Eva Hache: «Le digo al de la tienda que tiene las patatas caras y se ríe»

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Eva Hache
Eva Hache DAVID RUANO

Era la chica pizpireta que validaba las más delirantes teorías, con el supuesto aval de la Universidad de Toronto. Se ganó al país y se convirtió en un rostro habitual de las risas. El sábado actúa en el Encuentro Mundial de Humorismo en A Coruña

28 abr 2023 . Actualizado a las 09:03 h.

Ayer empezaba en A Coruña el Encuentro Mundial de Humorismo, un evento dedicado a las risas que durante unos días convertirá a la ciudad gallega en un carrusel de alegría, ingenio y buen rollo. Entre otros, actuarán artistas como Carolina Iglesias, Luis Piedrahíta, Pantomima Full, Leo Harlem, Silvia Abril, Eva Soriano y Ana Morgade. En ese variado elenco estará también uno de los rostros más conocidos de la comedia y los monólogos en España, Eva Hache. Actuará el sábado 29 en el Palacio de la Ópera (sesiones a las 19.00 y 22.00 horas) en una sesión junto a Dani Rovira, Javier Cansado y Xosé A. Touriñán.

  —Encuentro Mundial de Humorismo suena a algo grande, como un congreso de los mejores médicos de alguna especialidad del planeta o algo así.

—La analogía es buena, porque tenemos mucho de terapéutico [risas]. Me da mucha alegría algo así. Debería exportarse a otras ciudades y hacerse por toda España. Expandir el buen humor siempre es algo estupendo.

 —La organización subraya el hecho de que se potencia la presencia de la mujer en el cartel. ¿Qué te parece?

—Me parece lógico. A mí, cuando me preguntan por el papel de la mujer en el humor, al final lo que hago es extrapolarlo a todos los demás espacios de la industria. Dicen: «Hay muchas mujeres, más que nunca». Y yo creo que eso ocurre en todos los sitios, porque es una normalización del papel de la mujer en la sociedad.

 —¿Cuando empezaste era un hándicap ser mujer en este terreno?

—¡Qué va! En absoluto. Sí que puede que se me haya mirado un poco más con lupa, porque ya no es que el mundo sea patriarcal, sino que el recuerdo también lo es. Había muchas mujeres cómicas cuando yo era pequeña. Estaba Lina Morgan, Las Virtudes, Las Veneno, Mari Sampere y un montón de actrices cómicas como Rafaela Aparicio, Gracita Morales y Florinda Chico.

 —¿Alguna era referente para ti?

—Sí, en mi casa siempre ha habido mucho humor y gusto por la comedia. Mi padre era un grandísimo contador de chistes. Siempre que había un comediante en la televisión en mi casa se detenía el tiempo. Siempre estábamos muy atentos a todo. No sé hasta qué punto estaba el deseo de dedicarme a ello, pero gustar nos gustaba mucho y me conmovía.

 —¿Fuiste humorista por accidente?

—Sí, yo era muy mala haciendo planes a largo plazo. Y lo sigo siendo. Cuando me preguntaban qué quería ser, yo decía: escritora. Pero en las extraescolares de secundaria, me metía en teatro y quería ser actriz. La comedia se me dio bien y veía que hacía efecto. Hacía el personaje y la gente se reía.

 —¿Cómo se las arregla una humorista para luego que la tomen en serio en la vida real?

—Me pasa mucho que a veces digo algo en serio y la gente se lo toma como «ah, qué gracia». ¡Y no es gracioso para nada! Le digo al de la tienda: «Tienes las patatas a un precio que madre mía». Y se ríe. La expectativa juega en mi contra. Pero es normal, porque nosotros nos metemos en la casa de la gente y la gente te trata como si te conociera.

 —Supongo que vendrán peticiones en los lugares más insólitos.

—Sí, claro. A mí me han llegado a pedir fotos en un hospital o un velatorio. Y se te queda una carita... que me gustaría ver luego la foto [risas].

 —¿La gente te ve como una chistosa de guardia 24 horas?

—Ocurre. Pero yo cuando no estoy trabajando soy tan vaga que paso. Nunca fui la chispa de la fiesta, ni la graciosa de la clase. La gente se asombra un poco. Sobre todo cuando vienen con un par de copas y piensan que tienen derecho a que les hagas un show.

—¿Qué es el humor inteligente para ti?

—Pues es algo que me gustaría que me lo explicasen, porque yo dentro de mis monólogos tengo chistes básicos y malísimos. Pero la gente dice: «No, no, es inteligente». Yo creo que se dice eso cuando se trata de un humor que no lo ves venir. Se trata de crear un clima en el que la gente tiene que escuchar.

 —Te he escuchado decir que de mayor te gustaría ser vieja. ¿Vas por el buen camino?

—[Risas] Sí, ya tengo 52 años y eso es algo que nunca piensas que vas a llegar. Voy bien, madurando y camino de ser una vieja cascarrabias, de esas que no se calla nada y la lía constantemente. Como debe ser.

 —¿Has ido a Toronto ya?

—¡Qué va! [se ríe a carcajadas] ¡Nunca he pisado Toronto en mi vida!

 —Cuando hablabas en tus chistes de la Universidad de Toronto y de aquellos másteres que estudiabas allí, siempre me preguntaba: ¿sabrán allí que son un recurso humorístico?

—Sería maravilloso ir allí a ver si existe esa división de sociología absurda de la que hablaba yo. ¡Anda que si la hay!

 —Tu primer monólogo en Paramount fue sobre el dinero. ¿Por qué?

—Puedes empezar por un tema como el dinero y acabar en una frutería, pero creo que siempre hay que tirar por algo de interés general. Y el dinero es así.

 —De hecho, tú sostienes que lo que dignifica es el dinero, no el trabajo.

—¡Hombre, por favor! Cuando era pequeña y nos hablaban de esa sociedad americana en la que la gente vivía para trabajar y daban premios al empleado del mes, pensaba que estaban todos locos. Pero ahora nuestra sociedad es así. Nos han vendido la moto y nos la hemos creído. Yo, no. Soy vaga de corazón e intento cuidar mi tiempo libre. Pero conozco a muchas personas en mi círculo íntimo para los que lo más importante de su vida es el trabajo.

 —Pese a esa vagancia de la que presumes, allá por el 2005-2010 eras omnipresente y trabajabas mucho.

—Totalmente, pero eso estaba muy alejado de lo que es mi personalidad [risas]. De hecho, en esos años fue cuando aprendí a cuidar de mí misma y de mi tiempo. De repente, el público te descubre y te quieren en todas partes. Es una maravilla, pero si no cuidas de ti mismo, nadie lo va a hacer por ti. Me ofrecían cosas muy gustosas. Siempre he tenido el privilegio de decir que no a las cosas que no me gustaban.

 —¿En tu modo de actuar son tan importantes los silencios como el texto?

—Sí, pero es algo que no tenía preparado. No es un plan. En mis primeros monólogos iba a toda pastilla. Como tengo buena vocalización, puedo permitirme el lujo de hablar rápidamente. Es una herramienta de comedia, pero en el fondo era por miedo al vacío. Yo no lo sabía. Hay un antes y un después desde cuando empiezo a disfrutar los silencios y a usarlos como algo cómico. La gente, además, también los necesita.

 —¿Qué ocurre cuando haces el silencio esperando la risa y esta no llega?

—Es como cuando estás tendiendo la ropa y se cae una pinza y te quedas: «¡Ay, ay, ay!». Aunque parezca que te lo inventas sobre la marcha, el monólogo tiene poco de improvisación. Cuando tienes la medida de la frase estructurada, piensas que viene la carcajada, que puedes coger aire para lo siguiente y no lo hay... pues te quedas sin aire.

 —¿Toca ahí tirar de surrealismo?

—Sí, me gusta sorprender con lo inesperado y la sencillez impostada del surrealismo me gusta mucho.

 —Tienes un grupo de música, Vintache. ¿Cómo decides ser cantante?

—Tenía unos amigos que son músicos y a mí siempre me ha gustado cantar. Tengo buen oído, aunque no tenga ni idea de lenguaje musical.

 —En tu Instagram hay referencias a la iconografía de Mecano.

—Sí, porque hacemos versiones de temas buenísimos del siglo XX. Y Mecano es una gran parte de nuestra nostalgia musical. Nos gusta mucho.

 —¿Imitabas a Ana Torroja de niña?

—¡Claro que sí! Quería ser Ana Torroja, Cindy Lauper y Bonnie Tyler. Recuerdo que, cuando me secaba el pelo con el secador, me ponía el cepillo como si fuera un micrófono y me hacía el vídeo de Holding Out For A Hero de Bonnie Tyler.