Esperanza Cortiñas tiene 106 años, no sale de casa sin maquillar, baila de viernes a domingo y juega a las cartas de lunes a jueves

ALEJANDRA CEBALLOS LÓPEZ / S. F.

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Alejandra Ceballos

«La vida es un tango y hay que bailarlo como venga», dice esta centenaria nacida en la provincia de Lugo y residente en Ourense

24 may 2023 . Actualizado a las 13:31 h.

Esperanza Cortiñas llegó al mundo dos años antes del final de la Primera Guerra Mundial, luego vivió la segunda, fue inmigrante en París, vio el final de la dictadura en España, y ahora baila todos los fines de semana con sus amigos de los centros cívicos de Ourense. Nació en 1916, en una familia humilde y, debido a los pocos recursos, después de que a su padre le diera una parálisis, su madre se vio obligada a emigrar a Cuba. «Nos dejó con el que nos quiso», relata ella.

El resto de su vida fue un poco igual, se dedicó a buscarse la vida como pudo. Vivió en varias casas en las que hacía la limpieza o ayudaba con los niños, hasta que se mudó a  Ourense. Allí se enamoró y tuvo tres hijas. Cuando la mayor tenía 14 años, su marido falleció y Esperanza se vio, nuevamente, sin saber cómo resolver la situación. «La Nochebuena de ese año, no teníamos nada. Se lo pedía al señor, que me protegiera y nunca me faltó la comida», dice. Sin embargo, las mil pesetas no le llegaban para pagar las cosas en casa. Una amiga de ella, que iba a París, le dijo que se fueran juntas, y Esperanza la siguió. 

«Tuve que dejar a mis hijas con quien me las quiso, cada una donde alguien diferente», se lamenta. Con las niñas en hogares nuevos, se embarcó. «Al llegar a Francia, mi amiga me dijo que el marido la iba a recoger a ella y luego a mí, pero nunca volvieron. Esperé toda la noche, hasta que un taxista, que hablaba español se me acercó y me dijo que era muy peligroso que estuviese allí y me llevó a un hotel donde pudiese conseguir un empleo», relata. 

La pusieron en contacto con una marquesa cuyo esposo era español, también tenían un restaurante y trabajó con ellos, «pero me pagaban muy poco», dice. Cambió de trabajo varias veces hasta que logró encontrar un lugar mejor y empezar a traer a sus hijas. Cada una llegó en un año diferente. Terminaron de crecer en París y una de ellas aún vive allí. 

El secreto de la longevidad 

Cuando tuvo la edad para jubilarse, Esperanza volvió a España. Vivió  un tiempo en Alicante, donde conoció a un hombre que le enseñó a bailar. «Desde pequeña ya me gustaba. Pero a él le dije que tendría que enseñarme. Él era un bailarín de primera», relata con ilusión. 

Bailaban de martes a domingo, hasta que el señor enfermó, y ella volvió a Ourense. Al cabo de un tiempo él murió.  Ahora una de sus hijas está en Alicante, otra en París, con el esposo, y Esperanza está en Ourense, con Mari Carmen, la mayor de todas. 

Su edad, y su estado de salud llaman tanto la atención que es uno de los casos más representativos de la «Ourensividad», el proyecto llevado a cabo por farmacéuticos, nutricionistas y médicos de Ourense,  uno de los lugares en el mundo con mayor cantidad de centenarios, más de 380. 

Esperanza, además de una cirugía de la vesícula, una de vista y una del estómago, no tiene nada. Se toma una pastilla para el vértigo cada tres días, una para la tensión arterial y una para el estómago. Pero, además de eso, no tiene secretos, ninguno que no sea disfrutar la vida. «La vida es un tango y hay que bailarlo como venga», asegura. «Yo no me siento como que tenga muchos años. La vista no es la de antes, y me duelen un poco  las piernas, pero no siento que sea vieja», asegura.

Su clave, dice ella, son las actividades sociales. De viernes a domingo baila en los centros cívicos de la ciudad y de lunes a jueves juega a las cartas con sus amigas. «Es lo que me mantiene viva. Vas, te distraes, te mueves, dejas de pensar en otras cosas, estás acompañada», concluye. 

La tercera, de izquiera a derecha es Esperanza Cortiñas, a su derecha, Mari Carmen, su hija mayor. Está acompañada de algunos de sus compañeros de baile.
La tercera, de izquiera a derecha es Esperanza Cortiñas, a su derecha, Mari Carmen, su hija mayor. Está acompañada de algunos de sus compañeros de baile. A Ceballos