Presas con Quessada al frente

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El director de Pereiro, Francisco González, con la psicóloga del centro, el presidente del Colexio de Xornalistas, Francisco Sarria y el periodista Manuel V. Sola. De espaldas, un grupo de presas del módulo de mujeres
El director de Pereiro, Francisco González, con la psicóloga del centro, el presidente del Colexio de Xornalistas, Francisco Sarria y el periodista Manuel V. Sola. De espaldas, un grupo de presas del módulo de mujeres -

28 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En el año 1984, las cárceles de España eran salvajes contenedores de reclusión en los que los presos sumaban penalidades diversas a su privación de libertad. Hacía menos de una década que el país se había librado del dictador y las prisiones no escapaban al lento proceso que suponía convertirse en un lugar decente. Aquel año, en Ourense se estaba construyendo un nuevo presidio para sustituir al viejo penal de la calle de O Progreso, un sólido edificio de piedra que hacía tiempo que había dejado de ser presentable. La nueva penitenciaría se levantaba en el municipio vecino de Pereiro de Aguiar y aspiraba a representar una manera diferente de aplicar la política carcelaria. Mientras las grúas trajinaban por la loma sobre la que se iba elevando el complejo, tres artistiñas pintaban el gran muro que rodeaba el edificio, una estructura de seis kilómetros de longitud y cinco metros de alto que treinta años después sigue impactando a quien lo ve. El encargo lo había recibido Xaime Quessada y fue él quien convocó a Alexandro y Vidal Souto, compañeros de generación e intenciones; juntos acometieron una de las misiones más originales de sus carreras artísticas. Con aquellos frescos, que los reclusos iban a observar cada día desde sus celdas sin rejas y con grandes ventanales batientes, se sublimaba a través del arte la importancia de la libertad y se introducía dignidad al viejo concepto de cárcel. Esta de O Pereiro, enseguida se convirtió en un referente, una propuesta innovadora y vanguardista y una declaración de intenciones, convencidos sus promotores de que en prisión debe empezar el proceso de reinserción y que la libertad es el único derecho que un preso tiene retirado.

Este espíritu lo mantiene intacto el actual equipo directivo de Pereiro, con su director Francisco González al frente, un animoso y comprometido funcionario que casi vio nacer el brete y que hoy lo dirige con una vocación contagiosa y un compromiso sobresaliente. En este marco hay que entender las jornadas que desde hace unas semanas organiza el Colexio de Xornalistas en el pequeño módulo de mujeres con el patrocinio de la Fundación La Caixa. Una veintena de reclusas escuchan a periodistas y escritores para aprender claves con las que interpretar la información, la publicada y emitida, esa que tantas veces introduce un agravante en la condena que les impone un tribunal. Las presas hacen preguntas que todo periodista debería hacerse a sí mismo; la más descarnada, la que reclama un respeto más firme a la presunción de inocencia. Casi todas arrastran historias desoladoras con la adicción a las drogas como elemento común, historias que casi nunca se cuentan debajo del titular. En Pereiro las cuentan mientras los trazos de Quessada las observan.