Karmele Marchante: «'Sálvame' ha sido el mayor error de mi vida: me maltratraron, me hicieron 'bullying', me denigraron»

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UXÍO DA VILA

La periodista publica «No me callo», unas memorias que ponen en valor su trayectoria profesional, como feminista y reputada reportera, y descubren los altibajos de su vida. «Mi padre me apuntó con una pistola, pero nunca me doblegué», cuenta sobre su infancia

19 nov 2022 . Actualizado a las 10:27 h.

Aunque mucha gente cree que es vasca, por las venas de Karmele Marchante corre sangre catalana. Un día, ya como estudiante en la Universidad de Navarra, decidió cambiarse el Mari Carmen familiar por el Karmele en euskera por la cantidad de Cármenes que había en su clase. Fue una niña infeliz, marcada por el maltrato de su padre, que le causó uno de los shocks más grandes de su vida cuando la apuntó con una pistola. Un episodio terrible en el que su madre no medió. «Los cuidé de mayores, no tengo ningún complejo», cuenta Karmele, que ha sido una de las periodistas más prestigiosas en nuestro país. Formada en inglés y en francés, publicó en las grandes revistas de los ochenta y noventa (Época, Tiempo, Ajoblanco...), y en periódicos como El País. Sin embargo, toda su trayectoria profesional se hizo añicos tras su paso por Tómbola y Sálvame. Sin pelos en la lengua, Karmele no tiene problema en hablar de su cariño a María Teresa Campos y del desprecio a sus compañeros de plató: «Afortunadamente tengo amigos como para acordarme de semejantes serpientes». En su libro refleja sus años locos, las fiestas con Vázquez Montalbán y Terenci Moix, y tantos amigos (y sobre todo amigas) que la rescataron cuando cayó en el pozo. 

—El título del libro es «No me callo», ¿te han tapado mucho la boca?

—Pues precisamente no, no me la han tapado, por eso he pagado un precio muy alto. Y por eso ese título.

—¿Pero la famosa frase de Jesús Mariñas, «Que te calles, Karmele», no tiene nada que ver?

—No, no. No tiene nada que ver, y además es una persona que no está en este mundo. Es una persona con la que yo me he llevado muy mal, era un maltratador, lo he puesto verde en el libro. No era periodista ni era nada, pero en fin, nada que ver. 

—Leyendo el libro, una saca la conclusión de que la televisión de los últimos años te ha hecho mucho daño.

—Sí, muchísimo daño. Me ha causado mucho dolor. 

—La gente se ha quedado con esa imagen, no te conoce bien. ¿Tienes esa sensación?

—Han convertido a la persona en un personaje. Yo una de las cosas que quería con este libro es que la gente me conociera, que conocieran mi trayectoria, mi rechazo a un mundo en el que he estado durante un tiempo y por necesidad, pero no por vocación ni afición, que es la prensa del corazón. 

—¿Y quién es Karmele?

—Es muy difícil definirse a una misma, pero creo que soy una persona muy amiga de mis amigas, porque yo los momentos difíciles los he podido superar gracias a ellas, y aparte de eso, soy una mujer abierta, a la que le gusta vivir y pasárselo bien. 

—Has tenido muchos altibajos, se refleja en lo que cuentas, y sin embargo siempre sales adelante, tienes mucha energía interior. ¿Es innata o has aprendido a base de palos?

—Es innata, porque eso no se aprende, pero la vida te va haciendo, te potencia esa energía positiva que tú tienes para sobrevivir. Yo soy superviviente de todo: de la familia, de la prensa del corazón, y en algunos momentos también del amor. 

—¿Has quedado muy escaldada en el amor? ¿O hay posiblidad de recuperación?

—No tengo ningún tipo de amargura ni nada. Pero como todas las mujeres, he tenido cosas que me han ido bien y otras mal. Yo me quedo con los buenos momentos y no estoy cerrada a nada. Tengo cero amargura. 

—¿Fuiste una niña infeliz, eras consciente, o simplemente desconocías que lo eras?

—Yo cómo no sabía lo que era ser feliz, simplemente me conformaba. Pero sí me he dado cuenta con el tiempo de que fui una niña con una infancia carente de color y de calor. 

—Tu infancia está marcada por la ausencia de tus padres y el maltrato de tu padre. ¿Le has perdonado?

—La infancia está marcada por la ausencia de mis padres por motivos económicos, pero cuando en el inicio de la adolescencia me voy a vivir con mi padre y con mi madre, pues ahí la relación con mi padre fue tremenda. Yo nunca me reconcilié con mi padre, pero sí con mi madre. Yo los cuidé hasta el último momento de su vida, no tengo ningún complejo, pero me llevaba muy mal con él, como es lógico. ¿Quién se va a llevar bien con alguien que es tan severo, tan maltratador y tan horrible?

—Pero tú no te doblegas ante nada, incluso tu padre te saca una pistola. 

—No, no. Yo no me doblego, por eso digo que nunca me he podido acordar de por qué en aquella pelea me sacó una pistola y me apuntó, como nos peleábamos tanto... Me quedé con el shock de la pistola y con que mi madre no mediara a mi favor, sobre todo. Pero no me doblegué. En cuanto pude me marché de casa y me independicé económicamente y afectivamente. 

—Cuentas que lo viviste todo: el amor, el desamor, el alcohol, las drogas, el sexo... ¿Qué te aportaron esos años locos?

—Son unos años necesarios, porque en aquel momento teníamos que romper todas las cadenas, todas. Las impuestas por la Iglesia, por el poder, por el franquismo... Ahí, en el feminismo, en la contracultura, con las vías que abrimos para nuestro ocio, nuestra profesionalidad, nuestra ideología, con todo lo prohibido hicimos que esos años fueran a tope. Pero después he tenido años estupendos. Y los tengo. Yo nunca he tenido años que no sean locos. 

—Naces como Mari Carmen, pero hasta eso quieres romper y te conviertes en Karmele. Mucha gente cree que eres vasca.

—Sí, lo sé. Fue pura casualidad, llegué a clase un día, en la Universidad de Navarra, y pregunté cuántas Cármenes había, como éramos mucha, les pregunté que cómo se decía en euskera. Me respondieron que Karmele, y Karmele me quedé. Fue una casualidad, no hay nada de radical en esto. 

—¿Aprendiste algo del Opus?

—No aprendí nada, de hecho me echaron. Ahora bien, yo aprendí mucho allí, en la facultad de Periodismo. El Opus me quiso cazar, pero no tuvo éxito. 

—Te defines como feminista radical. Eso a mucha gente le asusta. 

—Lo que quiero decir es que ser feminista radical no significa que vayamos a matar a los hombres, es una corriente como otras muchas más. Es estudio y activismo. He leído a todas nuestra pioneras, a nuestras clásicas, y he optado por escribir este libro en un lenguaje inclusivo, no sexista, porque es importante para nosotras, las mujeres, para que el masculino genérico no nos opaque. Somos la mitad de la humanidad y, por lo tanto, tenemos derecho. Y lo que diga la Real Academia me da igual, yo, si pudiera, la quemaría con sus momias misóginas dentro. No sigo los dictámenes de la Academia en cuanto al lenguaje, estoy por el lenguaje no sexista. 

—Como feminista, ¿qué piensas de Irene Montero?, ¿tiene que pedir perdón por la ley del 'sí es sí'?

—No tiene que pedir perdón de nada. Ella es una mujer feminista, como yo, como tú. La derecha ha montado un pollo con el sí es sí tremendo, aunque, bueno, la derecha no necesita mucho para montar un pollo. Lo monta siempre. Se va esta mujer a Nueva York y se lanzan a la yugular. ¿Quién en estos años de democracia ha resistido tantos ataques personales como Irene Montero y su marido? A mí me han dicho: '¿Tú eres feminista de las de Irene Montero?'. ¡Pero qué es esto! 

—Bueno, pero en la ley hay una fisura y tampoco pasa nada por reconocerlo. Se arreglará y punto. 

—Por eso. ¡Cuántos ministros y ministras no se han equivocado! Y muchos han hecho barbaridades, ya no te cuento del PP, que la mitad están en la cárcel. Esta es una ley que saca un Ministerio, no es que una ministra la haya hecho en su casa como un puré de patata, es un Ministerio de Igualdad, pues si tiene una fisura, la arreglas y ya está. 

—Hay mucha gente que no sale en el libro, pero a María Teresa Campos la nombras. ¿Guardas buen recuerdo de ella?

—Yo le tengo mucho cariño y afecto, la quiero mucho. Es una gran trabajadora, una gran periodista y una enorme comunicadora. Me da muchísima rabia que se hable de Jesús Hermida, de Luis del Olmo... Y de la Campos no se habla, y ha sido pionera en un montón de cosas. 

—Y mencionas también tu roce con Iñaki Gabilondo. 

—Sí, es verdad, Iñaki es un hipócrita. En un momento dado me requirió para su programa, me decía: «Karmele, no me dejes tirado» y cuando lo llamo para decirle que sí, no me coge el teléfono, porque le impusieron en su programa —él que va de santo— a la mujer de un alto cargo de la SER. Él no me dio la cara. Yo lo pasé mal, pero le devolví la cuestión en plato frío. Me lo encontré un día comiendo en Arzak y ahí dije: 'Esta es la mía'. Hice un poco de mala malísima, esto solo lo he hecho dos veces. Me levanté y le di dos besos, y le dije: «Hola, Iñaki, ¿qué tal estás?», así con mucho cachondeo... Y el tío se puso de todos los colores el arcoíris, parecía la bandera LGTBI, ja, ja, ja. 

—La otra venganza fue con una relación que tuviste.

—Sí, sí, el que llamo el judío errante. Uno que me engañó, fue tremendo, estuve tres años en un pozo, ejerció una violencia afectiva tremenda, era bígamo, estuvo siete años engañándome, viviendo conmigo en Madrid y con otra señora en Valencia... Me salí por mis amigas y porque las hojas del calendario hicieron su efecto. 

—¿Se quedó con tu pasta?

—No, el de la pasta fue otro, mi segundo marido [se ríe].

—Hablas sin tapujos de tu bisexualidad. 

—No, no, lo voy a aclarar. A la gente le gusta poner etiquetas, y a mí no. Para mí la bisexualidad, o la pansexualidad o la heterosexualidad no existen. Existe que en un momento determinado escoges una u otra vía, pero no quiero la etiqueta de bisexualidad. 

—A Jorge Javier no lo nombras. ¿«Sálvame» ha sido lo peor para ti?

—No sale su nombre, pero cuento... Sí, Sálvame ha sido el error más grande de mi vida, lo peor, donde me maltrataron, me hicieron bullying, me sentí denigrada como periodista, como mujer, y finalmente me armé de valor, di un portazo y me largué. 

—¿Guardas algún amigo de esa etapa?

—De la redacción sí, del plató no. Tengo mucha otra gente en mi vida para acordarme de semejantes serpientes. 

—Fuiste la primera periodista en entrevistar a Almódovar. ¿Cómo fue?

—Sí, estaba cubriendo el verano en Ibiza para la revista Tiempo y me dieron un soplo, te estoy hablando del Almodóvar de Pepi, Luci, Bom... Me costó mucho, lo encontré en casa de Marisa Paredes, y él siempre me lo recuerda. Luego se convirtió en quién es. Tengo ese mérito.

—¿Te has sentido libre dentro de la profesión?

—Siempre, libre e independiente. Por eso no me he querido meter nunca en ningún partido político. A mí jamás me han pagado, cuando hay tanta gente pagada. Siempre he querido ser independiente y, bueno, tiene un precio. 

—Mucha gente cree que has desaparecido. ¿En qué estás?

—Estoy haciendo teatro, que me encanta, estoy con otro proyecto de escribir y colaboro con televisiones catalanas... Estoy ocupada, tranquila y serena. Soy una mujer muy activa. 

—¿En general no estuviste bien trabajando en la prensa del corazón o fue tu etapa en la televisión?

—Estuve en algunos programas matinales muy bien en Antena 3, los peores han sido Tómbola y Sálvame. 

—Pero bueno, fuiste la primera en tomarte un yogur en «Sálvame», algo les dejaste.

—Ja, ja. Sí, ahí se queda eso.