Álex García: «Ahora mismo tengo el gen gallego en efervescencia»

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MARCOS MÍGUEZ

Acaba de estrenar «Fatum», con Luis Tosar, que se rodó en A Coruña, donde se siente como en casa. Su padre, además, es de Muros. «Mi abuela hacía una empanada y un caldo que te morías, siempre me decía: 'Ven, meu rei'», recuerda

02 may 2023 . Actualizado a las 12:47 h.

Álex García nació en Canarias, su padre es de Muros, y su madre catalana, pero viendo cómo habla de A Coruña, le digo que es medio coruñés. Y se reivindica: «Y también vigués, que allí tengo a todos mis amigos del colegio mayor». Con esa predisposición a adorar Galicia, es normal que cuando nos encontramos en el Hotel Riazor, donde hacemos la entrevista, se sienta como en casa. Él enseguida te acoge así, porque lo desborda todo con su sonrisa y su empatía, que —asegura— también trabaja. Sea o no por eso, la conversación con Álex corre como esa agua que a él tanto le gusta. «Navego bien, soy de fluir», responde. En A Coruña rodó Fatum, la película que acaba de estrenar con Luis Tosar y Elena Anaya, un thriller que lo destaca como un hombre de acción.

—¿Eres el malo o el bueno de la peli?

—Cada vez tengo más claro que ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos. Como actor nunca me planteo si hago un malo o un bueno, los personajes son seres humanos que se equivocan, que toman decisiones que les llevan a lugares horribles a veces, otras van a sitios maravillosos, y el espectador decide si son buenas o malas personas. Yo siento que Pablo, mi personaje, tiene muy buen corazón.

—¿Qué te arañó de «Fatum»?

—Todo, el guion en especial. Pero emocionalmente, que es lo que importa, lo que dice el corazón, es que había una historia bella que nos hablaba de que hay que responsabilizarse de las decisiones que tomas en tu vida. Todos los personajes se ven enfrentados a eso y, según lo que deciden, hay consecuencias.

—¿Siempre te guías por el corazón?

—El corazón nunca se equivoca. Si hay un proyecto que tiene algunas sombras que iluminar, pero tiene una historia bella, es lo que prima. Eso no significa que me guste trabajar de cualquier manera, me gusta que haya solidez.

—Si te ponen delante un millón de euros, pero no te pellizca el corazón, ¿dices que no?

—A día de hoy te diría que no. Y me alegro. No de un millón de euros, pero a mí ya me han ofrecido proyectos de mucho dinero y he dicho que no. Pero nos pasa a todos. Constantemente los seres humanos nos vemos expuestos a propuestas que nos ofrece la vida. A un panadero le ofrecerán una harina más barata, pero menos buena, y él tendrá que decidir...

—Eres canario, tu padre de Muros, tu madre, catalana. ¿Te falta el apellido vasco?

—Ja, ja. El octavo apellido vasco, y mira que tengo amigos gallegos...

—¿Eso te ha dado una visión distinta del país, otra forma de verlo?

—Del país y de la vida y del mundo. Yo me siento hijo de la vida, he nacido en un planeta precioso. Y cada uno de los seres que me rodean sienten cariño y lo pueden ofrecer, otra cosa es que lo elijan hacer en su día a día. Me encanta rodar en cada lugar al que voy. Cuando he rodado en A Coruña me he encontrado a gente especial, gente bonita, y alguna cabreada. Pero cuando me encuentro eso, pues trato de entender que está cabreada y que no es algo contra mí. Aunque hay quien tiene 60 años y sigue cabreándose en un rodaje, entonces pienso: «¿En serio todavía eliges cabrearte?».

 —Tú has decidido no enfadarte.

—Claro. Es una elección. Un cabreo a tiempo salva mucha quina, por supuesto. Pero si es una reacción, si algo no te sienta bien. Pero no hay que instalarse ahí, en la queja y en el victimismo. Para mí no lo veo ya.

—Dices «ya», o sea, que has estado ahí.

—Sí, yo creo que todos hemos pasado esas etapas, tanto personal como profesionalmente. La etapa de sentirte víctima, de atacar, pero, por suerte, para eso está la vida. Para seguir creciendo.

—Veo que ya has cumplido los 40...

—Ja, ja, ja. Ya los he pasado, se nota, ¿no?

MARCOS MÍGUEZ

—¡Acuérdate de que es la mejor década!

—Sí, sí. Es verdad, me lo dijiste la última vez que hablamos. Sí, antes estaba en eso de prueba-error. Decía: «Voy a poner mandarina en la sopa a ver si está bueno», y no estaba bueno. Ahora mismo ya soy consciente de lo que he probado y lo que no me ha hecho bien. Elijo solo cosas buenas para mí y los que me rodean.

—No sé cuántos kilómetros corriste en la película...

—No muchos, no te creas, aunque pueda parecer. Corrí mucho más antes del rodaje, venía siempre por aquí, por el paseo marítimo de A Coruña. Me levantaba muy temprano, hacía meditación, luego salía a correr y me daba un baño en Riazor, donde están los señores de las Esclavas.

—¿Era verano?

—No, pero ¡esto no es frío! Frío hace en el Ártico. Aunque el agua de aquí es de las más congeladas de España. Yo recuerdo los veranos en Muros, de pequeño, y me dolían las piernas... Pero para mí no era insoportable bañarme en Riazor, sino un placer.

—Luis Tosar hace de un adicto al juego, ¿tú habitualmente te la juegas mucho?

—No, tuve una etapa en la que sí. Incluso hacía apuestas con mis colegas en plan «¿a que no te atreves a...?», «te apuesto a que...», el pique. Además, mi familia gallega es muy de picar, lo traigo heredado de mi padre, pero afortunadamente lo dejé ahí. Ahora ya no me funciona.

—¿Falas algo de galego? ¿Quedó alguna expresión en tu casa?

—Alguna: «As caramuxas están moi boas, pero estas cheiran...» [imita el acento gallego]. A miña avoa sempre dicía: «Meu fillo, meu rei, ven aquí» [imita los besos que le daba]. Hacía una empanada y un caldo riquísimos. Ya no está entre nosotros, pero tengo su empanada en el paladar.

—¿Has sido de arriesgar?

—Sí, sí. De joven era de deportes extremos, fuera y dentro del agua, me tiraba del sitio más alto. Me ponía el reto, pero por suerte ya lo he hecho mucho para saber que la vida nos ofrece diversas formas para disfrutarla.

—¿Cuándo fue la última vez que te tiraste en plancha?

—No sé si en plancha, pero te cojo la expresión porque ahora estoy en un momento de tomar decisiones para mí. Tal vez de vivir en otro lugar alejado, fuera de España, estoy abierto a eso.

—Si mañana te digo: «Vente a vivir a A Coruña».

—A Coruña es un buen lugar.

—Te quedó muy gallego...

—A lo Rajoy: «En A Coruña hay gente que hace cosas», ja, ja, ja. Es que es un buen lugar, ahora mismo tengo el gen gallego en efervescencia, aunque creo que me iré a vivir fuera de España.

—¿Pero en plan rollo familia? La última vez me dijiste que el matrimonio no te iba. ¿Estás más asentado?

—No, no lo controlo eso yo. No me veo todavía asentadito, me encanta estar abierto a lo que venga. Soy de agua, un escorpio, y el agua estancada se pone mala. Yo creo que soy de fluir, mi vida tiene que ver más con eso que con algo que me ancle. Como decía un ser que quiero mucho: «La vida puede ser corta, pero es muy ancha».

—En un titular dijiste que te gustaba contradecirte y comerte tus palabras. ¿No te gusta tener razón?

—Ahora diría «acepto contradecirme». Lo de comerme mis palabras era muy bruto, me hace gracia ver muchas veces lo que he dicho o escrito, porque se percibe la esencia, pero también el cambio. Ahora la palabra sería más entendimiento, aceptación, empatía...

—¿Eres de pedir perdón?

—Pedir perdón es precioso cuando la ocasión lo merece. Pero no creo que sea bueno llevar el perdón como bandera.

— Has hecho «Antidisturbios», con Sorogoyen, ahora «Fatum», un «thriller», ¿eres un hombre de acción?

—Me divierte, sí. Pero me encanta una peli parada también, si tiene algo que decir. Siéntame en un banco, y ponme a hablar, que yo lo hago.

—¿Qué peli has visto más veces?

Mar adentro, El hijo de la novia, Moulin Rouge, me sorprendió mucho. También E.T. y Expreso de medianoche.

—En «Fatum» eres un padre desesperado, ¿cómo lo has trabajado? ¿En qué pensabas?

—¡La verdad es que he sido padre tantas veces en ficción que siento que lo he sido! Le tengo cariño a esos diferentes hijos. Pero en Fatum me bastó una conversación con un padre que tenía un hijo con la misma enfermedad que representamos en la ficción. Hablamos por teléfono, que se lo agradezco infinitamente a través de esta entrevista, y la verdad todo lo que me contó fue tan profundo que le di las gracias. Y le dije que así de cuidadoso iba a ser con la historia, así está contada.

—¿Sigues en contacto con esos amigos del cole mayor de Vigo?

—Sí, ja, ja, son todos emprendedores. Ahora otro ha montado unas cabañas en Laxe, Cabañas Narea, un sitio precioso. Quiero ir a visitarlo porque yo dentro de poco haré el Camino de Santiago. No salgo de aquí... [Risas]