María Pierres, Cohousing Galicia: «Ni es rollo comuna ni solo para mayores»

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Pierres (pimera por la izquierda) con parte del equipo de Cohousing Galicia.
Pierres (pimera por la izquierda) con parte del equipo de Cohousing Galicia. CAPOTILLO

OTRA FILOSOFÍA DE VIDA. «El cohousing es un modelo muy mal entendido», que crece en España. «Recibimos mucha llamada de Madrid con interés en el campo gallego», señala la arquitecta y emprendedora

20 abr 2023 . Actualizado a las 19:02 h.

«Aquí mandamos todos y no manda nadie», resume en una paradoja feliz José Pedro García, coordinador de comunicación de Trabensol, en Torremocha de Jarama. Ese conjunto de 54 viviendas cumplirá una década en junio siendo un referente de vivienda colaborativa en España para Cohousing Galicia, que nació en la pandemia para difundir información sobre el modelo. Los pioneros en este estilo de convivencia que funciona con éxito en EE.UU. y el norte de Europa fueron dos malagueñas que, cumpliendo el sueño de envejecer juntas, pusieron en marcha Santa Clara, 76 apartamentos sobre una ladera donde es verano todo el año.

«Es un modelo desconocido y mal entendido», apunta a YES María Pierres, arquitecta y emprendedora del equipo Cohousing Galicia. «Nosotros queremos difundir el modelo y poner a la gente en contacto. Este modelo no debe ser un negocio con promotoras detrás. Es una alternativa de vivienda sostenible, antiespeculativa y más asequible», resume la emprendedora. En el plan estatal de vivienda se contemplan ayudas de 50.000 euros por casa para el modelo cohousing, que, si bien nació enfocado a la tercera edad, para envejecer sin soledad y de manera activa, avanza hacia perfiles diversos, también intergeneracionales, como el que acaba de arrancar en Asturias, Axuntase.

 ¿Va de vivir acompañado de amigos? Sí, habitualmente. Lo esencial, cooperar. Ahora bien, matiza Pierres, cada cual tiene su vivienda, en cesión de uso, de por vida. «Tú tienes tu casa individual y tienes una parte comunitaria. Aportas un dinero al principio. Y puedes recuperar esa inversión inicial si, supongamos, decides irte a Canadá. Si no quieres convivir no convives», afirma desechando clichés.

Estos núcleos suelen tener numerosos espacios comunes, como cocina, comedor, lavandería, biblioteca, salas de cine, fitness, fisio o nuevas tecnologías... Aunque qué espacios se diseñan en conjunto y qué servicios dependen de cada cohousing. No es un modelo único.

Existe un mapa de vivienda colaborativa en España (https://cohousingspain.org/), donde consultar las iniciativas actualmente en funcionamiento. Axuntase será el primer cohousing intergeneracional de Asturias, en Llanera, abierto a jóvenes y mayores.

Hay viviendas colaborativas por menos de 100.000 euros (interesante ver la ayuda que puede aportar el Estado, consulta en el Plan Vivienda 2022-25), y ya unas 200 iniciativas de este tipo en España. En Galicia el modelo de modelos está aún en pañales. Pero hay interés. «Con Cohousing Galicia contactaron, en solo dos meses, unas 250 familias interesadas. En cuanto aquí aparezca el primero, se va a replicar seguro», concluye Pierres.

Han recibido ya «mucha llamada de gente de Madrid y Barcelona interesada en venirse a vivir de esta manera al campo gallego».

Tres datos de interés

1. COHOUSING SPAIN

Consulta su web para ver el mapa sobre los que funcionan actualmente en España.

2. AXUNTASE

Un «cohousing» intergeneracional recién nacido en Llanera (Asturias). De referencia.

3. EN GALICIA

Hay proyectos interesantes en marcha, como Alvariza, en Santiago, y Ancoradoiro, en Nigrán.

Carmen, Juan Luis, Pilar y José Pedro, amigos y vecinos, jubilados hiperactivos posando en los jardines de Trabensol.
Carmen, Juan Luis, Pilar y José Pedro, amigos y vecinos, jubilados hiperactivos posando en los jardines de Trabensol.

Diez años viviendo con amigos y sin hipoteca: «Aquí la soledad desaparece, pero vamos con la lengua fuera»

El «cohousing» despega en Galicia, pero suma diez años en Madrid. Hablan los pioneros de esta forma de convivencia colaborativa. ¿Cómo es, en qué consiste? ¿Es para jubilados? Sí, pero no solo...

ana abelenda

Sin hipoteca ni afán especulativo, con espíritu aventurero y sin gota de pereza por aprender se entra con buen pie en uno de los proyectos de cohousing sénior pioneros en España. El primero tras el residencial Santa Clara, de Málaga, que echaron a andar dos amigas que cumplieron el sueño de envejecer juntas. ¿Cada uno en su casa y haciendo piña entre todos? Sí, el modelo va de eso. «Esto es una casa grande con 54 pequeñitas», resume José Pedro García, que lleva dos años viviendo en Trabensol con su mujer, Carmen Mahedero. «A envejecer entre amigos. Así nos vinimos nosotros aquí hace ya diez años», añade Juan Luis Cano, vecino de José y Carmen, que estrenó con su esposa, Pilar Sánchez, este núcleo residencial de Torremocha de Jarama. «La vecina de apartamento que tenemos hace ya 44 años que la conozco. Nuestros hijos fueron juntos al colegio», comienza a contarnos Juan.

Cuando él llegó con Pilar a Trabensol, la palabra cohousing casi ni nos sonaba. «Es que no había referencias. Había en nuestro caso el deseo de seguir manteniendo una relación con gente que había hecho cosas juntos. ‘¿Por qué parar con la jubilación ahora que los hijos se han ido?’, pensamos», cuenta Juan.

En esos inicios, él y Pilar se pusieron las pilas para enfrentarse a «una larga travesía por el desierto». En medio de un bum inmobiliario, se las ingeniaron para buscar una parcela «próxima a Madrid». Costó lo suyo. Al principio, había más de 200 interesados. «Pero, en cuanto se empieza a pedir dinero, el número baja drásticamente...», explica Juan. La idea: construir un conjunto de apartamentos en cesión de uso con una serie de servicios comunes. «Se optó en torno a 50 apartamentos. El grupo se consolidó y empezamos a vivir [en Torremocha] en el 2013», continúa el sénior.

«Yo ya soy vieja gloria», se ríe Juan. Todo empezó para esta pareja que no quiso ser una carga para sus hijos pasando los fines de semana en la sierra, «en una residencia de tiempo libre. Con el tiempo, aparte de amigos, empezó a venir gente de fuera», detalla Pilar, que tiene «el corazón partío, como dice la canción», por tener a los hijos en Zaragoza, así que la pareja de veteranos de Trabensol va curando la morriña con escapadas aragonesas.

Con todo, aseguran que Trabensol es su sitio, que volverían a atravesar el desierto para elegir vivir de esta manera. ¿Es idílico este modelo, aquí son entonces todo amigos? «Bueno, no es fácil —admite Pilar—... Aquí hay ratos buenos, malos y regulares. Hay malos humores y buenos humores, como en todas partes. Pero hay muchas cosas que nos unen, proyectos comunes. Esto es una locura, un desquicie. Nos hemos jubilado no sé para qué... Nos va la marcha». Son, aseguran estos «trabensoleños», no jubilados activos, sino hiperactivos.

Este conjunto de viviendas colaborativas es autogestionado; funciona con un consejo rector y con 11 comisiones para actividades y servicios. «Aquí se autogestiona todo». Y puedes hacer lo que quieras (convivir más, convivir menos) «siempre que no molestes ni pises los derechos de nadie».

Trabensol es hoy un referente en cohousing y también en envejecimiento activo. Entre sus distinciones, está la de ser finalistas en el 2011 de los Premios Endesa a la Sostenibilidad y la mención especial en los Premios de la Comunidad de Madrid a la Mejor Instalación Geotérmica en el Sector Industrial y de Servicios, en el 2012.

LOS «BABIES» DE 71

Trabensol ha ido cambiando en sus diez años, «como cosa viva que es», señalan quienes tienen claro que los amigos son la familia que uno elige. «Sí. Aquí tienes un vínculo de familia elegida y querida, desde luego. Lo fundamental es el respeto a los demás», sostiene Pilar. Pero este modelo tampoco es para todos. «Sí para una persona mayor que quiere vivir en comunidad»; este es el matiz.

Carmen y José Pedro son «los júnior» del cohousing. «Con 71 años, somos los babies de Trabensol», afirma Carmen. El matrimonio, que llegó a Torremocha de Badajoz, intentó poner en marcha el modelo en su tierra. Pero, tras cuatro años, abandonaron o, más bien, recondujeron la idea hacia esta sierra. «Veíamos que, si no, se nos iba a pasar la edad...».

Tras exprimir dos años en Trabensol, Carmen firma «todo lo que ha dicho Pilar». «Aquí hay gente con la que te llevas maravillosamente y otra de ‘hasta luego, adiós’, pero es lo que pasa en cualquier núcleo humano», dice la «baby», que tiene a sus tres hijos en Barcelona, adonde se desplazan cada vez que un nieto está de cumpleaños. Y así van conciliando estos cohousers su hiperactividad enTrabensol con el cuidado de los lazos familiares.

Para Carmen, lo mejor del cohousing «es que la soledad desaparece». ¿Y lo peor? «Sigo de acuerdo con mi vecina del alma. Aquí vivimos siempre con la lengua fuera. A mí me dijeron nada más llegar: ‘Tienes que aprender a decir que no’. Y aún estoy en parvulitos de no, a ver si paso a Primaria...», revela Carmen, la coordinadora de la comisión de actividades de Trabensol.

«Las mujeres tienen un sentido práctico superior —considera su marido, José—. Carmen es la culpable de que yo esté hoy aquí. He venido acompañándola a ella, pero una vez que estás en el ambiente, te absorbe».

Esta pareja no llegó exactamente por amistades a Torremocha. «Nos interesó venir a ver cómo se vivía. Como a mucha gente que pasa por aquí», cuenta José Pedro, que lleva la comisión de comunicación, desde la que atiende a interesados en su experiencia o en llevar a cabo iniciativas parecidas. «Como vivienda colaborativa en cesión de uso, con autogestión y sin especulación, el concepto de cohousing ha llegado al nivel del conocimiento; se ha hecho incluso alguna tesis doctoral».

¿Requisitos para apuntarse a vivir en este cohousing sénior? «Somos gente bastante normal... Aquí no hay gente privilegiada, pero sí hay que tener espíritu de colaboración. Te tiene que gustar relacionarte. Esto es una casa grande, con 54 casitas, con un montón de espacio para hacer comunidad. Tienes que tener cierta predisposición, ganas de aprender, cierto nivel de salud y también cierta solvencia», añade José. Esta comunidad colaborativa la integra gente de «clase media-media, gente trabajadora que vive de sus pensiones. No hay ni ricos ni pobres». La edad para entrar, entre 50 y 70.

Los cohousing sénior, por dibujar unos trazos comunes, son grupos de amigos se juntan para pasar la vejez, buscan un terreno, montan una cooperativa y construyen apartamentos en cesión de uso. Y todo con la autoorganización por norma.

Aquí, como casi todo, se cooperativizan los cuidados y la dependencia. Y el abanico de actividades que ofrecen llena a tope la agenda. «Desde paseos nórdicos o sesiones de qigong a talleres de costura, audiciones de música, juegos de salón, biblioteca o cine familiar los domingos», detalla solo unas cuantas actividades Juan Luis Cano.

Hay un día de «bocata en común» y «salidas de oreja» (a las que da nombre la oreja a la brasa que saborean), y los domingos, misa... «una misa que consiste básicamente en tomar chocolate con churros», matizan. Divino...

La vida no se hace solo en casa, dicen los vecinos de una comunidad que destaca por su carácter «solidario», «con movimientos reivindicativos importantes». «Hay un gran sentido de la solidaridad entre nosotros, y no solo, con el entorno también», recalca José Pedro. ¿La receta Trabensol? «Es fundamental creer en el modelo y no acongojarse. Si te va mal o no te adaptas, recuperas lo que has puesto y te vas. Es un deseo reversible, siempre hay retorno», concluye.

La inmensa mayoría se quedan. Se ve que ocuparse y colaborar fenan el envejecimiento. Para el que quiere aprender, siempre es primavera.