Es la única intérprete de la historia que ha conseguido alzarse en un mismo año (1998) con el Óscar, el Emmy y el Globo de Oro. Ganó una fortuna en la década de 1990 gracias a su papel en la exitosa serie «Loco por ti»
14 jun 2024 . Actualizado a las 13:02 h.Acostumbraba el director Gordon Hunt a pasearse por los platós y las salas de cine con una acompañante especial. Una niña canija que no levantaba dos palmos del suelo, lo observaba todo con curiosidad inquisitorial y apenas pestañeaba. Era su hija, Helen, en la que había comenzado a germinar una pulsión incontrolable. El deseo de zambullirse, dejando tras de sí explosivas salpicaduras, en aquel mundo de focos, cámara y pantomima. Al galgo, ya se sabe, algunas cosas le vienen de casta. Aquella muchachilla enclenque de apenas 5 años creció para convertirse en un cisne con alas perfectamente funcionales, para emprender un vuelo propio. Un cisne rubio y oscarizado llamado Helen Hunt.
Hollywood parece a veces un escaparate de rostros huecos. Pura purpurina, febril farándula y atosigante artificialidad. Plástico por aquí, poses imposibles frente a los fotógrafos por allá, dieciséis divorcios en tres meses y sustancias que, como mínimo, marean y dibujan ojeras crónicas. Babilonia lo solían llamar. Viene esto a cuento porque, entre la manada ruidosa de estrellitas machaconas y sus exultaciones de atrezo, hay unos pocos que, aunque también millonarios y requetefinos —tampoco hay que engañarse—, al menos parecen vestir los menos chillones hábitos de la normalidad. Que exudan, a ambos lados de la pantalla, una llaneza natural. Huelga decir que, en general, son estos más talentosos que aquellos. Es tiempo, por contrarrestar un poco la purpurina que asfixia el mundo, de reivindicar a esos actores y actrices que las viven y las matan callando. Por eso hay que defender de figuras como la de Helen Hunt.
Un dato obsequioso. Es la única actriz de la historia que se ha alzado con un Óscar, un Emmy y un Globo de Oro en el mismo año. Como de oro, precisamente, se hizo en los 90 gracias a la serie Mad about You, que cientos de miles de gallegos conocerán, televisión autonómica mediante, como Toliño por ti. Llegó a cobrar, se comenta, un millón de dólares por episodio (por poner en situación, hizo siete temporadas de 24 episodios cada una, así que hagan cuentas).
Para los que son más de butaca que de televisor, Helen Hunt es recordada, sobre todo, como el sensato contrapeso del turulato Jack Nicholson en Mejor… Imposible. Su presencia serena pero firme balancea a la perfección un cuento sobre las segundas oportunidades. Sobre perderle el miedo al mundo o, al menos, aprender a vivir con los canguelos que arrastra todo quisque. La completación de esta tarea, que al lado de un señor histriónico como Nicholson no es, desde luego, cosa menor, le valió un Óscar. Pero no todo iba a ser sufrir a señores talludos asustados de sus propias flatulencias. También ha tenido tiempo en su carrera para pasárselo bien. O, al menos, para hacérnoslo pasar bien al resto. Ahí está la dupla romanticona —de rasgos fantasiosos— que hizo con Mel Gibson en la muy pero que muy defendible ¿En qué piensan las mujeres? Una romántica apertura de siglo (es del 2000) que, aunque hay que ver con cierta candidez, exuda folklorismo de una escuela que ya no es lo que era (porque fueron aquellos los años de plata, con permiso de las screwball cuarenteras, de las pelis con beso al final).
Una actriz que mola
Una verdad, no obstante, planea sobre la carrera de Helen Hunt. A pesar de haber completado bastantes ejercicios notables y hasta algunos sobresalientes, se echan en falta en su lista de trabajos más películas redondas. Más obras rotundas y grandes y porcelanosas que hagan justicia a sus dones. Le llegó hace unos años, es cierto, un muy resultón papel con Las sesiones, que arrastraron una segunda nominación al Óscar, esta vez sin suerte. Se peleó con un tornado en Twister. Estuvo a las órdenes de Francis Ford Coppola en Peggy Sue se casó, de Woody Allen en La maldición del escorpión de jade y hasta de Robert Altman en la que es, seguramente, una de sus películas más dignas de retrete, El Dr. T y las mujeres (pero bueno, todo sea por ver a Altman en acción).
Formó parte del corrillo actoral que bordó, en 1992, una película entre divertida, escalofriante y premonitoria. Ciudadano Bob Roberts, protagonizada y dirigida por Tim Robbins, que narraba el ascenso al poder en Estados Unidos de un fascistilla redomado (el soniquete es familiar, ¿no?). Al igual que su exmarido, Hank Azaria, tuvo un papel episódico y estelar en el gran show del momento, Friends. Un honor que comparte con esfinges de la talla de Julia Roberts, Brad Pitt o George Clooney. En aquella época, los que molaban salían en Friends. No había más. Y Helen molaba.
Es cierto que no todas sus obras le dejan a uno con ganas de rechupetaerse los dedos. Que hay mucho de alimenticio en su trayectoria. Pero hasta en el derrape se ha sabido mostrar Hunt grácil, gentil, a un tiempo tierna y segura. La presencia de rostros como el suyo aportan serena calma y solvencia hasta a los guiones que nacen cojos, que en un Hollywood lleno de churreros no son, precisamente, pocos. Merece una oda el polifacético desempeño de Helen Hunt, que lo mismo se pone frente a Nicholson, Newman o Gibson que dignifica con su saber estar al guionista plumilla o director maniquí de turno. Solo unos poquitos sirven para casi todo. Y sin necesidad de vivir con el altavoz siempre a cuestas. De ella sabemos lo justo y necesario. La prueba viviente de que es posible triunfar y mantener el porte señorial sin andar dándose pisto.