Chus Ferreiro, de 157 kilos a 78 kilos: «Operarme fue volver a nacer»

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Chus bajó 14 kilos el primer mes después de entrar en quirófano para afrontar una cirugía bariátrica y recalca que el pilar de su recuperación ha sido su familia
Chus bajó 14 kilos el primer mes después de entrar en quirófano para afrontar una cirugía bariátrica y recalca que el pilar de su recuperación ha sido su familia REBECA

«La obesidad es una enfermedad», subrayan los profesionales. Chus es una de las pacientes que la han superado con éxito. Otra epidemia mundial avanza en Galicia, pero hay herramientas para frenarla

10 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Antes de cumplir el medio siglo de vida, Chus Ferreiro (Castroverde, 1973) se ha quitado 70 kilos de encima y ha vuelto a empezar de cero a la hora de moverse y de comer. «Fue volver a nacer, literalmente», asegura esta paciente bariátrica que cambió el chip en torno a esa edad límite que son los 45 para prevenir problemas de salud derivados del sedentarismo y la nutrida industria de la mala alimentación. «Para mí, fue un renacer», recalca Chus sobre la operación de estómago que afrontó en el HULA (Hospital Universitario Lucus Augusti) hace tres años. Dar el paso de entrar en el quirófano fue el principio, una decisión vital en la que contó con el apoyo de su marido, sus hijos y toda su familia. Su báscula, que llegó a marcar 157 kilos e indicaba 134 justo antes de la operación, refleja hoy 78 o 79. «Mido 1,68 y [para los médicos] aún estoy un poco por encima del peso en el que debería estar, pero, para mí, estoy fantástica. Tu vida da un giro de 180 grados en todos los aspectos, sobre todo en el de quererte», asegura.

Su vida es otra tras la operación. En parte, porque su plato se ha reducido sustancialmente en cantidad (ahora usa el de postre como plato principal), ha incorporado la rutina de ir al gimnasio dos días a la semana y el resto dedica una hora diaria a caminar. «Hubo un momento en que vi lo que se me venía encima. Pensé que, con la menopausia por delante, no iba a darme por adelgazar ni me iba a poner mejor», cuenta quien también pone en duda ese mito en boga que relaciona los kilos de más con el placer y la felicidad. «Soy sincera: si te sientes bien es porque es lo que tienes, porque no conoces otra cosa. Y te aceptas. Pero cuando te operas y ves lo que puedes llegar a ser... Te quieres más. Yo nunca estuve muy acomplejada, pero tampoco voy a decir que fuera una gorda feliz. ¿De qué gordura hablamos? Porque creo que esta sociedad está un poco desnortada, frivoliza la gravedad. No es lo mismo pesar 10 kilos de más que 70. No es lo mismo un exceso de peso que tener obesidad mórbida, como era mi caso», plantea. «Yo si también me operé el faldón hace un año no fue por estética, fue porque la cirujana me dijo que esa parte de la barriga me iba a acabar colgando y rozando con las piernas».

Chus se decidió a poner remedio a la obesidad «antes de que fuese tarde». Y la valoración que hace a día de hoy de la operación es positiva, aunque lamenta que sigue a la espera de una cita con el endocrino que lleva dos años «para ser reprogramada». Su caso no es único; es el testimonio en primera persona de una falta de seguimiento posterior a este tipo de cirugías que refieren varios pacientes del Sergas. «No tenemos nutricionista ni tenemos psicólogo. Y creo que muchos pacientes se pierden por esto, pero sabemos que esa falta de seguimiento no es culpa de nuestros médicos», manifiesta una de las 10.600 personas del grupo de Facebook Bariátricos España. Gracias a ese grupo, es posible esta entrevista.

Chus antes de la cirugía bariátrica laparoscópica que afrontó en el HULA, en Lugo, a raíz de la que perdió más de 70 kilos en dos años. Lo único que lamenta es la falta de seguimiento tras la operación, pero entiende que «no es culpa de nuestros médicos».
Chus antes de la cirugía bariátrica laparoscópica que afrontó en el HULA, en Lugo, a raíz de la que perdió más de 70 kilos en dos años. Lo único que lamenta es la falta de seguimiento tras la operación, pero entiende que «no es culpa de nuestros médicos».

Cuando se operó, ella no sufría ninguna enfermedad adyacente grave. «Sí varices y una vida sedentaria —matiza—. Te mueves poco, con ese peso es complicado moverse... Pongo un ejemplo: antes caminar una hora era inviable para mí. Era ver una cuesta y ponerme de mal humor. Iba en coche a todas partes y quería aparcar justo delante de la puerta. Ahora, aparco donde sea y voy andando. Mucho mejor».

Este éxito, que cuenta de corrido, fue un pasito a paso para Chus. Tras pasar una cirugía bariátrica por laparoscopia, pudo volver a casa en tres días. «El primer día tras salir del quirófano es un poco incómodo. Te llenan la barriga con gas para operarte. Cuando llegas a casa, los primeros días se hacen cuesta arriba. Al principio, haces una dieta líquida. Yo era incapaz de tomar todo lo que me decían. Era imposible», cuenta. En esos primeros momentos tras la operación, 180 centímetros cúbicos de batido eran un mundo. «Yo intentaba caminar, como me decían, pero era complicado». Chus perdió 14 kilos el primer mes tras la operación: «Al principio, te sientes sin fuerzas, pero compensa. Es un poco como cuando das a luz, duele pero se olvida». La asociación entre el parto y la cirugía bariátrica no es casual. «El exceso de peso me llevó a embarazos complicados, que acabaron en cesáreas programadas», recuerda. Y el impulso para operarse fue también ver que su obesidad podía afectar a su familia, su refugio siempre, su pilar. «A mi hijo mayor le insultaron diciéndole que era el hijo de una gorda que solo comía bollos. Eso fue para mí un punto de inflexión», comparte Chus.

«una inversión en salud»

Tras los batidos con que debió alimentarse tras su baipás, llegaron los purés y, finalmente, la recuperación de hábitos alimentarios anteriores a la intervención. A Chus se le resisten hoy la leche, las verduras de hoja verde y el hecho de desayunar un café con leche. Se controla y se mide, dice, pero no está a dieta: «Si tengo que seguir una dieta, nadie me la marcó. Claro que eres consciente de que no puedes tomarte un bote de nata. Sabes que hay cosas que no puedes comer y, en la medida de lo posible, intentas llevar en casa una alimentación equilibrada para todos. Pero puedes comer una porción de pizza un día si te sientas a ver un partido de fútbol o voleibol».

Para Chus, como para Patricia —su testimonio en la página anterior—, la cirugía bariátrica es «una inversión» en salud. «Si con esa operación lo que prevenimos es que dentro de diez o veinte años me convierta en una persona diabética, le voy a costar menos a la Seguridad Social. Ahora, lo que no puedes es operarme y después dejarme al aire, porque, si no, es como el que invierte y no mira cómo va su inversión». Es muy probable que los ahorros se esfumen...

La atención psicológica es clave para mantener el éxito de una cirugía bariátrica, «que no es una cirugía estética», subraya a YES la cirujana María Jesús García Brao. El índice de masa corporal, explica, es «el criterio más utilizable» para determinar cuándo es operable la obesidad. «No es el único, pero ese número es útil. Así, se indica esta cirugía cuando el índice de masa corporal está por encima de 35 o de 40. En estos casos, está claro que a los pacientes lo que les va a funcionar es la cirugía, porque son casos en los que hablamos de una obesidad grave, extrema, mórbida en el sentido de que está asociada a otras enfermedades».

Que la operación sea necesaria (donde no hay dieta ni ejercicio que vayan a funcionar por sí solos) no excluye los cambios de estilo de vida que debe hacer el paciente, su sacrificio para incorporar rutinas saludables en ejercicio y alimentación tras la operación. «La cirujana que me operó me dijo: ‘Yo puedo operarte el estómago, pero no la cabeza’», revela Chus, que ve un aspecto esencial el autocontrol.

El éxito de estas intervenciones se establece en que el paciente pierda «en torno a un 70 %» del peso que le sobra. «No en la operación, sino a lo largo del primer año. Si pierde un 50 % de ese exceso de peso ya es un éxito, porque mejora mucho su calidad de vida. Los profesionales buscamos un peso saludable en pacientes con hipertensión, diabetes, riesgo de problemas cardiovasculares... Buscamos una solución a la mala calidad de vida de las personas que, por su obesidad, no pueden atarse los zapatos o agacharse a jugar con sus hijos», detalla García Brao, que advierte que «la cirugía no es una varita mágica, pero sí una herramienta muy potente de ayuda».

«Hay gente que cree que pesar 150 kilos y operarse es una salida fácil, pero no lo es —concluye Chus—. No es fácil después de probar todas las dietas y hasta dejar de comer. No es fácil entrar en un quirófano cuatro horas dejando fuera a tu familia, dejando dos hijos».

Chus asumió el riesgo y ganó.