En cuanto a la decoración, optó por el hierro, la madera y la piedra como elementos dominantes para una carta que cambia cada día en la que solo hay un protagonista: la leña. «Es como ir a un restaurante de hace un siglo, pero con la cocina actual», subraya. «Esto no es un restaurante de carnes a la parrilla, todo se cocina de la misma forma y va variando en función de los productos que encontramos en el mercado», recalca Pablo, que puede preparar desde una nécora a la brasa a un flan con nata agria o un cebiche, pasando por un bogavante con huevos bajo un denominador común, la leña y un entorno tranquilo para saborearlo.
Un local con historia
Cuando le das una segunda vida a un local que ya tiene historia, esa esencia crea algo único. Es lo que ocurre cuando un comensal entra en Greca, en A Coruña. «Hay cosas recicladas que pertenecían a la antigua Greca. No quisimos tirarlas y se mantiene también mucho la esencia del anterior local. Hay mucha gente que sigue viniendo, y ahora también sus hijos. Tienen como un recuerdo muy bueno y a nosotros eso también nos animó a cogerlo», explican Alma García y Víctor Rubio, cocineros y socios del proyecto hostelero. Con su llegada, en el 2015, el local ganó en personalidad y carácter. «Los anteriores dueños también tenían esa filosofía de sitio familiar, con cocina de proximidad y productos de temporada. Eso se mantiene con la misma esencia, pero enfocado de otra forma», señala Alma. Con la decoración buscan que el cliente se sienta como en casa. «Que no sea un sitio frío y que nosotros podamos estar cerca de los comensales. Poder hablar con ellos y que no tengan simplemente la carta», añade. Otro aspecto que llama la atención es cómo recuperan ciertos objetos para crear esa calidez. «No es lo mismo estar comiendo en una mesa al uso, que en una mesa que anteriormente fue una puerta. Ese objeto se adaptó, se le puso un cristal y queda una mesa superbonita. Detallitos que al final ves cómo la gente se queda observando todo», precisan los responsables del local. En lo culinario destaca, entre otras elaboraciones, sus carnes cocinadas a 79 grados durante 18 horas. Todo ello, lo convierte en un local idóneo para cualquier celebración. Confiesan que hay parejas que se conocieron ahí y que ahora crearon la tradición de volver para celebrarlo. «Tú entras y ya percibes esa comodidad, esa cercanía y ese calor. Es como un refugio. Todos están muy a gusto», añade Alma.