El calvario de la familia de Marina: «Mi hija nunca denunció por miedo a su novia y ella la mató»

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Javier Martín, Ideal

Con solo 18 años, esta joven de Motril murió por las puñaladas que su pareja le propinó cuando le dijo que la iba a dejar. A pesar de la condena, su familia pide justicia y denuncia el desamparo de las instituciones

28 mar 2023 . Actualizado a las 19:11 h.

A María Teresa Vallecillo le cuesta todavía hablar de lo que le sucedió a su hija Marina. El próximo 12 de abril hará dos años que murió a manos de su pareja en un cortijo de Motril (Granada). Le encontraron en su cuerpo cerca de 50 heridas de arma blanca, tal y como testificaron los médicos forenses en el juicio, a pesar de que en la sentencia se mantuvieran «al menos 13 puñaladas» iniciales. Marina apenas tenía 18 años. Era una cría. Y su pareja, Yasmina, le doblaba casi la edad. En el momento del crimen tenía 34 años. Por el medio, no es difícil imaginarse el sufrimiento de esta chica con cara aún de niña que acabó acuchillada por quien se suponía que era la persona que la quería. Yasmina acaba de ser condenada a 17 años de prisión por la Audiencia Provincial de Granada, pero la familia de Marina ya anuncia que recurrirá la sentencia.

También denuncia que en todo este proceso no han recibido el apoyo necesario que deberían por parte de las instituciones en un caso como este. Marina no es víctima de violencia de género, pero sí de intragénero, porque murió a manos de su pareja, otra mujer. Pero estos casos no tienen la misma consideración ni las víctimas reciben el mismo apoyo. De hecho, este terrible caso apenas ha tenido repercusión más allá de la provincia en la que se produjo, Granada. Y la policía, aunque hubiese querido, tampoco habría podido actuar de oficio.

«Lo mismo, día tras día»

«Cómo voy a estar...» es lo primero que sale de la boca de María Teresa. Reconoce que «mal», muy mal, que le cuesta el día a día y que está recibiendo ayuda psicológica para superarlo: «Es así todos los días, te levantas y es lo mismo día tras día. Lo que pasa es que tengo que seguir porque tengo cuatro hijas más. Y tampoco quiero que las niñas me vean así, mal». La mayor tiene ahora 22 años y la más pequeña 14. De la relación de Marina con su asesina explica que también siempre fue mal, que llevaban año y medio juntas, pero que los problemas que tenían eran evidentes. Marina se lo contaba a su madre: «Me contaba todo, que le cortaba el pelo, que le echaba sus propios meos encima, que la echaba a la calle... que le pegaba...», comenta con dolor esta madre, que ya en su momento verbalizó a su psicóloga el temor de que algún día le pudiera pasar algo a su hija: «Declaró como testigo que la niña estaba atemorizada porque también la trataba a ella. Íbamos las dos a la misma psicóloga».

También cuenta que no pudieron hacer nada por ayudar a su hija porque un mes antes de que Yasmina acabara con su vida, la pareja se había ido de la casa donde residía y desconocía dónde estaba. «Nosotras no sabíamos dónde la tenía. Ni tampoco que estaba en un cortijo. Unos nos decían que estaban allí y otros que estaban viviendo en un piso. Y ya nos enteramos de que vivían en el cortijo cuando pasó eso. Un mes llevarían allí, no más», comenta esta mujer, que está viuda y que reconoce que cuando la familia se enteró del crimen, todos se volvieron locos: «Eso fue una locura. No se podía estar aquí».

Para conocer el terrible desencadenante, el abogado de la familia de Marina, Jesús Huerta, explica que horas antes de que Yasmina la acuchillara, Marina le comunicó a su pareja que daba por terminada la relación y que la iba a denunciar. Eso le costó la vida: «Marina le comunica a Yasmina que no van a seguir juntas y que, además, la va a denunciar. Y esto es lo que provoca que Yasmina reaccionara de la manera que lo hizo. Nosotros lo sabemos porque lo dijeron dos testigos con los que Yasmina habló nada más ocurrir los hechos. Uno de ellos es el otro acusado —al que ella pidió ayuda para ocultar el cadáver— y el otro, una tía de ella. Los dos dijeron que, efectivamente, Marina la iba a denunciar. Pero aunque lo hubiera hecho, no se hubiera activado el protocolo de protección que se activa cuando la agresión es de un hombre a una mujer».

Deshacerse del cuerpo

Después del crimen y según quedó demostrado, Yasmina intentó deshacerse del cadáver buscando un lugar donde enterrarlo con la ayuda de otra persona, un joven con un retraso mental que le hacía «especialmente manipulable» y que fue absuelto del delito de encubrimiento. Ella acabó entregándose a la policía al día siguiente y confesando lo que había hecho. En la sentencia queda también constatado que la intención de Yasmina fue la de «hacer sufrir cruel e innecesariamente» a Marina. «No pensé, le quité el cuchillo y la apuñalé [...] no sé dónde le di ni cuántas puñaladas fueron», declaró en el juicio. Los agentes de la Policía Científica de Motril se encontraron a la víctima envuelta en una manta con restos de sangre en el cortijo, aunque también se percataron de que habían borrado numerosas pruebas. El interior del cortijo olía muy fuerte a lejía y los signos de haber limpiado a fondo eran visibles. A Yasmina la condenaron a 17 años de prisión por un delito de asesinato con ensañamiento, con el agravante de parentesco y el atenuante de confesión.

Pero Teresa ya anuncia que van a recurrir. «Yo no estoy preparada para encontrármela en la calle en unos años», confiesa esta mujer que también reconoce que en la misma zona donde residen también vive la familia de la condenada.

Por su parte, la psicóloga Isabel González Sáez, que conoció de cerca el caso y que colabora con las víctimas a través del correo violencia.intragénero@gmail.com, destaca el sentimiento de desamparo e injusticia que sintió la familia en todo el proceso. «Lo que conlleva es que el duelo sea mucho peor, porque lo están viviendo de una forma mucho más dolorosa. Son varias cosas, no se sintieron protegidas, sintieron indefensión, no pudieron ayudarla en su momento, la policía no pudo intervenir de oficio, con lo cual eso les provocó también mucha indefensión, más luego el desenlace, que se les ha invisibilizado, no se han sentido apoyadas a nivel político...», comenta esta experta en este tipo de casos. «Aunque se hubiera producido este mismo desenlace, si hubiera medidas efectivas para este tipo de casos, la familia hubiera tenido un menor sufrimiento psicológico, se hubieran sentido acompañadas a la hora de afrontar un duelo de estas características».

Isabel está de acuerdo en el hecho de que no todas las violencias son iguales, que hay diferentes, pero reclama la necesidad de poner medidas en este tipo de casos, porque las víctimas están desamparadas. «Al estar viviendo una situación de violencia intragénero es mucho más efectivo y positivo y sanador tener medidas y ser ayudado. Y en este caso no ha sido así», comenta esta profesional, que destaca también que en el máster de Sexología de la Universidad de Sevilla se están realizando investigaciones sobre la violencia intragénero. María Teresa y sus hijas saben que ya nada podrá devolverles a Marina, pero sí quieren justicia y, sobre todo, que nadie más se sienta desprotegido.