Viejos chismes

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE VOZ AUDIOVISUAL

YES

-

13 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Dos millones de personas consultan a diario el teletexto. El titular tiene una envergadura social evidente porque fija la velocidad del futuro en unos parámetros diferentes a los que pudieran desprenderse de la alarma general por la inteligencia artificial, por ejemplo. Quiere esto decir que hay dos millones de personas que cada día siguen encontrando útil navegar por una página diseñada en la prehistoria de internet, sin acceso táctil ni lectura de iris, sin influencers ni influidos, una página con la información de siempre, el tiempo, el horóscopo, la programación de televisión y los resultados del fútbol. Esta resistencia inexplicable a abandonar una herramienta que nació en 1977 en un mundo tan diferente al nuestro demuestra que quizás las cosas no hayan cambiado tanto o que por lo menos las personas mantienen sus hábitos mucho más tiempo del que algunos desearían.

El descubrimiento de la inesperada resiliencia del teletexto hay que atribuírselo a TVE, la responsable de poner en marcha el artefacto en 1988, unos años después de que demostrara su utilidad en la BBC. El anuncio con el que se promocionó el estreno del servicio mantiene una vigencia sorprendente: «Conoce las últimas noticias cuando los periodistas las están redactando».

Hay más detalles que convierten esta noticia en un motivo para la reflexión. Muchos países han suprimido ya el servicio, pero además de España hay otro lugar en Europa que se mantiene fiel a esa pantalla llena de píxeles y letras de colores: Alemania. Una coincidencia que en una reflexión semiótica de urgencia podría llevarnos a descubrir algunas conexiones inesperadas entre dos territorios tan diferentes.

Lo cierto es que navegar por el teletexto provoca una inesperada sensación de calma. Es como volver a un lugar en el que fuiste feliz, un ecosistema en el que las cosas transcurren al ritmo adecuado y todo allí tiene el aspecto de un viejo conocido. Después de ver qué ha pasado con otros objetos que los modernos de una época dieron por muertos como el vinilo, no consideraría yo un precadáver a este viejo chisme.