Marta Parella, experta en autoestima y relaciones: «Los hijos nunca deben estar en medio de la pareja»
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«Barbie se ha hecho un lavado de cara, pero tiene la autoestima baja», advierte esta terapeuta de parejas, que revela cuáles son las tres fases que atraviesa una relación. «Una pareja no deja de ser una negociación», dice la autora de Eres el amor de tu vida
09 jul 2024 . Actualizado a las 12:39 h.El verano y el amor son un clásico de pareja que tiene chispa, pero que no siempre funciona. ¿Por qué, en verano nos relacionamos de forma diferente? «Tenemos más tiempo para estar en pareja. Si durante el año no pasamos mucho tiempo juntos y no se cuida la relación, el verano puede ser un buen momento para trabajarla, para compartir, o puede ser que pase lo contrario: que nos descubramos como dos desconocidos, porque durante el año no pasamos apenas tiempo juntos, llega el verano y no nos ponemos de acuerdo en nada... En verano pueden surgir más desavenencias», comienza la máster en Inteligencia Emocional Marta Parella, autora de Eres el amor de tu vida.
«Para que una relación funcione, nunca des por sentado lo que piensa el otro», es uno de los consejos de esta experta. «El ahora aparezco, te contesto y luego desaparezco, paso de ti unos días y luego parece que sin ti no puedo vivir... Solo es una estrategia para mantenerte ahí, a su antojo cuando le convenga», advierte quien orientó a las parejas del reality Por siempre o jamás (Mtmad) a enfrentarse a patrones de relación y a sus cuentas pendientes. ¿Por qué funcionan o se rompen las parejas?, ¿las segundas oportunidades pueden ser buenas?, ¿hay años claves en una relación? Parella responde.
—¿El verano es para las relaciones una prueba de fuego?
—Podemos verlo así. El verano puede ser un momento de inflexión importante.
—¿Es la estación de los divorcios y los cambios de pareja?
—Hay más divorcios, según indican los estudios, y tiene que ver con ese parón frente a lo que durante el resto del año no tenemos tiempo de ver. Llega el momento de pararse a pensar y decir: «¿Qué hago el próximo año, cómo quiero estar?». Porque mucha gente empieza el año en septiembre, con el curso escolar. En verano hay más divorcios, pero no el factor clima. Agosto suele ser un mes en el que la gente hace balance.
—¿El verano nos hace más propensos a la infidelidad?
—Quizá se da más la ocasión, pero es solo porque solemos tener más tiempo...
—¿Qué ingredientes son clave para que una pareja funcione y qué otros arruinan una relación?
—En la mayoría de los casos, lo que falla cuando una pareja fracasa es la comunicación. Falta muchísima comunicación. Casi no sabemos comunicarnos. El otro día me lo comentaba una amiga, y no se refería a algo grave. Me decía: «No sé explicarlo, no sé cómo decirle lo que me pasa». Le costaba encontrar palabras. No estamos acostumbrados a escuchar ni a comunicar cómo nos sentimos. Con la pareja hay que tener conversaciones incómodas. Y cuando tenemos que tener una conversación incómoda, nos ponemos a la defensiva. La mayoría de las veces el problema está en no decir las cosas o en cómo las decimos y en cómo cada uno entiende e interpreta su historia personal. Cada persona lleva su mochila emocional, con sus cargas, sus heridas...Puede llegar un momento en que uno haya avanzado mucho y el otro no, y ahí surge una discrepancia.
—¿Se produce una especie de «jet lag» en la pareja?
—Podríamos decirlo así. Muchas veces ocurre eso: uno avanza y otro se estanca diez años. Cuando hay hijos, se pone muchas veces a esos hijos en medio de la pareja. Y los hijos no deben estar nunca en el medio. Si son el centro, cuando pasan los años y los hijos se van, en esa pareja hay un abismo. Los hijos tienen que estar al lado, no en medio de una pareja.
—Difícil en estos tiempos de hiperpaternidad y maternidad intensiva...
—Creo que lo importante está en darnos cuenta de dónde coloco a mis hijos: ¿los estoy poniendo en medio? Sé que es muy difícil, que es difícil priorizar a la pareja en algunos momentos, pero puedes darte cuenta de eso y reajustar el sitio que ocupa cada uno.
—Los hijos desgastan la relación de pareja de forma casi inevitable...
—Evidentemente. Yo aconsejo buscar momentos de estar solo la pareja, buscar un día a la semana, o al mes, para ir a cenar solos, por ejemplo. Y que en esa cena la conversación no gire en torno a los niños. Puedes organizar incluso algún juego de pareja con preguntas picantonas, de tipo sexual.
—¿Entonces, cuál es el ingrediente estrella de la pareja que funciona?
—Mucha comunicación y evitar que nada se ponga en medio de la pareja. Antes he mencionado a los hijos, pero podría ser el trabajo, tu madre, la familia política u otros asuntos a las que a veces dedicamos más tiempo que a la pareja. Recomendaría hacer trabajo personal, donde uno o una se da cuenta de eso que le está separando de su pareja. Hay que saber diferenciar bien si eres tú o es tu pareja.
—¿Cómo influye en que la relación funcione el estado de la autoestima? ¿Cuáles son las líneas rojas de una relación, dónde ponemos los límites?
—Entre las líneas rojas están ver que con esa persona no sueles estar bien, que no avanzas pero te quedas por miedo a estar sola, a no encontrar a nadie más o porque piensas que nadie te puede querer como esa persona, porque no te sientes suficiente o valiosa. Esas son señales de que te estás quedando en un sitio por ciertos miedos. Como el tolerar conductas que, si se tratara de una amiga tuya, le dirías: «¿Qué haces todavía con esa persona?». Siempre hago la misma pregunta: «¿Qué le dirías a tu mejor amiga que hiciera ante una situación como esta?». «Que lo mande a freír espárragos». Pues ahí tienes la respuesta... ¿Qué pasa? Que hay una parte visceral que nubla la racional. Y hay que buscar el mix entre las dos.
—¿Hay que ponerle cabeza al amor?
—¡Y tanto! Si me doy cuenta de que he pasado por alto algunas líneas rojas (me he separado de mis amistades, me estoy planteando dejar mi trabajo porque mi pareja me absorbe, he dejado de ver a mi familia, mis amigos me dicen que no me conviene, suele pasarme los días apática cuando era alegre...), cuidado. A veces vas tolerando sin darte cuenta ciertas conductas y cuando despiertas ya no eres la protagonista de tu vida. Y entonces tu autoestima está por los suelos.
—¿Es posible la igualdad en las relaciones de pareja o uno manda y otro cede?
—Hay que llegar a acuerdos, buscar un equilibrio. Habrá que ceder algunas veces. Lo que no puede ser es que me yo me anule por la otra persona, para que esté contenta. Si cedes siempre, dejas de ser tú, eres una alfombra para que te pisen.
—Y siempre hay gente dominante que busca a personas blandas...
—La persona dominante no es, precisamente, que tenga buena autoestima. Esas personas siempre necesitan tener poder sobre otro para sentirse bien.
—¿Funciona bien el «living apart» o el veranear cada uno por su lado?
—Si a los dos les parece bien, bien. Pero si uno cede para tener al otro contento, no. Una pareja no deja de ser una negociación.
—¿Qué pasa con Barbie, ha mejorado su autoestima con la película? ¿Es el mito feminista que nos quieren vender?
—Barbie nació con un claro objetivo de muñeca perfecta que refleja un ideal de mujer que no es real. Creo que la película lo que intenta es un lavado de cara de la marca, nada más. Me gusta en la peli cómo refleja la presión por ser perfecta, porque cuando vemos las redes sociales no vemos la realidad. Pero Barbie fue lo que es hoy la influencer o tiktoker de turno. Tiene baja autoestima.
—¿El tiempo está sobrevalorado en una relación de pareja?
—Hemos pasado de aguantar todo a no soportar nada. Hay que frenar. Hay que aprender a cuidar. Estamos en la dinámica de «se me rompe esto, compro otro». Todo lo que se me rompa o no me guste y quiera cambiar por algo nuevo, en segundos lo tengo. Con la pareja, con las relaciones en general, nos pasa un poco eso. Y las relaciones no se usan y tiran como un Kleenex. El tipo de amor que tienes con alguien con el que llevas cinco años no tiene nada que ver con el que te une a alguien con quien llevas 20 o 30. Y este tipo de conocimiento solo lo tienes cuando llevas ese tiempo con una persona.
—Caso Rosalía-Rauw Alejandro: ¿por qué se rompe a los cuatro años?
—Hay que entender las diferentes fases de una relación. Al principio, se impone una química fuerte. Después de seis meses o un año, la química baja. Cuando esto ocurre, hay personas que piensan que están dejando de sentir. Pero están entrando en otra fase en la que se conoce cómo es de verdad la otra persona. Ahí es cuando tienes que decidir si esa persona te gusta o no te gusta para tu vida, si suma o no, si lo que tiene para ti de bueno compensa esas cuatro cosas que no te acaban de gustar. El primer año es el de happy flower, el segundo empieza a conocerse realmente a la persona y el tercero se ve si las ruedecitas del engranaje de la relación encajan o se atascan. Si se atascan, ruptura.
—¿Elegimos siempre el mismo modelo de pareja y tropezamos siempre con la misma piedra en el amor?
—Puede pasar... Si tenemos problema de autoestima, vamos mendigando amor. Si repetimos patrón, hay que analizar qué pasa, porque seguramente hay un tema de autoestima, algo de la infancia.
—¿Podemos reenamorarnos de alguien a quien hemos dejado de querer?
—Claro. Si se trabaja bien, se puede conseguir, pero tienen que querer los dos.