Teresa Viejo, comunicadora: «Tengo una profunda fe y creo en la trascendencia»

VIRGINIA MADRID

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SANDRA ALONSO

«La curiosidad es el mejor antídoto frente al miedo, es una de las veinticuatro fortalezas humanas», asegura la comunicadora, que este verano publicó «La niña que todo lo quería saber»

01 feb 2023 . Actualizado a las 09:22 h.

«Teresa, ¿tú por qué siempre lo quieres saber todo? Esta pregunta me acompaña desde niña y por ello, decidí investigar la curiosidad, la primera fortaleza humana», asegura con una gran sonrisa. Periodista, escritora, conferenciante y maestra de la curiosidad, así se define Teresa Viejo (Madrid, 1963) en su página web: «Estoy muy ilusionada desarrollando el Instituto de la Curiosidad, que pretende ser una institución, que aúne investigaciones y que de alguna manera lidere la cultura de la curiosidad en este país». Atrás quedó su etapa en la televisión o como directora de la revista Interviú: «Estoy feliz con esta nueva faceta y no siento nostalgia del pasado», concluye.

 —Regresas a la literatura con este libro. ¿Qué ha sucedido en este tiempo?

—Empecé a investigar la curiosidad casi al mismo tiempo que estaba inmersa en mi última novela. Me pareció un tema apasionante y comencé a realizar todo tipo de cursos para obtener mis títulos especializados en la materia. Y poco a poco, me he puesto a dar conferencias, realizo formación en empresas y hoy soy una experta en curiosidad.

 —En el libro cuentas que en el 2011 fue el año del cambio, un momento donde decidiste dar un giro a tu vida.

—Sí. Llevaba arrastrando cosas y en ese momento todo salió. Por una serie de acontecimientos y experiencias que prefiero reservarme, en ese momento me replanteé una serie de cuestiones de mi vida y el sentido de muchas cosas que me habían pasado. Fue un proceso lento, pero fue ahí cuando comencé un trabajo de autoconocimiento donde la curiosidad fue la clave.

 —Hablemos entonces de la curiosidad. ¿Cómo la podemos definir?

—Desde la Psicología Positiva, es la primera de las veinticuatro fortalezas humanas. En mis conferencias, siempre digo que es como un superpoder, porque abre todas las puertas. Además, es la llama que incita a hacerse preguntas, a buscar la explicación de cómo funcionan las cosas y nosotros mismos.

 —¿Y cómo podemos cultivarla?

—Con prácticas, con constancia y cambiando hábitos y conductas. Es como un juego. Algo muy sencillo sería preguntarnos por qué suceden las cosas y cómo funcionan. El deseo de aprender, de descubrir y de enriquecernos, ahí reside la magia de la curiosidad.

 —Diriges y presentas el programa «La Observadora» en RNE. ¿Qué te gusta observar?

— Me encanta curiosear a las personas, cómo se sienten, cómo se han enfrentado a situaciones difíciles, cómo viven sus afectos. Además, la ciencia, todo lo referente al cuerpo humano, concretamente la sinapsis del cerebro. También, me apasiona el universo y, sobre todo, la naturaleza. Cuando vivimos la gran nevada de la Filomena y la nieve lo cubrió todo, me pareció sorprendente cómo la vida volvió a brotar en cuestión de meses, árboles, plantas y flores.

 —¿Te gustaría regresar a la primera línea de la televisión?

— No, para nada. Estoy creando el Instituto de la Curiosidad para poder activar esta cultura en la sociedad española e investigar. Además, organizo formaciones, doy conferencias, colaboro con empresas, formo a líderes para enseñarles a gestionar y a comunicar y todo este trabajo me enriquece y me satisface muchísimo. Por eso, te aseguro que esto no lo cambio por nada.

 —Y a nivel personal, ¿Qué te pierde? ¿A qué no puedes resistirte?

—Desde niña me fascinan las casas abandonadas. Voy con el coche de viaje y veo a lo lejos una casa abandonada y me tengo que acercar a curiosear, son como un imán para mí. De hecho, las casas abandonadas son el catalizador de mis novelas, se convierten en una obsesión y empiezo a investigar, buscando fotos antiguas, objetos y hasta mapas.

 —¿Tu paisaje?

—Un mar, no siempre plácido y oliendo a hierba.

 —¿Cómo recargas las pilas?

—Con amor. Tengo a mi lado a un gran abrazador, que me cuida y me mima, también me llenan de energía mis amigos con una buena conversación y una cena rica y por supuesto, paseando, disfrutando de un paisaje inolvidable.

 —¿Quién es el faro de tu vida, Teresa?

—¡Uy! Tengo una profunda fe y creo en la trascendencia y estoy convencida de que tengo varios faros que me cuidan y me protegen desde no sé dónde. Pero prefiero no ponerles nombres.