Leandro Tajes, director del hotel Dominican Fiesta Grand Palladium en la República Dominicana: «Mi verdadero Caribe es Galicia. No hay nada igual»

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XOAN A. SOLER

Bajo la imagen de calma perpetua de un soñador de Muros late el corazón aventurero de un joven que se marchó a Punta Cana a trabajar unos meses y ahora dirige uno de los mejores hoteles de la República Dominicana y siente como un caribeño más

06 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Leandro Tajes (Muros, 1981) tiene uno de esos trabajos que suscitan la envidia de medio mundo. Es director del hotel  Dominican Fiesta, del grupo Grand Palladium en la República Dominicana, y bajo su mando están algunos de los resorts más espectaculares de ese paraíso caribeño. Su oficina, en un establecimiento del centro histórico de Santo Domingo, también tiene unas vistas espectaculares, pero él siempre tiene la vista puesta en el otro lado del Atlántico, sobre la fina arena de las playas de su Muros natal. Casado con una dominicana y padre de tres hijos, el Dépor —«no paramos de sufrir, vaya añitos que llevamos», cuenta unas horas después de asistir al estreno de Rubén de la Barrera en el banquillo de Riazor—, el pádel y la familia son sus grandes pasiones. Más allá del trabajo, claro. «La verdad es que no me puedo quejar», bromea sin perder la sonrisa que siempre le acompaña.

 —¿Cómo acaba un chaval de Muros al mando de uno de los mejores hoteles del Caribe?

—Pues diría que casi por casualidad. Estudié en la Escuela de Hostelería de Santiago y mandé un currículo a Palladium para hacer unas prácticas. Me cogieron, vine para unos seis meses a Punta Cana y hasta hoy. Me gustó el sitio y les gustó cómo trabajaba. Me hicieron una oferta y me quedé. Fui pasando por casi todos los puestos hasta llegar al actual.

—¿Qué te movió a instalarte tan lejos de tu casa y de los tuyos?

—Va a sonar a tópico, pero es la verdad. Sobre todo la gente y su alegría de vivir. Es que es imposible estar triste. Y luego, claro, el tiempo. O inverno galego é moi duro.

 —¿Te sientes un poco como el protagonista de un famoso anuncio de hace años cuyo eslogan decía aquello de «Curro se va al Caribe»?

—Bueno, yo diría que el eslogan evolucionó mucho. No se ha perdido el toque exótico, pero República Dominicana dista mucho de ser un país bananero. Al contrario, es una de las cinco economías americanas que más crece. Y Santo Domingo es la segunda capital financiera del Caribe. O sea, que no solo hay sol, playa y bebidas baratas. Hay oportunidades para establecerse, trabajar y progresar.

 —¿Y por qué nos gusta tanto a los españoles el Caribe?

—No solo a los españoles. El número de viajeros no para de crecer y cada vez viene más gente de sitios más distintos. En nuestros hoteles tenemos rusos, británicos, estadounidenses, canadienses... pero también cada vez más chilenos, argentinos, brasileños... España fue durante muchos años el principal punto de origen, pero eso ha ido evolucionando y ahora tenemos un amplio abanico de clientes. Para los españoles, además, tenemos el aliciente de que somos latinos, de que no hay una barrera idiomática. En el caso de los hoteles de mi empresa, están en zonas con una excelente seguridad, lo que añade un plus a la hora de elegir las vacaciones con total confianza.

 —¿Y no te cansas del calor, de la humedad...?

—Tengo la suerte de tener un trabajo muy interesante y estar con mi familia me ayuda mucho. Pero te diría que mi verdadero Caribe es Galicia, es Muros. No hay nada igual en todo el mundo.

 —¿Y cómo sobrellevas la morriña entonces?

—Primero, ni la morriña ni la saudade van demasiado con mi forma de ser. Pero es que además tengo a la familia, mi mujer y mis tres hijos, que está conmigo en Santo Domingo y me dan todo el cariño del mundo. Y después con la amplia comunidad gallega que reside en el país. Hay casi treinta mil paisanos trabajando o residiendo en la isla. Cuando nos encontramos es una gran fiesta. Allí oímos música gallega, comemos productos autóctonos que suelo llevar cada vez que vengo a Galicia... Encontrarse con algún paisano tan lejos de casa es especial. Es como si fuera tu amigo de toda la vida y acabas haciendo amistades inquebrantables. Somos todos como una gran familia, muchos llevamos en la República Dominicana más de 15 años. Y además tengo un secreto.

 —¿Cuál?

—Vengo dos veces al año a Galicia, una con la familia nada más acabar el curso escolar en la República Dominicana y otra solo, casi siempre a ver al Dépor en algún partido y a disfrutar de los amigos. ¿La familia? Las videollamadas son un gran invento que nos permiten a todos estar mucho más cerca y poder vernos habitualmente. No es como estar cerca, pero alivia mucho las penurias de la distancia. Y aunque sea un tópico, echo de menos el sabor del auténtico marisco gallego, que es incomparable.

 —¿Y no piensas en volver a tu tierra a corto o medio plazo?

—Al tener a la familia asentada en Santo Domingo, la verdad es que no está en mis planes. Volver siempre es una posibilidad, pero creo que cuando me jubile pasaré la mitad del año a cada lado del Atlántico. En Galicia los inviernos son muy largos y muy duros, jajajá.

 —Vamos a los secretos profesionales. ¿Cómo elegir el mejor hotel en un destino que no conocemos con el menor riesgo a equivocarnos?

—Hoy en día hay muchísima información al alcance del viajero. Yo diría que demasiada en casi todas las plataformas posibles. El primer paso tiene que ser el estar muy seguro de qué se está buscando. Y luego comprobarlo en cualquier mapa en tres dimensiones: revisar el tramo de playa, las características de la piscina... Hoy todo eso podemos hacerlo con cualquier teléfono y nos da mucha más información que cualquier folleto. Lo que pasa es que a veces la gente peca de exceso de confianza y solo mira el precio. Y esa es la clave para evitar que alguno puede sentirse defraudado.

 —Hazme de guía turístico y ofréceme un plan perfecto para disfrutar del Caribe dominicano para que cualquiera pueda disfrutarlo.

—La primera recomendación es elegir un buen hotel. No se trata tanto del precio, sino de que, como decía antes, se ajuste a las expectativas que pueda tener cada viajero. El primer paso es disfrutar del complejo, que suelen ser espacios con todos los servicios y perfectamente cuidados. Y, por supuesto, con unas playas paradisíacas. Para los que se cansen pronto de la tumbona, las excursiones que hay disponibles cumplen con cualquier exigencia. Una cita ineludible es la isla Saona. Particularmente, a mí me encanta el entorno casi virgen de Samaná, el auténtico Caribe, que ahora está empezando a desarrollarse turísticamente. Y, por supuesto, el centro histórico de Santo Domingo, que nos acerca al pasado colonial y que está perfectamente conservado. Es un paseo imperdible.