Adrián, con dos custodias compartidas: «No podría mirarme al espejo abandonando a mi hijo en Menorca o a mi hija en Madrid»

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Una semana reside en la  capital madrileña y la siguiente, en Baleares. El sacrificio es lo de menos con tal de estar siempre al lado de sus hijos y participar en su crianza

16 may 2023 . Actualizado a las 10:51 h.

No debería ser un caso excepcional, pero lo es. Por muchos motivos. El primero porque las circunstancias de la vida han hecho que Adrián tenga una hija en Madrid de 10 años y un hijo en Menorca, de 4. Pero también porque nunca ha querido renunciar a la crianza de los dos, a pesar de la distancia que hay entre uno y el otro. Por eso, nunca se planteó otra posibilidad que no fuera la custodia compartida de sus dos hijos. Una medida que le permite poder pasar tiempo con ellos y que los menores también puedan disfrutar de su padre. Y así vive ahora Adrián, a caballo entre Madrid y Menorca. Una semana reside en la capital madrileña y la siguiente, en Baleares. Así de sencillo y de complicado a la vez. Pero feliz de poder disfrutar de la compañía de sus hijos y de participar en su crianza, aunque el día a día se le complica bastante.

«Llevo desde el 2004 trabajando en casa. Yo soy vendedor, lo que antes se llamaba viajante. Represento a una empresa y vendo sus productos. Y soy de los pioneros que empezaron a trabajar desde casa. Eso me permite poder viajar, porque a mis clientes les da igual donde esté con tal de que les solucione los problemas», comenta para aclarar por qué puede vivir una semana en Madrid y otra en Menorca. «Yo antes de tener a mi hija mayor, hice una reflexión sobre qué suponía ser padre y enfrentarme a esta situación totalmente nueva. Me empezó a preocupar todas las cosas que le iba a transmitir a mi hija. Las conscientes y las inconscientes. Porque la mayor parte de las cosas que se les transmiten a los niños son inconscientemente. Ellos aprenden por el ejemplo», dice este padre, que quiso predicar con el ejemplo.

Dos, dos, tres

Después de que naciera su hija mayor, y de que él y su pareja tomaran la decisión de separarse, él siempre tuvo muy claro que la única posibilidad que contemplaba era seguir participando de la crianza de la pequeña: «Le dije a la madre de mi hija: ‘Que sepas que no concibo otra situación que no sea la custodia compartida'. Ella estuvo de acuerdo y ahí empezó mi primera custodia compartida. Al principio, estuvimos haciendo dos, dos, tres. Es decir, lunes y martes con uno; miércoles y jueves con el otro; y viernes, sábado y domingo con el otro. Y así el lunes ya empezaba el siguiente». Explica de una manera más o menos gráfica. Pero esta situación que, al principio, les vino bien a ambos progenitores porque permitía a la menor sentirse siempre arropada por los padres, con el paso del tiempo, y a medida de que la niña fue creciendo, vieron que lo mejor era dedicar semanas completas.

Pero Adrián tuvo otro hijo: «Ahí al principio no tuve la custodia compartida. Empecé con ella cuando el niño cumplió los 2 años». Nunca tuvo dudas de que esta opción también era la más conveniente. «Precisamente, por ese trabajo interior que ya había hecho con mi primera hija», apunta. «Los niños necesitan a su madre. Hay un vínculo muy especial con la madre, todos lo tenemos. Pero yo creo que se está viendo que los niños también necesitan a su padre. Es fundamental», comenta desde Madrid, mientras está al cuidado de su hija que le reclama que participe del juego.

Padres ausentes

Adrián forma parte de una asociación que se llama Círculo de Hombres donde hablan de los sentimientos, de quiénes son, de lo que quieren ser y de lo que están haciendo para lograrlo: «Y todos coincidimos en que nuestra generación ha tenido unos padres ausentes, en general. Sobre todo, un padre, siempre trabajando porque era el que tenía que traer dinero a casa. Llegaba por la noche, cansado y como que nunca estaba», una opción que él siempre ha querido evitar con sus hijos: «Tanto a nivel económico, como profesional, estoy sacrificando muchísimas cosas por estar con mis hijos. Y por que mis hijos tengan un padre. Con mi hija, que ya es más mayor, pues va teniendo su vida y me deja un poco más de tiempo. Pero ahora con el pequeño, tengo que estar con él, sí o sí. Tiene 4 años y requiere a sus padres todo el tiempo». Adrián reconoce: «Podría tener más ingresos, otra posición profesional, otra calidad de vida, pero siempre ha primado estar con sus hijos». «Pero estar de verdad, jugar, disfrutar, hablar, compartir... dentro las posibilidades porque claro, todo esto sobre el papel muy bien, pero luego encárgate de tener dos custodias compartidas».

No hace falta decir que el día a día de Adrián es un poco locura. Cualquiera que tenga hijos puede hacerse una idea: «Una de las cosas más estresantes es hacer la compra solo para una semana. Yo no puedo arriesgar, es decir, no puedo hacer unas almejas con chipirones. No puedo permitirme el lujo de que se tiren y no se coman. Porque además sé que el viernes me voy a ir y la nevera tiene que quedar vacía». Hasta su hija, cuando era más pequeña, se percató de esta circunstancia: «Un día me dijo: ‘Papá, ¿somos pobres?'. ‘Pero hija, ¿cómo vamos a ser pobres?'. Y ella me contestó que la nevera siempre estaba vacía».

El tema de los billetes de avión es también un capítulo aparte, pero él lo explica de una manera que hasta parece sencillo: «Pues mira, tengo un calendario que me hago, y que es muy complicado porque pongo los días que voy a un lado, los que vuelvo, los que estoy con uno y con el otro, para ceñirme a las sentencias y para que encaje todo y no haya ningún descontrol. Y lo hago todo con dos meses de antelación».

Los billetes de avión

La reserva de los billetes también tiene que ser con tiempo suficiente. «Al ser residente en Menorca, tengo un 75 % de descuento. Si no, sería inviable. Absolutamente inviable. De hecho, los primeros años estuve sin ser residente y la verdad es que fue horrible. Luego, ya me pude empadronar y una vez empadronado, ya todo fue más fácil», cuenta este padre, que tiene anécdotas de todo tipo: «Como que el día antes de volar me dé cuenta de que en vez de sacarlo Madrid-Menorca, lo he sacado Menorca-Madrid. Entonces me tengo que sacar otro billete. Pero, la verdad es que la gente de Iberia me ayuda bastante». Claro, de tanto ir y venir, ya cuenta hasta con la tarjeta oro de esta aerolínea. «Pues eso me permite comer tanto a la ida, como a la vuelta en la sala vip. Y ya son dos comidas que me ahorro. Y al tener embarque preferente, no pierdo tanto tiempo. Y luego, lo que más ayuda, sobre todo, es poder sacarme los asientos gratuitamente. Que me los saco cerca de la puerta porque cuando llego a cualquiera de los dos sitios, tengo que salir corriendo para poder recoger a uno de los niños en el cole», explica para que nos hagamos un poco una idea de cómo es su día a día.

«Soy capaz de gestionar un estrés que creo que la gente, que tiene una vida normal, no se puede llegar a imaginar. Cuando llego a Madrid, si mi nevera está vacía hay que llenarla, tengo que ir a recoger a mi hija, hay que gestionar su vida social y ver qué hacemos. Porque claro, cuando tú estás todo el tiempo en una ciudad, pues te salen planes, haces cosas... Pero cuando no estás en esa ciudad y llegas el viernes, no has tenido contacto con la gente durante toda esa semana, además de llegar agotado».

Más padres como él 

Solo sabe de un caso como el suyo, aunque no es exactamente igual. «Conozco a otro padre, pero no va una semana sí y otra no. Va unos días a Menorca a estar con sus hijos. Pero no me creo que sea el único que lo haga. Seguro que hay más hombres. Y espero que, al salir en los medios, se vaya dando más visibilidad y se vea que hay padres que estamos dispuestos a hacer ese sacrificio», dice. Pero lo hace encantado de la vida porque el amor «no es un toma y daca», no espera nada a cambio: «Yo hago esto por mí. Sabiendo lo que significa un padre para unos hijos. No podría mirarme al espejo sabiendo que he abandonado a mi hijo en Menorca o a mi hija en Madrid».

«Nunca he puesto una balanza. Creo que los primeros años en la infancia de un niño tienes que meter ahí todo el amor posible. Sin esperar nada a cambio, por supuesto. Y toda esa experiencia de amor, de cuando son pequeños, es lo que se llevan para el resto de su vida. Está demostrado», comenta. Aun así reconoce que cada viernes, cuando se despide de uno de ellos, le pesa: «Siento esa despedida. Incluso hay veces que se me saltan las lágrimas, por la situación, por todo...».

Sobre la cuestión de si en todo este día a día maratoniano le queda tiempo libre para él, además del trabajo, dice que «alguna vez se da la circunstancia» y le coincide que por temas del calendario, los niños «tienen que estar en ese momento justo con sus madres». Es ahí cuando el tiene «algún momento libre». «Pero también te digo que hay veces que no sé ni qué hacer o estoy tan cansado que lo que me apetece es descansar. Tampoco pienso en irme de vacaciones o algo así, porque no me sale. Ni es fácil poder hacerlo con alguien porque ya todo el mundo tiene sus planes. Es complicado que coincidan las agendas», señala. Sobre todo, porque la gente cuando le llama siempre le pregunta «¿dónde estás?». Y él siempre responde lo mismo: «Yo siempre estoy aquí, los que estáis lejos sois vosotros». Porque el aquí, en el caso de Adrián, es siempre cerca de sus hijos.