendente es que casi nunca lo reconocen.

—Al final, el conquistador profesional no tiene empatía ni culpa y puede mentir una y otra vez. Incluso puede creerse sus propias mentiras. Y eso se ve si analizas el cerebro, lo que hablaba antes de las alteraciones. Tampoco interioriza el aprendizaje. Por eso cuando dice alguien que tenía una relación abierta y no es así, esa persona no ha aprendido que está haciendo daño. En estos casos, con este tipo de perfiles, la única solución que veo es que tengan una relación abierta de verdad y para las dos partes. Si no, van a seguir siendo infieles una y otra vez.

—Son capaces de darle la vuelta a la tortilla...

—Los conquistadores profesionales son muy carismáticos y tienen don de gentes. Son embaucadores. Y luego está la mentira. Una persona que es mentirosa compulsiva suele decir hasta 200 mentiras al día. Puede ser una manera de vivir en la sociedad. Porque la mentira es un instrumento social que te ayuda a conseguir tus objetivos. Entonces, para muchos, el fin justifica los medios. El conquistador profesional también podría presentar la tríada oscura de la personalidad. Narcisismo, maquiavelismo y carente de empatía. Narcisismo porque se creen que son muy inteligentes y que no les van a pillar en las mentiras. Incluso muchas veces desarrollan técnicas para culpar a la inversa: «Tú me has hecho hacer esto».

—¿En serio?

—Sí, a una paciente que tenía una pareja con un perfil de este tipo, él le llegó a decir que como no le daba tanto sexo, pues al final tenía que ponerle los cuernos: «Mira lo que me has hecho hacer». Y mi paciente pidiéndole perdón. Imagínate hasta qué punto... Le saben dar la vuelta a la tortilla y para ellos es muy importante la conquista, porque se alimentan desde el ego. Algunos incluso pueden tener baja la autoestima. Hay un tipo de narcisismo, que es secundario, y es el de compensación: «Yo tengo que conquistar a esa mujer, porque si no lo hago, he perdido mis capacidades, me hago viejo y ya no sé ligar». Necesitan saber que pueden estar con la mujer que quieran. Y te conquistan en cuatro fases.

—¿Cuáles?

—Es un proceso. La primera fase es la campaña electoral o el bombardeo amoroso. Son encantadores, carismáticos, divertidos, cariñosos... De hecho, muchas veces te venden el gran cambio: «Yo ya tengo 50 años, ya he hecho todo lo que tenía que hacer con las mujeres y estoy en otra época de mi vida». Y tú te lo crees. Ahí entra en juego la oxitocina, la hormona del amor, que lo que hace es que te nubla toda la zona lógica, y ya estás en modo emocional. Ahí ya te puede manipular. Luego, ya está la fase tres, que es donde ya hay infidelidades y engaños, y la última fase, que es la ruptura. A veces, incluso vuelven porque saben manipularte.

—¿Crees que María José Suárez podría volver con Escassi?

—No, no, no. Ahí es imposible, porque hay una exposición pública. Sería muy difícil. Si no hubiera sido tan fuerte la historia, sí. Además, ella lo dijo en la entrevista, que estaba esperando a que él metiera la pata. Pero lo que no esperaba era todo esto. Cómo lo ha hecho, lo de la relación abierta, lo de la extorsión... No se lo imaginaba.

—¿Detrás de este tipo de perfiles puede haber una adicción al sexo?

—Yo diría que los hombres como Escassi tienen una adicción a las emociones fuertes. No cambian y necesitan ir a más. Es como que nunca es suficiente. Son buscadores de emociones y eso es superadictivo. Tienen que ir subiendo en esa escala, y pueden tener el síndrome de tolerancia. No les va a hacer el mismo efecto el sexo convencional, y ahí es cuando van subiendo, poquito a poquito.

—¿También son celosos?

—Sí, hay un tipo de infiel que es celópata. Tiene muchos celos cuando él hace lo mismo. De alguna forma, tiene ese doble rasero y machismo interiorizado: «Yo sí, pero tú no». Y luego podrían desarrollar también el síndrome de Tarzán, que es el de ir de liana en liana. Es decir, tú dejas una relación y ya tienes otra. No hacen procesos de duelos. A la siguiente. Hay miedo a la soledad, a sentirse solos.

—¿Hay mujeres que buscan este tipo de perfil, aunque sea sin darse cuenta?

—Les gusta este tipo de hombres por el rol de salvadoras. Creen que los van a cambiar. También, ellos son tan conquistadores porque muchos son superatractivos. Se llama el efecto halo, que es cuando ves a un hombre que es guapísimo y consideras que su belleza es proporcional a su bondad. Esto, por ejemplo, se vio con Daniel Sancho, que mucha gente dijo: «Es imposible que haya matado, porque está buenísimo». Como que la belleza distorsiona tu percepción.