Juan Granados, examinador de la ABAU: «La selectividad de ahora no es más difícil que la de antes. Aprueba el 90 %»

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ANGEL MANSO

Con constancia y esfuerzo se puede alcanzar la nota deseada en esta temida prueba. Ese es el mensaje que este inspector de Educación lanza a los que se van a examinar. «Es fundamental saber qué te están preguntando y hacerse un esquema para ordenar el examen», dice

18 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Juan Granados lleva desde los años 90 corrigiendo exámenes de la temida selectividad. Ha visto de todo en estos 30 años, pero quiere enviar un mensaje tranquilizador a todos los jóvenes que se van a examinar este año. Con constancia y esfuerzo todo es posible. Además, no cree que ahora sea más difícil aprobar la ABAU que antes. Todo lo contrario, pero reconoce que el quid de la cuestión es llegar a la nota deseada.

—¿Es la ABAU de ahora más difícil que la de antes?

—No, categóricamente no. Solo hay que tener en cuenta los resultados de aprobados, que siempre superan el 90 %. Aquí el gran problema para los alumnos es alcanzar una nota suficiente para entrar en determinados grados. Ese es el gran problema, pero aprobarla no. Es decir, lo difícil es poder entrar en el grado de Medicina o en Biotecnología, en carreras muy demandadas, ahí sí que tienen que tener notas muy elevadas. Y, la segunda parte, es que esto viene de la Unión Europea y se están diseñando pruebas con carácter más competencial, en función de la nueva Lomloe [ley de educación llamada ley Celaá]. ¿Qué quiere decir esto? Que están contextualizadas con la vida cotidiana y con la resolución de problemas, más que con el desarrollo de aspectos teóricos.

—¿Esto ya se aplicaría en esta selectividad?

—No. Este año va a seguir prácticamente igual. El ministerio está revisando con las comunidades autónomas cómo va a quedar finalmente, pero este año va a ser exactamente igual. Y el año que viene, probablemente el primer cambio sea el aumento de tiempo, que será en torno a un cuarto de hora en cada examen. Eso significará que se alargarán un poco las jornadas de la prueba, e incluso los días. Y otro aspecto es que Historia de España, que ahora es obligatoria, dejará de serlo y se podrá elegir entre esa e Historia de la Filosofía. Pero este año va a quedar la cosa igual porque no da tiempo a nada. Las pruebas en mayo tienen que estar ya diseñadas.

—¿Quién es el encargado de decidir las preguntas?

—Eso lo hace la persona coordinadora de cada grupo de trabajo, que pone una serie de exámenes. Solo es esa persona, no los que estamos en el grupo, y luego, por sorteo, se sacan las pruebas que van a caer, de forma que nadie pueda saber, como es lógico, qué prueba en concreto se va a aplicar. Yo estoy en el grupo de trabajo de Historia de España. Y como eso tiene que estar listo en mayo, no hay margen para cambiar.

—Algunos estudiantes pasan un auténtico calvario en segundo de Bachillerato por la ABAU, llegan a decir que es más difícil ese año que los posteriores de la carrera universitaria.

—Es verdad que el profesorado y el alumnado están volcados en la superación de una prueba, eso está claro. Todos los esfuerzos van dirigidos a eso. No les queda otra, porque a ellos les interesa acceder a los grados en buenas condiciones. Entonces eso te condiciona el curso y es un año lleno de incertidumbre. Pero, de todas maneras, bien llevado y como la distribución de contenidos está muy clarita, si eres una persona previsora y vas preparando cada día las cosas, no tiene que ser un gran inconveniente. Prácticamente tienen seguro aprobarlo. Lo que no tienen seguro es elegir el grado en el que puedan entrar y eso es un poco traumático. Hay personas que quieren ir claramente a Medicina, Matemáticas o Informática, y ahí son habas contadas. En ese sentido, sí es traumático, pero no más que cualquier otra cosa. Quiero decir, es una circunstancia vital como tantas otras que tenemos.

—¿Cómo hay que afrontar la selectividad?

—Con serenidad y trabajo constante, fundamentalmente. No puedes encerrarte un mes, eso no tiene sentido. Bien llevado, no tiene gran problema y, también, cuenta mucho la trayectoria, porque si has hecho un buen primer curso de Bachillerato, seguramente hagas un buen segundo. Tienes base para ello. Ahí yo creo que la tensión familiar viene por si vas a entrar o no en la carrera, más que por si apruebas.

—Es que algunas notas de corte buscan la excelencia.

—Sí, es una locura porque hay un límite de plazas, pero es así.

—Pero luego no hay médicos, por ejemplo. Y resulta que tampoco hay plazas suficientes para todos los que tienen vocación para ello. Parece que algo está fallando en el sistema.

—Es un contrasentido, pero, en realidad, la falta de médicos es multicausal. Se debe a muchos factores. Hay que tener en cuenta que hay muchos que optan por tener mejores salarios en el extranjero. Y, luego, los recursos públicos en las facultades de Medicina son finitos, claro. Porque además implica tener laboratorios, tecnología... Y todo eso es muy caro de sostener.

—¿Cuántos años llevas corrigiendo exámenes de selectividad?

—La primera vez creo que debió de ser en el año 90 o por ahí. Lo que pasa es que no fui todos los años. Descansé alguno.

—Tendrás anécdotas de todo tipo...

—Sí, cosas muy graciosas. Por ejemplo, en Geografía e Historia, recuerdo que una vez preguntando sobre la climatología del Magreb, en el norte de África, un alumno puso: «Pues viven muy mal porque están sometidos a constantes plagas de cigalas». Si fuera así, ¿dónde está el problema? ¡Vivirían genial! [se ríe]. El hombre confundió la langosta con la cigala. Y luego, diacronías. Que te pongan la batalla de las Navas de Tolosa junto al reinado de Fernando VII [en lugar de Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra]. Eso es muy normal porque se equivocan de rey y ya se han saltado varios siglos.

—¿Qué consejos le darías a los jóvenes de este año?

—Algunas cosas son muy prosaicas, como ir al baño antes para estar más relajado y no estar pendiente de entrar y salir. Luego llevar varios bolis, siempre se te estropea uno o hay algún compañero que se ha quedado sin él. Pero lo que es fundamental es leerse muy bien el texto del examen, saber qué te están preguntando. Eso es esencial porque empiezan a escribir sin hacerse una composición de lugar. Además, tienen ocho folios. Por lo tanto, en la parte de atrás del primer folio pueden hacer un esquemita que les puede servir para ordenar el examen. Eso es fundamental: Dedicar cinco minutos a saber qué queremos hacer, qué opciones vamos a elegir, cómo lo vamos a enfocar. Y luego, llevar agua para estar hidratado. No echar de menos tampoco la calculadora, llevar el diccionario de latín y griego... quiero decir, esas cosas básicas, que a veces los nervios juegan malas pasadas.

—¿Alguna cosa más?

—Las pegatinas para identificar los exámenes. Las pegatinas hay que defenderlas con la vida. Muchos, con los nervios acaban el examen y las dejan encima de la mesa. Mal hecho. Hay que llevárselas siempre contigo. Es importantísimo. Tiene solución, pero no conviene llegar a que tengan que solucionártelo.

—¿Copian mucho los alumnos?

—A estas alturas copiar no sirve de gran cosa. ¡Hombre! Alguna vez he visto a alguien que lleva un boli Bic con fórmulas grabadas o la típica chuleta, pero es muy residual eso.

—¿Y lo del pinganillo es más leyenda urbana?

—Bueno, no se puede descartar nada nunca. Pero como los chicos y chicas tienen que llevar el pelo recogido... a no ser que sea un pinganillo muy sofisticado... que tampoco creo, porque vale mucho dinero... De hecho, en los últimos años no me he encontrado ninguna incidencia, la verdad.

—¿Entonces ahora se copia menos que antes?

—Bueno, me da la impresión de que sí, aunque no lo puedo saber a ciencia cierta. Además, las preguntas son tan esperables, no sé cómo decirte, no te van a sorprender mucho. Y luego los exámenes tienden a ser competenciales. En Historia de España, la parte gorda del examen ya lo es. Es una composición a partir de varios textos históricos. Eso implica que tienes que demostrar la suficiente madurez y conocimientos históricos para interpretar los textos y ponerlos en contexto. Por lo tanto, es difícil copiar.