Nekane González, especialista en inteligencia emocional: «Nos han inculcado que si no estás todo el rato produciendo, no avanzas en la vida»

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Esta malagueña, especialista en inteligencia emocional, asegura que nosotros mismos podemos ser nuestros peores enemigos. «Me he dado cuenta de que he sido yo misma quien me ha hablado peor en esta vida», explica

30 ene 2023 . Actualizado a las 09:19 h.

Nekane González (Málaga, 1985), la especialista en inteligencia emocional, que cuenta con casi cien mil seguidores en las redes sociales (@caricias_emocionales) propone en este libro, Palabras a mi mejor amiga, que a ella le ha servido para «hacer las paces consigo misma, y empezar a tratarse mejor», un ejercicio de reflexión y apoyo gracias al poder de las palabras. Señala que el diálogo interior es de las conversaciones más difíciles que existen, y que la mayoría de las veces nuestros pensamientos son para castigarnos. «Nos han educado en mirarnos el fallo más que el acierto», señala esta coach educativa y formadora en el ámbito del desarrollo personal. 

—¿Hablamos menos de lo que deberíamos con nosotros mismos?

—Parece que las conversaciones más difíciles hay que tenerlas con otras personas, y se nos olvida que para construir vínculos sanos tenemos que empezar por nosotros. Esas conversaciones con nosotras mismas son superimportantes, porque del modo en que nos hablemos vamos a construir la realidad que queremos. Pero son las más difíciles. 

—¿Incluso lo poco que hablamos suele ser para regañarnos?

—Totalmente, de hecho muchas veces pensamos que como no lo verbalizamos no lo estamos viviendo, pero muchos de nuestros pensamientos tienen la misma repercusión, porque nos hacen sentir de una manera u otra. La mayoría de las veces son para castigarnos, y eso nos afecta a nuestro estado de ánimo. Creo que nos han educado un poco en esto, a mirarnos el fallo más que el acierto. Y cuando te haces mayor y empiezas a darte cuenta de esto, dices: «Voy a aplaudirme yo también lo bueno, que es mucho...». Y es superimportante tener en cuenta dónde ponemos el foco, si lo ponemos en lo que nos falta o en el error.

—Dices que a veces somos nuestros peores enemigos.

—Yo cuando me he parado a pensar qué persona en toda mi vida me ha podido hablar peor, me he dado cuenta de que he sido yo misma la que me he hablado peor y la que me he tratado de manera muy injusta. En general, somos muy benevolentes con la gente cuando nos ocurre algo, solemos perdonar, y eso está muy bien, pero cuando se trata de nosotras mismas, no es tan sencillo. Eso de perdonarnos es una tarea más complicada.

 —¿Una palabra puede tener el mismo efecto que un abrazo?

—Tal cual. El silencio es información, un gesto también, todo lo que ocurre a nuestro alrededor lo vamos asimilando, y se transforma en un pensamiento. Y, al final, los pensamientos determinan nuestras emociones.

 —¿Este libro «Palabras a mi mejor amiga» es un ejercicio interior personal?

—Creo que todos mis libros tienen mucho de mí, porque o nacen en una etapa en la que necesitaba poner palabras, ya sea al dolor o a un buen momento, o como ahora, que es un ejercicio personal de hacer las paces con una misma, y de empezar a tratarme mejor.

 —¿Cómo sabe uno que va por el buen camino?

—Es muy complicado, porque además yo creo que en el camino siempre estamos. Pero esa sensación interna de paz, de tranquilidad aparece cuando el ruido interior baja, ese volumen de tantas preocupaciones, de tanta autoexigencia, de tantos sentimientos encontrados, y llega un momento en que dices: «¡Qué tranquila estoy!». Ese es el bienestar emocional, que no se trata de estar siempre feliz, porque no podemos estarlo 24/7, pero sí tener una sensación de paz. Esto se consigue con un trabajo interno, poco a poco, y es la asignatura de toda la vida. Estamos siempre en un continuo aprendizaje, porque no somos las mismas personas, por suerte evolucionamos, cambiamos, incluso aunque estemos parados... Yo creo que a veces pararse es también una buena manera de avanzar.

 —Y parece que la única manera es la contraria, tirar hacia delante.

—Claro, porque se nos ha inculcado mucho el hecho de ir hacia delante, de conseguir objetivos, y se nos olvida que para conseguirlos primero necesito saber qué quiero, cómo me encuentro, cómo estoy... Tampoco se nos ha educado mucho en esa calma, de decir «voy a estar un tiempo sin producir», sino que se nos exige todo el rato producir, producir, y parece que si no haces eso no avanzas en la vida. Esa frase («a veces la mejor forma de avanzar es parar») para mí es muy importante, porque no sé si te ha pasado de tener que parar alguna vez y sentirte culpable. De llegar a pensar: «No estoy haciendo nada», pero decir «nada» es bastante injusto, igual estás descansando, hablando contigo, conectando, escuchándote, buscando soluciones...

 —Nos creemos que por parar no estamos dando todo, pero quizás lo estamos dando mejor, ¿no?

—Es que esta es la clave. No se trata de mucho, sino de bueno. Por desgracia, cantidad no es calidad, y eso se dice siempre, y eso yo lo aplico a relaciones, a la amistad, al amor, a las actividades, a la autoestima... Al final, lo que importa es la calidad con la que ofrezcas eso, y si es amor todo el rato, pues como pollo sin cabeza, pa´lante. Y cuando nos autoexigimos mucho, inevitablemente nos sentimos culpables. Sacamos ese látigo interno, y empezamos a hablarnos mal, y volvemos a la casilla de salida.

—¿En ese bienestar emocional del que hablas tiene cabida la tristeza?

—Yo me dedico a la formación en inteligencia emocional, y creo que la base de todas las bases, es que todas las emociones son tremendamente positivas, porque nos dan una información muy importante. Es verdad que la tristeza es un poquito más desagradable e incómoda, pero en los momentos en los que más he aprendido ha sido cuando he estado triste. Las emociones siempre son bienvenidas, y en vez de taparlas, hay que pararse a escucharlas. Ver aquello que necesito y dármelo. Para mí eso es el bienestar, escuchar esa brújula interna, que al final, son nuestras emociones.

 —Dices en el libro: «A veces la vida se basa en encontrar el equilibrio entre aceptar las cosas como llegan y poner de tu parte para que suceda aquello que quieras». Y me viene a la cabeza, Elena Huelva, la joven sevillana de 20 años que falleció recientemente a causa de un cáncer, y cuyas palabras nos ganaron a todos. Ese equilibrio entre la dureza de la situación, y el positivismo de sus mensajes.

—Me llega muy de cerquita, de hecho cuando me enteré de su fallecimiento me sentí supertriste, porque es una persona que seguía todos los días en redes sociales, y creo que mucha de esa admiración, de esa fuerza en sus palabras, es precisamente eso. Necesitamos referentes de resiliencia, de valentía, de decir: «Hay que ver la situación que tienes, que es tremendamente dura, injusta, y cómo nos estás dando una lección de actitud». Al final, somos un poco lo que hacemos con aquello que nos ocurre. No soy de típicas frases, ni de «si quieres, puedes», huyo mucho de este tipo de mensaje, sin embargo, cuando uno lo aplica de esa forma piensas: «Madre mía, qué ejemplo». Ella nos ha dejado un ejemplo en vida, y con su ausencia, que al final termina siendo presencia. Todos nos acordaremos de ella como un ejemplo de valentía, de hablar a los demás, pero en el fondo de hablarse a sí misma. Hay mucho de autorrevelación en todo lo que escribimos y decimos.

 —¿Cómo deberíamos cuidar nuestra autoestima?

—Una de las claves fundamentales es precisamente eso: cómo nos hablamos, cómo nos tratamos. Es un poco el título del libro, Palabras a mi mejor amiga, es el guiño, hacia tu mejor amiga, pero también a ti. Porque se trata de tenerse amor a una misma, ese respeto, ese cuidado, y muchas veces cuidamos mejor a cualquier otra persona que a nosotras. El pilar fundamental es el diálogo interno, cómo nos hablamos, cómo somos capaces de conocernos, y conocernos pasa por identificar cómo me siento, mis emociones, necesito poner límites, también tener una red de apoyo... pero sobre todo dedicar tiempo a saber lo que quiero y lo que no quiero. Y dárnoslo, porque muchas veces nos quedamos en el intento, y no terminamos de dar el paso. Otra palabra muy importante respecto a la autoestima es el compromiso con una misma.

 —«Te quiero conmigo, pero, si no es mutuo, me prefiero sin ti». Uno mismo siempre por delante.

—En este libro he querido hablar muy poquito sobre amor, porque los anteriores ya iban por ahí, y en este he escrito poquitos textos, pero los que están seleccionados, están para que no nos perdamos por el camino o nos desdibujemos cuando nos vinculamos con otra personas, que, a veces, no nos damos cuenta. Y de vez en cuando vas cediendo en ciertas cosas, adaptándote, que está bien para construir un vínculo, pero sin olvidarnos de nosotros, de lo que somos, de lo que queremos, y si no puede ser, me prefiero sin ti. No hacer verdaderas locuras, como hacemos muchas veces.

 —Llegar a ese punto no es sencillo.

—No, cuesta mucho porque siempre tenemos nuestras heriditas de guerra, y al final, todos queremos lo mismo: queremos que nos quieran. Y muchas veces por sentirnos queridas, elegidas, caemos en errores con ciertas personas que igual no son buenas. Cuando estás tranquila con una persona, no hay que hacer sacrificios... Ahora se habla mucho de las relaciones tóxicas, no, no, no... No se trata de que sea fácil, a día de hoy construir una relación es de las cosas más difíciles, y lo admiro muchísimo, pero creo que se puede vivir una relación de manera más sencilla.

 —Hablando de heridas... Dices que no se puede llegar a la meta sin cicatrices.

—Esas son las que nos van a recordar de dónde venimos, «te acuerdas cuando aquel día me pasó esto...». Yo creo que son necesarias, porque a veces queremos hacer lo mismo que cuando uno se tropieza e intenta disimular. Con las heridas emocionales deberíamos hacer lo mismo que con las físicas, cerrarlas de una manera que quede la cicatriz lo más sana posible, y que te recuerde que eso ya lo pasaste, para qué vas a caer dos veces en la misma piedra.