Ya hicieron una prueba piloto en las playas Málaga. Ahora repetirán la experiencia a lo grande. El 8 de junio partirán desde el País Vasco y tienen previsto llegar a Cataluña al cabo de un año
10 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Lo de caminar ya les venía de antes, Patricia Reina (1982) y Fernando Gómez (1966) habían hecho algunas rutas cortas en vacaciones, pero decidieron mezclarlo con la sostenibilidad, que es uno de sus mayores intereses. Hace ocho años Patri y Fer, que viven en Málaga, se propusieron vivir sin generar residuos de plástico, y hoy es parte de su vida.
Ella se dedicaba a la fotografía en una tienda online y él es informático, aún en la actualidad. En el 2015, impulsados por documentales que habían visto, y su propia preocupación por la huella ecológica, decidieron eliminar por completo los residuos plásticos de su vida. «Sabemos que es un material que no se recicla bien, que afecta al medio ambiente y a los ecosistemas marinos, así que nos lo propusimos. En ese momento no conocíamos a nadie que lo hubiera hecho en España, pero sí encontramos un blog de una chica en Estados Unidos y dijimos: ‘Si ella, que vive en el país de usar y tirar lo ha logrado, nosotros también podemos’». Así empezó este viaje.
A pesar de ser las ovejas verdes de sus familias, descubrieron que utilizaban mucho más plástico desechable del que imaginaban. «Decidimos guardar todo el plástico que utilizábamos, no valía tirar en la oficina un envase de algo que consumiéramos allí, todo debía regresar con nosotros a casa para poder tener un registro, y al final de la semana hacíamos una foto», relatan. Comenzaron a tener un control de lo que más consumían, con el fin de eliminarlo de forma radical. «A todos les decimos que empiecen poco a poco, pero nosotros lo hicimos de un día para otro. No lo recomendamos», reflexionan.
«Mi madre me dijo: ‘Te vas a morir de hambre’, y yo le respondí que no comía plástico, pero ella me dijo que todo viene empaquetado en él», relata Patri con gracia. «Nuestros amigos pensaban que era un tema de dejar de beber refrescos en envases plásticos y no usar pajitas, pero luego se dieron cuenta de que era mucho más; algunos han reducido su consumo de plástico al vernos, pero tampoco vamos diciéndole a nadie lo que tiene que hacer», continúa Fernando.
A partir de esa decisión, todo fueron aprendizajes. Descubrieron que las bolsas de té, así sean de «papel», tienen un 20 % de plástico; que las servilletas delgadas de los bares, también; que hay productos cosméticos, por ejemplo, los que se usan para exfoliar, que contienen microplásticos. También empezaron a restringir ciertas compras, y fueron conscientes de lo evidente: compraban muchas bolsas de hojas de ensalada; «los tomates cherris eran difíciles de encontrar si no estaban envasados»; pero con cambios simples, como comprar a granel, pudieron deshacerse de estos plásticos, sin los que muchos les decían que morirían de hambre.
«Al principio, estábamos a la defensiva, pensábamos, un poco, que nos iban a meter plásticos camuflados, o sentíamos que nos miraban raro cuando decíamos que no queríamos bolsas —en ese época seguían siendo gratis—, pero entendimos que en los pequeños comercios era un poco más sencillo», explica Fernando. Con algunos artículos fue más complicado. Patri hacía sus propias leches vegetales, e incluso comenzaron a hacer sus cosméticos, como el champú, el desodorante, la pasta de dientes; también los productos de aseo, que al final redujeron a jabón de la abuela, bicarbonato, limón y vinagre. «Así como no hace falta un producto de limpieza para cada superficie, tampoco hace falta comprar tantas cosas, en general», reconocen.
A raíz de todos estos cambios y aprendizajes, decidieron abrir un blog: Vivir sin plástico, que hoy se ha convertido en una asociación, que preside Patri. A raíz de esto, los han invitado a dar charlas, conferencias en los colegios, y también empezaron a colaborar con otras entidades de voluntarios para limpiar la costa de Málaga, ya que están seguros de que todos podemos empezar por algo, o hacer pequeños cambios que resulten significativos sin tener que obsesionarnos.
También crearon un pódcast en el que conversan con expertos en sostenibilidad y han publicado un libro que lleva el mismo nombre que el blog, que ha seguido creciendo. Todo esto, sumado a los cambios que han introducido a su vida, les dio el impulso para comenzar a caminar, algo que siempre habían querido. En marzo del año pasado hicieron una prueba piloto, y durante un mes caminaron por la costa de su provincia: recogieron casi una tonelada de plástico en cuatro limpiezas e hicieron 66 muestreos de microplásticos.
Nueva aventura
Esto fue solo el comienzo. El próximo 8 de junio, el Día Mundial de los Océanos, partirán desde Irún (País Vasco) con la intención de llegar a Portbou (Cataluña) un año después. Para lo cual también han creado una campaña de crowdfunding, con la intención de recoger fondos. Su experiencia anterior, aunque más corta, les sirvió de entrenamiento, así que tienen intención de aplicar todo lo aprendido. Esperan llevar una maleta más ligera (aún sabiendo que deben llevar cámaras, ordenadores y ropa para las conferencias y entrevistas) y han decidido descansar los fines de semana. Es decir, solo saldrán a caminar de lunes a viernes. La idea es despertarse antes de que salga el sol, y caminar entre 20 y 25 kilómetros al día; utilizar las tardes para trabajar, hacer entrevistas, ir a colegios o limpiar las playas.
Aunque queda mucho por hacer en términos de sostenibilidad, admiten que, como sociedad, «hemos dados pequeños pasos». «Sigue habiendo cosas por mejorar, pero al menos ya no entro al supermercado y me llevo las manos a la cabeza», reflexiona Fer. Ahora hay acceso a muchos más productos sin plástico que hace ocho años, cuando ellos se lanzaron a esta aventura, y saben que las empresas (por iniciativa propia o por presión de los consumidores) han empezado a ofrecer opciones más ecológicas.
Reconocen, sin embargo, que los plásticos que logran recoger de las playas ya se han degradado, por lo que es probable que no sirvan para reciclar, sino que terminen en vertederos. «No es la mejor solución, pero es la mejor que hay. Al menos así no afectarán a los animales y a los ecosistemas marinos, y nos sirve, además, para concienciarnos», aseguran.
Además, cada plástico que van retirando de la playa lo registran según el tipo que sea en la aplicación Marnoba, dependiente del Ministerio de Transición Ecológica, y posteriormente, estos datos se analizan para legislar.
También, caminar y ponerse en contacto con más personas les ha permitido darse cuenta de que no están solos. «A medida que avanzamos, nos damos cuenta de que hay mucha gente haciendo cosas; personas limpiando las costas; vecinos plantando árboles y luchando por sus zonas verdes... La tele hace mucho ruido y te da una falsa sensación de que nadie hace nada, pero la verdad es que somos muchos los que hacemos algo, nos falta unir fuerzas», reflexionan. Y eso es lo que esperan hacer en su viaje: conocer más asociaciones, trabajar más por su objetivo, y concienciar a tantos niños y adultos como puedan.
Como con cualquier tema que mueve fibras, reconocen que hay días en los que «no queremos saber nada de sostenibilidad», pero no se plantean cambiar sus hábitos. «Yo quisiera tener menos consciencia, pero no quiero, ni puedo», asegura Patri. «Total, aunque al principio nos llevó un tiempo, ahora vivir sin plástico no nos supone ningún esfuerzo, es como el que vive con plástico», concluye Fer.