Estos son los influencers gallegos de este año

Loreto Silvoso, Ana Abelenda, Alejandra Ceballos

YES

CARMELA QUEIJEIRO

Conoce a los que lo petan en las redes. No están todos los que son, pero aquí va una buena dosis de la ideosincrasia de Galicia en formato digital

31 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde Boiro con humor, Oliva Sin Hache sigue tirando de retranca para sacarle punta a esos adolescentes arrebatados por la arroba que se pasan el día encerrados en la habitación. Ella es una de las influencers que más nos ha hecho reír este año.

La primera vez que la entrevistamos en el YES, hace once meses, nos confesó que se sentía como la Pantoja cuando iba por las calles de Boiro. Pues bien, su fama ha ido tan in crescendo que eso mismo ya le pasa también cuando pasea por las calles de Santiago. «El otro día fui con mi hijo a un centro comercial compostelano y, tienda en la que entraba, tienda en la que me reconocían», reconoce Oliva Lojo (Boiro, 1968). Su chaval no daba crédito y eso que él ha sido la fuente de inspiración para la cantidad de vídeos tronchantes con los que esta gallega de pelo blanco se ha hecho viral hablando de cómo sobrellevar la dura convivencia con las etapas más tempranas de la vida.

¿Cómo lleva el salto a la viralidad de la fama? «Sigo igual que siempre. Mi vida cambió lo justo. Continúo haciendo vídeos en mi casa y lo único diferente es que empecé en Instagram, que antes solo tenía TikTok», explica la de Boiro. Casi 160.000 seguidores acumula ya en la red social (todavía) amable y bonita. «Ahí me siento muy cómoda, porque yo acostumbro a interactuar mucho con la gente y en este canal es más fácil. Lo hago a través de las historias o de los mensajes privados, porque la gente me envía muchos y me escriben a menudo contándome sus cosas».

«Más en Instagram»

Horas y horas se pasa Oliva intentando contestar a todos los que se dirigen a ella a través de esta red social. No deja un corazón de «me gusta» sin su respuesta personalizada. Buena es ella para estas cosas. «Es muy raro que se me quede alguien sin responder. No es que le suelte la parrafada a todos, pero al menos el like se lo llevan», insiste. Y eso que cada vez que entra en su cuenta, se topa con decenas de notificaciones. Y al cabo de tres horas, si se vuelve a conectar, otras tantas. «Es que a mí la gente me cuenta su vida. Hay muchísimas personas con las que hablo todos los días». A diferencia de otras estrellas creadoras de contenido, Oliva utiliza las redes sociales exactamente para el objetivo primigenio con el que nacieron: socializar y compartir experiencias más que lucirse y discutir, que parece que es lo que impera últimamente. Pero Oliva cumple su objetivo con la conversación a gran escala a diario. Tiene claro que ella no creó su perfil como un medio de vida (tampoco le hace ascos al dinerillo bien merecido y ganado), pero se identifica más con la etiqueta de «influencer marca blanca» y ya es una instagramer nivel pro.

Su público son las mujeres de 30 años para arriba y con quien más interactúa es «con las señoras mayores». «Es increíble la cantidad de mujeres octogenarias que están en las redes. Ahora paso más tiempo en Instagram y yo interactúo mucho con ellas», apunta.

Tampoco es que se haya olvidado de TikTok, donde sus métricas se han cuadriplicado durante este año hasta superar los 400.000 seguidores. «Yo ahora tengo más cuidado con lo que subo. Pienso más las cosas. Antes se me ocurría la tontería y ¡pumba! la lanzaba, pero hacer humor es muy complicado, porque siempre puedes acabar ofendiendo a alguien. Al fin y al cabo, la mayoría de mis vídeos son irónicos y hay personas que no pillan esa ironía. Cuando subo algo, le doy varias vueltas». Sabe que la ve mucha gente y es más consciente del alcance que tienen todas sus publicaciones.

Aunque su famoso monólogo sobre los hijos suma más de 14 millones de visualizaciones, tiene nuevos hits como el vídeo dedicado al brócoli y acumula quince posts con más de un millón de visualizaciones. A nada que sube algo a las redes, ya tiene cien mil personas dándole al play.

A pesar de su éxito, hace poca publicidad de productos, aunque ofertas tiene muchas encima de la mesa. «Digo que no a muchas cosas. Por ejemplo, si no voy a utilizar una marca determinada y no sé si funciona, no la voy a promocionar. No puedo colgar un vídeo sobre algo en lo que no creo y que después la gente me pregunte por privado y seguir mintiendo. Yo fui dependienta muchos años y ahora que soy mi propia jefa, no voy a vender lo que no quiero». A eso no está dispuesta. Con lo cual, los anunciantes suelen reaccionar sorprendidos. «Una vez me dijeron: Oliva, es que esto no te lo estás tomando como un trabajo. Y yo les contesté: Efectivamente, no me lo estoy tomando como un trabajo». Todavía no se ha forrado y es de las pocas que no hace streamings con sus fans: «Soy la única influencer que no ha hecho un directo».

Eso sí, ha tenido varias quedadas con otras tiktokers conocidas, pero tampoco es que desvirtualice famosos por doquier. «¡Estoy a ver si el marido de la Pataki me da un like! ¡Pero no hay manera, ja, ja, ja...!», bromea. Un secretillo que nos desvela es que, aunque en redes ejerce de Grinch de la Navidad, le encantan estas fechas. «Cuando me volváis a entrevistar el año que viene, ¡me van a reconocer hasta en Madrid!». Seguro que eso ya te pasa, Oliva.

 Lorena Bembibre, la «bookstagramer» que cura: «Senegal engancha, es un libro que no puedes cerrar»

MARCOS MÍGUEZ

Pequeñas desgracias sin importancia podría ser buen título para muchas de nuestras peripecias cotidianas. Y es uno de Miriam Toews que receta, en el último tramo del año, Lorena Bembibre, médica coruñesa de urgencias que suma más de 37.000 seguidores en Instagram como Lo en las nubes. Con ella, las historias tocan de cerca. Readhunter que no llegó a pensar que sus recetas literarias pudieran tener éxito, Lorena aprobó en el 2007 la primera oposición de Medicina, al tener a su primer hijo, Antón; y la segunda, la que le dio la plaza, cuando llegó Anxo, su segundo hijo. No tiene recuerdos sin libros... ni sin el color del sueño de ir a África. «Al igual que hay gente que recuerda su infancia en veranos, ropa o comidas, yo la recuerdo por Miniclásicos, El Barco de Vapor, los Hollister, Puck...». Ella reivindica el bestseller y la joya clandestina. Y asegura que «nada es mejor que descubrir un libro poco conocido y decir: ‘¡Dios, lo tiene que conocer todo el mundo!». Lee una media de cien libros al año perdiendo la cuenta y lleva cinco años viajando a Senegal, sin pasar página, con la oenegé Ecodesarrollo Gaia. «Con África me pasó como con los libros», dice. Su pasión no se desgasta.

«Senegal engancha, es un libro que no puedes cerrar; allí tengo la sensación de hacer la medicina más pura y honesta. No tienes nada, casi no hay medios, solo manos y fonendo, pero hay una confianza entre médico y paciente que no hay aquí. Nuestro horizonte de expectativas no tiene nada que ver con el suyo. Su horizonte es mañana, es qué se va a comer hoy y no morir».

«Las madres no lloran, no lloran cuando saben que no hay solución para sus hijos, lloran a veces si tú les abres la puerta a la esperanza...», matiza. Nada que ver con la tontería de la maternidad que nos traemos en muchas ocasiones aquí. Allí ve la dureza sin paliativos, y cada año que es un achaque en la inocencia. ¿También se ve algún milagro? «¡Claro que ves milagros! Vimos a un bebé prematuro que no sabíamos si iba aguantar dos días más. Estaba completamente desnutrido. Y este año lo hemos visto con 3 años». 

En uno de esos primeros viajes solidarios, que se paga de su bolsillo y en el que va con un equipo variable de personas (la mayoría, año a año, mujeres), conoció «a una de esas madres que no lloran». Esa madre le contó lo que le sucedía a su hija y Lorena pensó, de partida, que su hija podía padecer epilepsia. Esa intuición fue un acierto, que con los años aún la médica no es capaz de creerse. «Le dimos un tratamiento para la epilepsia. La señora volvió a la semana siguiente y ahí sí lloraba... Lloraba porque su hija ya podía dormir. Cada año, esa madre vuelve a vernos. El año pasado su hija había tenido una sola crisis, es muy buen dato. Adji, la madre de esa niña con epilepsia, es lo que me sostiene, diría, año a año. Porque lo que ves en esos ojos es indescriptible, es revolucionario. Viene cada año, nos agarramos y me dice: ‘Gracias, gracias, gracias'. Igual ella está agradecida, pero no sabe lo agradecida que estoy yo», afirma Lorena. «Los ojos de Adji contienen el mundo entero. Nuestros abrazos son mi medicina. Ella cree que yo la ayudo. Yo vuelvo a creer gracias a ella», escribe en Instagram esta mamá, médica y lectora militante que hace medicina también contando historias y que en estas fechas nos desea «Feliz sanidad».

Benji Thorpe, el mir que enamora Galicia: «Los gallegos sois los andaluces del norte»

Desde que eligió Santiago como destino profesional, este malagueño de padre inglés tiene otro acento. Benji Thorpe (Málaga, 1993) no piensa «a diario» en lo que supone tener 150.000 seguidores. Este médico interno residente del CHUS abre en Instagram una ventana a una vida que enamora, en el que priman el viajar, el comer, los hoteles de ensueño y las maravillosas vistas... empezando por él. ¿Por qué se lanzo a la red? «Siempre me gustó la fotografía. Mi padre tenía una Canon», comienza a relatar. A Benji se la dejaba poco, pero cuando él pegó el estirón para irse de Erasmus se compró una, abrió una cuenta en Instagram por un amigo, una foto llevó a la otra, y la creación digital fue a más.

Benji vuela solo desde niño. Desde los 9, ha viajado sin adultos para ir a ver a su abuela en Inglaterra, cuenta. De allí es su padre, que conoció a su madre, andaluza, en unas vacaciones. «Se enamoraron... Mi madre pensaba que era un rollo de una noche, pero mi padre empezó a llamarla por teléfono como un loco», y no colgaron...

Médico interno residente en cirugía general, Benji eligió Compostela porque quería trabajar «en un hospital grande». Le gustó enseguida la calidad de vida de Galicia, su gente, su paisaje, su comida. ¿Y el clima? «Mi padre es inglés, el tiempo no es algo que me pese», despeja.

Viajar, los idiomas, el diseño de interiores y los hoteles boutique le apasionan. E Instagram le ofrece la posibilidad de descubrirlos sin grandes desembolsos. «Por eso también estoy agradecido a las redes. Cuando ves esos sitios de lujo, dices: ‘Existe, no son solo películas'». En esos paraísos artificiales que le permite disfrutar su trabajo como creativo digital, Benji sobre todo prepara contenido.

Hay estilos de vida que curan, admite Benji, que no entiende que un masaje se vea como un lujo y la gente «se gaste, en cambio, la extra en regalos navideños». En su familia son flexibles en este sentido, los Reyes no pasan todos los años por su casa.

Que es un chico familiar se ve a la primera. En 15 minutos cita a su abuela, a su madre, a su padre, a sus hermanos, y a los 50 parientes que en Málaga llegan a juntarse en Navidades. Estas son las primeras que pasa en Compostela. «Con las guardias del hospital, me es imposible bajar», explica este médico sin antecedentes familiares. Quizá su vocación nació al crecer en una casa que fue «consulta del doctor Ramón», un inmueble del que su madre se enamoró de niña y que al final sería su casa.

Galicia ha superado las expectativas de Benji Thorpe. «En verano con las orquestas lo paso genial, con los paisajes he alucinado: monte Louro, el faro y las playas de Carnota... Pontedeume, Betanzos, hay un millón de sitios. ¡Y la comida! El pulpo, la tortilla y la empanada están riquísimos. El pescado y el marisco, increíbles. Es la calidad del producto», valora.

Si baja a Málaga se le rompe el corazón. Aunque no cambia el sur por el norte, aquí este chico que hereda «los ojos tristes» de su madre, dice, ha encontrado calor de hogar en la gente. «Los gallegos sois los más andaluces del norte. La gente es muy amable y tiene orgullo. Orgullo de vuestra cultura, de vuestra comida, de vuestras fiestas. Y os pasa como a los canarios, hacéis mucho eso de ‘No enseñes este sitio en redes, ¡que se llena!'», observa este médico modelo que nos llena el ojo en Instagram.

«Hago deporte todos los días, ¡estoy comiendo a todas horas!, no me privo de nada, soy un poco adicto al chocolate y muy activo. Estudio francés y trabajo en el hospital... No sé estar quieto», revela. Mover el cuerpo y la cabeza, esa es su receta. Predica con el ejemplo.

 Clara Redondo, de Plantitiscronica: «Tengo cerca de 200 plantas en mi piso, cada nueva hoja es una satisfacción»

PACO RODRÍGUEZ

Clara Redondo (Santiago, 1991), como otros influencers, jamás se imaginó que la creación de contenidos pudiera convertirse en su profesión. Sin embargo, hoy supera los 231.000 seguidores en su cuenta de Instagram @plantitiscronica. Lo que comenzó como un pasatiempo para hacer más acogedor el espacio en casa terminó siendo la actividad que le permitió volverse autónoma y dedicarse al contenido digital a nivel profesional.

A los 18, Clara comenzó a estudiar Moda, pero en el camino se dio cuenta de que esta industria, aun encantándole, podía ser un poco hostil. «Entre muchos compañeros y profesores está el pensamiento de que el mundo es cruel y tú debes adaptarte a eso, en lugar de enseñar a los demás a ser más éticos y respetar las sensibilidades ajenas», recuerda ella. Por esta razón, empezó a volcarse más en el diseño editorial y gráfico, que le permitía pasar tiempo sola.

Así que durante la carrera, cuando hizo unas prácticas en una empresa de moda en Inglaterra, centró en la parte de comunicación. «De ese tiempo aprendí mucho. Lo normal es sentir que no puedes hacer algo diferente a lo que pone tu título, pero allí tuve un muy buen jefe y decía que lo importante es lo mucho que te implicas en tus tareas», narra Clara, que de ese entonces entendió que no hay que ser una experta para dedicarte a lo que te apasiona.

Después de estas prácticas regresó a Santiago, terminó la carrera y empezó a trabajar con la empresa que realiza la cabalgata de Reyes. Se dedicaba a «darle personalidad a los eventos». Estuvo cuatro años trabajando allí, y descubrió que el mundo de la comunicación la apasionaba.

 Giro inesperado

A finales de enero del 2020, justo antes de que empezaran los confinamientos, se terminó el contrato de Clara en aquella empresa y comenzó a estudiar Comunicación Digital y Multimedia a distancia.

«Como pasaba tanto tiempo en casa, quería que el lugar fuera acogedor, que me relajase, así que empecé con las plantas», relata Clara, quien en ese momento no tenía más de 800 seguidores en una cuenta personal de Instagram, en la que solo compartía imágenes de sus viajes, o uno que otro atardecer bonito.

«En mi círculo cercano no tenía a nadie que compartiera el gusto por las plantas, así que empecé a publicar en las historias en plan: ‘¿Alguien aquí entiende de plantas?', y así empecé a tener contacto con otros perfiles. A medida que lograba que mis plantas estuvieran bien, publicaba en las historias. Empecé a recibir tantos comentarios que decidí hacer un post que resolviera varias dudas», relata.

Fue el 30 de junio del 2020 y desde ese instante las cosas empezaron a fluir a una velocidad que ella no se hubiera esperado nunca. «Hay un primer vértigo que es tomar la decisión de dejar de publicar solo para ti y querer compartir información con los demás», dice Clara.

Otro miedo que podrían tener los que se lanzan a este mundo es compartir información de un campo en el que no son expertos, sin embargo, Clara tenía muy claro que todo lo que publicaba lo hacía desde el «acompañamiento de alguien que tampoco es experto. Como todo en la vida, es de dedicarle tiempo», asegura.

Y con todas las plantas que tiene, sí que dedica tiempo. «Tengo cerca de 200 plantas. Provoca mucha satisfacción ver hojas nuevas. Cuando ves que eso te da tantos beneficios, quieres más. Es un estímulo positivo, por eso acabas teniendo muchas. También hay mucho aprendizaje de las plantas que no están tan bien», indica.

Todo esto lo comparte en su perfil de Instagram, donde para diciembre del 2021 ya contaba con 100.000 seguidores. De esta cuenta parten sus contenidos a las otras redes sociales: Tiktok, Pinterest y hasta Twitch, donde dos veces por semana se reúne en vivo con la comunidad más fiel para conversar sobre plantas que le envían sus seguidores y ver qué métodos pueden utilizar para curarlas. Además de todo este contenido, presta consultorías personalizadas y ha escrito un libro: Hogar, verde hogar.

Con su empresa unipersonal creciendo a esa velocidad, Clara no tuvo otra que hacerse autónoma. «Al principio fue muy difícil pensar que todo dependía de ti: mantener los números de seguidores y alcance, no tener vacaciones... Pero había empresas que querían pagar el trabajo que estaba haciendo y no podían. Ahí tomé la decisión», cuenta. «Tuve que aprender a ser jefa, contestar a proveedores, hacer facturas…, da mucho vértigo. A veces te da miedo defenderte y poner tus propias normas», reflexiona.

Trabajo soñado

Clara ha recogido frutos desde el principio, pero cada vez son más. Este año, en octubre recibió el reconocimiento de Mejor Contenido de Cuidado de Plantas, otorgado por la Asociación de Comercializadores de Planta Ornamental (ACPO). «Fue muy vertiginoso, porque compartía escenario con gente que respeto muchísimo y seguía cuando empecé con las plantas», asegura. «Siento que es un reconocimiento a las horas que le he dedicado. Hoy hay un esfuerzo por parte de los creadores de contenido de querer dignificar esta profesión, quienes dedicamos tiempo a compartir lo que nos apasiona con los demás», reflexiona.

Tengo una relación de amor-odio con el algoritmo. Para hacer el contenido que te gusta, muchas veces tienes que darle la espalda al alcance

A pesar de las alegrías que le han traído las redes, reconoce que su funcionamiento no es perfecto. «Tengo una relación de amor-odio con el algoritmo. Para hacer el contenido que te gusta, muchas veces tienes que darle la espalda al alcance», señala.

«Las redes nos vuelcan a una velocidad de consumir e ir tan rápido que luego sales y te frustras, porque la vida real no va a esa velocidad», reflexiona.

Clara tiene una de cal y otra de arena. «Un día hago más contenido desde lo que quiero, y otro me fijo en los segundos específicos que me pide la plataforma. Todo es una aprendizaje. Comprendes qué quiere la gente, pero también aprendes a reconocer que el alcance no depende solo de ti. Hay gente con contenido muy valioso que no llega a mucha gente», explica.

Para el 2023 y con la misma intención de poder hacer vídeos explicativos con mayor profundidad, espera empezar a publicar en YouTube, así como otros proyecto digitales.

Además, su meta también es terminar de asimilar todo lo que le está pasando ahora. «He conseguido muchas cosas que ni de coña creería que hubiera podido antes. Ahora, cada vez que tengo una meta, no me lo pienso, digo: ‘¿Quieres hacerlo? Pues hazlo con todo el cariño, haz algo de lo que te sientas orgullosa'», piensa. Su meta es creérselo cuando se dice: «Trabajas en lo que te gusta, funciona, eres feliz».