Beti Hervés: «Teño 43 anos, estou casada e vivimos felices con meus pais»

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Ramón Leiro

En este hogar de la aldea de Vilar (Cuntis) vive un matrimonio, su hija, y los padres de ella. Fue una de las condiciones que le puso a su marido antes de casarse

21 mar 2023 . Actualizado a las 15:56 h.

Canta Maluma sin descanso eso de «vamos a ser felices los cuatro». Pues en vez de cuatro, pongamos cinco. Y sale la historia de Tomás, Flora, Emilio, Beti y la pequeña Saínza, una familia de la aldea de Vilar, en el municipio pontevedrés de Cuntis. Porque ellos, abuelos, padres y nieta, son un equipo de cinco para todo: viven juntos y hasta a veces se marchan juntos de vacaciones. En sus vidas, a las que ponen voz el abuelo Tomás y su hija Beti, seguramente se reconozcan muchas otras familias de la Galicia rural, donde pervive la tradición de que varias generaciones convivan: «Si, teño 43 anos, estou casada e vivimos cos meus pais», indica Beti.

 Ella, efectivamente, pasa de los 40 y no ha vivido nunca alejada de sus progenitores, Tomás y Flora. Primero residió en un piso en A Estrada con ellos y con su hermana —que, por cierto, vive también en la misma aldea que ellos, a solo 200 metros de la casa familiar— y luego, cuando sus progenitores hicieron una casa en el citado lugar de Cuntis, se trasladaron todos allí. Beti se casó con Emilio y se ríe al recordar que una de las condiciones ya fue que vivirían con los padres de ella: «Nalgún momento pasounos pola cabeza comprar un piso, pero descartámolo rápido. Os meus pais sempre quixeron que unha das dúas fillas quedara na casa... E nós encantados». Luego, tira de retranca y espeta: «¡Así aforramos a hipoteca!».

Cuenta que no les costó adaptarse a vivir todos juntos: «Discutimos como todas as familias, pero a verdade é que case todo se fai por consenso. Cando hai que tomar decisións adóitanos mandar a meu pai e a min. Aínda hai pouco cambiamos o chan dunha parte da casa e alá fomos el e eu á tenda. O meu home adoita dicirme que é a casa deles, que elixa eu. E a miña nai tampouco quere tomar decisións... aínda que despois ás veces non lle gusta o resultado, porque a lousa que eliximos non a convencía... E xa lle dixemos que a próxima vez ten que vir con nós», explica Beti entre risas.

Señala que, como todas las circunstancias vitales, vivir en compañía de los progenitores tiene sus cosas buenas y también alguna desventaja, como cuando la pareja tiene diferencias y toca discutir delante de los demás. Pero ella cree que pesa muchísimo más lo bueno, tanto a efectos prácticos como emocionalmente: «É moi bonito disfrutar cos pais e por outro lado é unha axuda moi grande que chegues de traballar e teñas a comida feita por túa nai ou que teu pai estea aí para todo. Eles teñen 75 e 73 anos e de momento están de marabilla, poderían vivir sós perfectamente. Pero nunca pensamos en que fose así, non queremos separarnos», explica.

La ventaja de vivir con los abuelos se hizo más notoria hace diez años, cuando nació su hija Saínza. Entonces, su padre y su madre se convirtieron en parte fundamental de la crianza para que Beti pudiese volver a incorporarse al mercado laboral. Actualmente, con Saínza ya en quinto de primaria, tanto ella como su marido siguen tirando de los abuelos para cuidarla: «O meu home traballa nunha fábrica e eu estou nun comedor escolar e nun programa de conciliación municipal. Teño, xustamente, horario de tarde. Así que é o avó o que leva a Saínza ás súas actividades. Ela está encantada con el e coa avoa. Paréceme moito máis sinxelo vivir con eles que o feito de que a tivesen que andar dunha casa para outra», señala Beti. 

«Eu son feliz de taxista»

Tomás Hervés, el abuelo, interviene entonces: «A verdade é que eu son moi feliz así, de taxista da neta. Lévoa a música, a inglés ou ao fútbol. É a única neta que teño e pásoo moi ben con ela... Aínda que antes como era máis pequena xogabamos máis. Agora prefire andar coa tablet, pero son cousas da idade», indica. Aprovecha entonces para confirmar punto por punto lo dicho por su hija. Dice que a él y a Flora, su mujer, no había cosa que les hiciese más ilusión que hacerse mayores con alguna de sus hijas cerca. Así que se sienten afortunados de que una viva en casa y que la otra esté en la misma aldea. Señala que jamás se plantearon que fuesen a estar más tranquilos o a su aire con ellas lejos: «Para nada, nós somos de unión si ou si. Eu quero que canto máis tempo estean con nós, mellor», dice con rotundidad. Señala también que la llegada de su yerno a casa y el nacimiento de Saínza no hicieron más que mejorar las cosas: «Levándose ben, non hai problemas. A casa é grande e hai sitio para todos. E non me digas que non é bonito ter máis xente coa que falar. Porque se eles non vivisen con nós estariamos eu e a muller sós», explica.

La relación fluye tanto que a veces incluso comparten su tiempo de vacaciones y el abuelo Tomás los acompaña a Mallorca, donde tiene una hermana. La abuela Flora no es viajera, así que prefiere quedarse en casa. Lo cuentan padre e hija casi al unísono: «Estivemos hai pouco alá e fomos os catro, porque ao ter familia alí pois apetécenos ir a todos. Para nós é algo moi normal viaxar xuntos», indican.

De todas formas, ni padre ni hija niegan que, de cuando en vez, surge alguna disputa en el hogar. Los dos se ríen al hablar de ello, porque saben bien que el origen siempre suele ser el mismo: «O problema maior é cando rifamos con Saínza, que eles enseguida saen a defendela e pídennos que a deixemos tranquila. E iso non pode ser», dice la madre. «Eu entendo que ás veces lle teñen que berrar se non fai algo ben, pero a min dóeme que sexa diante nosa, non o podo evitar. Pero non é certo que a defendamos... procuramos calar. O que pasa é que é unha nena... hai que entendela», justifica el abuelo.

Habría que interrogar uno a uno a los cinco miembros de la familia, pero tanto Tomás como Beti dudan cuando se les pregunta por la persona que más manda en casa: «Somos moi de consenso», indican. Tan de acuerdo están que ni siquiera por el mando de la tele hay peleas. Aunque la cosa, como casi en todas las casas, tiene truco: «Hai catro televisións, como para pelexar por elas...». De hecho, los jóvenes se encomiendan más a Netflix, mientras los abuelos se quedan con los canales de la tele convencional. Pero a veces les gustan las mismas cosas y comparten las noches de sofá: «Con algunhas series enganchámonos todos. Pasounos con Padre Casares».

Puede que llegue un momento que la convivencia deje de ser tan fácil porque los abuelos necesiten cuidados. Todos son conscientes de ello. «Eles agora axúdannos a nós e despois nós axudarémoslles a eles», señala Beti. «Nalgún momento supoño que necesitaremos coidados... e espero que nos coiden», añade Tomás. Ni él ni su mujer quieren viajar con el Imserso ni hacer otra cosa que no sea cuidar a Saínza. Dicen que es su bendita rutina. Así que lo dicho: felices los cinco.