Herminia y José,  amor a los 103: «Lo sigo viendo con los mismos ojos»

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Herminia y José se conocieron cuando ella tenía 17 y él 20. Ahora han soplado los 100 y los 103, respectivamente. Toda una vida juntos, en la aldea ourensana de Refoxos, que los ha hecho más grandes. Suman tres hijos, nueve nietos y nueve bisnietos

03 jun 2023 . Actualizado a las 08:33 h.

La historia de José Tejero y Herminia Adán es extraordinaria. Él ha cumplido ya los 103 años y ella ha soplado los 100. Y ahí están, felices y llenos de ternura, después de más de 80 años juntos. Porque se conocieron cuando José tenía 20 y Herminia 17. «Nos conocimos en la fiesta de las Nieves, éramos muy jóvenes, era primo de una amiga mía y ella nos presentó, entonces él estaba haciendo el servicio militar. Cuando acabó, él montó un pequeño bar y andaba al jornal, pero en esa época se le planteaban dos opciones: o se casaba o se iba a Buenos Aires. Yo lo animé a que se marchara a Argentina, pero él no quiso y a partir de ahí ya nuestra vida siempre la hicimos juntos». Con estas palabras relata Herminia, desde la aldea de Refoxos, cerca de Cortegada (Ourense), donde han residido todo el tiempo, cómo fueron los inicios de su relación. Un amor indestructible que fructificaron cuando se casaron. «Fue en Ourense, éramos unos 14 a comer, porque en esa época ‘vaiche boa!’, estuvimos dos o tres días allí y después nos fuimos a Vigo junto a la madrina durante una semana, y ya nos vinimos de vuelta a la aldea», relata Herminia, que a sus 100 años sigue activa y con una memoria que da envidia.

Hasta hace nada los dos han estado estupendamente de salud, pero hace unos días José ha empeorado y por eso uno de sus nietos, David, ha querido hacerles un homenaje por esa vida en común llena de cariño que, para él, es todo un ejemplo. «Siempre han sido una pareja muy unida, los dos uno al lado del otro, en su casa, y que los dos estén todavía juntos y en este mundo, con 100 y 103 años, me parece algo fuera de lo normal», expresa David, que es uno de los nueve nietos de esta pareja. José y Herminia han tenido tres hijos —Abundancia (Bundi), José Manuel (Pucho) y Rafael—, y además de haberlos criado y disfrutado, este matrimonio gallego ha conseguido verlos jubilados a todos. Que ya es decir. Además de sus hijos, han sumado nueve nietos y van camino de conocer al décimo de sus bisnietos, que nacerá dentro de un mes. «Sin duda, somos muy afortunados de estar juntos el uno y el otro y que les fuera bien la vida a nuestros hijos», expresa Herminia, que no duda en asegurar que el día más feliz para ella fue el de su boda y el del nacimiento de sus hijos: Bundi, Pucho y Rafael. Ellos se turnan ahora para cuidar de sus padres, con ayuda de una persona, que los atiende para que sigan viviendo en su casa.

Para José el campo ha sido siempre su vida, y su nieto David, si tiene que imaginarlo de algún modo, no lo ubica en otro lugar. «Mi abuela era la que estaba pendiente de la casa, siempre hemos sido una familia muy unida y cuando los nietos íbamos a la aldea nos hacía la comida y no se despegaba de nosotros. Mi abuelo estaba más a sus cosas, pero eso sí, cuando nacieron sus bisnietos le cambió todo. Se desvive por ellos», expresa David.

 ¿Quién es más cariñoso de los dos?, le pregunto a Herminia, que es muy clara en su respuesta: «Él es el que tiene más carácter y yo lo compenso dándole mimos», «pero después de 100 años —añade emocionada—, sigo viéndolo con los mismos ojos». Ante una declaración de amor así solo queda tragar saliva. «Todos los días, absolutamente todos, nos damos un beso para darnos las buenas noches», continúa Herminia, que siempre ha celebrado los cumpleaños al lado de su marido.

«Gracias a Dios hemos llegado hasta donde hemos llegado, la mente no va al ritmo del cuerpo, sin embargo, aunque parezca mentira, a estas edades tenemos tantas ganas de vivir como vosotros, pero los años no perdonan, y los problemas de salud van haciendo más duro el paso del tiempo», reflexiona Herminia, que asegura que el secreto de su vitalidad, en este momento, es la tranquilidad. «Nos levantamos a las 9.30, desayunamos en la cocina viendo la misa, salimos al patio a tomar un poco el aire, y poco más varía el resto del día. Recibimos visitas, nos viene a ver la familia y charlamos con los vecinos», resume. Su nieto David apunta que la aldea les ha dado siempre esa energía y, por supuesto, el haber tenido una alimentación que ahora muchos expertos nutricionistas reivindican. «Comían lo que tenían en la huerta: tomates, patatas, cebollas, lechugas... Y eso sí, el vino siempre era el de casa, el que tenían ellos. Pero no han hecho nada especial, han tenido esa suerte», apunta.

Herminia, que se deshace en atenciones y pone todo el cariño a su alrededor, recuerda su juventud como una época de «mucho sacrificio». «Después de hacer el servicio militar, mi marido estuvo en San Benito, pero cuando estalló la guerra lo destinaron a Barcelona. Sobrevivió comiendo raíces, le rozaron las balas, algunas estuvieron a punto de darle», cuenta mientras hace memoria de un tiempo que, aun siendo lejano, le ha dejado una profunda huella. «Yo cuidé de varios tíos y en aquella época, cuando la guerra, teníamos que cruzar a Portugal desde Refoxos porque aquí no había nada. No teníamos azúcar, ni harina... Teníamos que ir caminando, salíamos de aquí temprano, a primera hora de la mañana, cruzábamos andando y regresábamos por la noche», señala Herminia, que junto a su marido, luchó duro para sacar a su familia adelante.

«ÉL TIENE MÁS CARÁCTER»

«Él montó primero un pequeño bar y andaba al jornal, lo llamaban mucho porque era muy responsable y echaba las horas que hiciera falta sin ningún problema, era muy duro. Después se hizo caminero, y trabajaba limpiando carreteras, a eso fue a lo que se dedicó toda la vida», expresa. Aunque si se mira en los ojos de su marido, sabe que ella ha puesto también mucho de su parte para llegar a estos 100 años de amor juntos. «Él era el que tenía más carácter, era una persona seria, pero si yo tuviera el genio de él, ¡Dios nos libre!», se ríe Herminia, que no duda en reconocerle también todo su esfuerzo a su marido: «Lleva trabajado este mundo y el otro».

Con esas palabras, a su nieto David se le hace difícil no emocionarse: «Mis abuelos son únicos, su amor es extraordinario y para todos nosotros han sido un ejemplo. Verlos agarrados de la mano, siempre juntos, y cómo se besan cuando se despiden antes de acostarse es maravilloso». ¿Ha cambiado mucho ese cariño con el paso del tiempo?, le pregunto a Herminia antes de despedirnos. «En vez de ir a menos, hay más, con el tiempo el cariño crece, porque ves debilitarse a la persona que ha compartido toda la vida contigo y lo único que quieres es no separarte de su lado», responde esta mujer, que nos deja sin palabras. Herminia y José pueden presumir de darle la vuelta a ese bolero clásico que Luz Casal ha hecho inmortal. El suyo, en lugar de uno, son 100 años de amor.