Miguel y María: «Tiñamos claro que na casa só lles falariamos inglés e galego aos fillos»

Alejandra Ceballos López / S. F.

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De esta tierra atlántica no solo adoptaron el estilo de vida, sino también el idioma que le enseñan a sus hijos. «O pequeno inventa palabras, sobre todo cambia verbos. Dinos: 'Eu son o keeper [gardián] do Camiño', por exemplo», aseguran

20 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Lea (2010), Xío (2014) y Maio (2018, Vilagarcía) tienen nombres en gallego, pero sus padres se aseguraron de que también pudiesen pronunciarlos fácilmente en inglés para que cada vez que visiten a sus abuelos en Inglaterra no tengan problemas.

Los tres niños, hijos de Miguel González Szamocki (Bristol, 1980) y María López Álvarez (Boal, 1982), crecieron en un entorno bilingüe en el que su padre les habla en inglés y su madre en gallego, aunque todos entienden los dos idiomas sin problema, además del castellano que hablan con los abuelos maternos.

Miguel y María siempre supieron que sus hijos serían bilingües. Miguel, inglés de padre coruñés, y María, asturiana de alma gallega, se conocieron en el 2001 mientras él hacía su Erasmus en Santiago; había estudiado Hispánicas en Bristol. Desde ese momento, la española lo conquistó. «É que María realmente foi a luz da miña vida. Seguiríaa ata o inferno. Dá igual que fose Galicia, que Asturias, que Ucraína mesmo», asegura él.

Después de terminar su Erasmus y volver a Inglaterra durante un año, Miguel regresó a Galicia en el 2003 y se quedó para siempre. Ahora reparte su tiempo entre ser profesor de inglés en una academia y sus tareas como padre.

La familia de Miguel es muy internacional. Sus abuelos maternos son polacos y holandeses, y los paternos, gallegos, con quienes empezó a pasar sus veranos desde que tenía 14 años, para obligarse a aprender español.

Por aquel entonces, también empezó a ver anuncios en las calles que ponían rebaixas. Esta lengua singular y el estilo de vida gallego lo conquistarían para siempre.

En cuanto a María, sus padres son asturianos, pero en algún momento viajaron a Galicia por trabajo y ella hizo la carrera en Santiago. Cuando les preguntan a ambos por qué eligieron Galicia respecto a otro lugar, no dudan en responder: «E por que viviría noutro lugar se podo vivir en Galicia? Aínda que hai mellores soldos en Inglaterra, por exemplo, a calidade de vida non se compara», aseguran.

En cuanto a la crianza sus hijos, decidieron desde el primer momento que serían bilingües, algo que Miguel siempre echó en falta en su casa.

«Non perdoo a meu pai por non ser bilingüe, así que sempre sabía que non ía cometer o mesmo erro», asegura cuando le preguntan por la decisión de criar a sus hijos en dos idiomas.

Su padre, que llegó a Inglaterra hace 45 años, se rindió con el español de sus hijos cuando, de pequeños, insistían en que querían que les hablaran y leyeran en inglés. Así que Miguel tuvo que estudiar Hispánicas en la universidad para acercarse a una lengua que podría haber sido natal. «Tívenme que gastar a carreira aprendendo algo que podería ter aprendido na casa», relatan él y María.

Así que sus hijos dominan los dos idiomas sin ningún problema, aunque cada uno ha sido un mundo. Lea, la mayor, de pequeña se enfadaba por tener que hacer ese esfuerzo y decía: «O inglés é unha caca», pero Miguel insistió también cuando iban igual a visitar a los abuelos paternos en que les hablasen en inglés.

Una mezcla en la cabeza

En cuanto a Maio, el pequeño, todavía tiene una mezcla en la cabeza, pero llegará un momento en el que aprenda a distinguir qué palabras van con cada lengua. «O segundo, Xío, empezou desde o principio falando inglés sen ningún problema. De feito, o primeiro que me dixo foi: ‘Mama does it’, que significa ‘que o faga mamá’. E eu non sabía se darlle unha aperta porque falou inglés, ou darlle no cu porque sempre quería a mamá», relata Miguel.

A Maio se le olvida cuándo debe utilizar una lengua y cuándo la otra. Así que en casa lo entienden a la perfección, pero con el resto de la gente es un poco más difícil. «Inventa palabras, sobre todo cambia verbos. Dinos: ‘Eu son o o keeper [gardián] do Camiño’, por exemplo», relata María con gracia, segura de que su hijo distinguirá entre las dos estructuras lingüísticas y utilizará las palabras correctas.

Al igual que con el lugar que eligieron para vivir, «tamén tiñamos claro que as linguas que falariamos na casa serían inglés e galego», señalan, porque el castellano los niños lo aprenderían con los abuelos o los compañeros de la escuela. «Se todos en España deixan de falar español, aínda hai moitos lugares onde se seguirá falando. Pero se en Galicia deixamos de falar galego, quen o vai a falar?», reflexionan.

Por lo demás, corren con la suerte de que la otra lengua sea el inglés y no otra. «Se fose polaco ou húngaro, non sei se sería outra historia. Pero co inglés, o mundo é deles. Ata a min, por ir con eles, ábreme portas», asegura María.

En su casa, los dibujos animados y los libros son en inglés y las instrucciones de las compras online —cuando no vienen en español— las traducen los niños, o Miguel.

Por lo demás, ellos saben que las lenguas están para comunicarse y adonde llegan buscan hablar el idioma de su interlocutor. «Os nosos fillos integraron desde pequenos, cunha normalidade abraiante, que hai unha chea de linguas, que en Galicia se fala galego, e cando imos a Asturias, falamos castelán... As veces que fomos a Francia, esforzáronse por dar un merci. Eles din que se unha lingua che serve para falar coas vacas, xa podes ter unha conversa que alguén máis se perdeu», cuenta María con orgullo, asegurando que en su casa no hay ningún conflicto lingüístico, a pesar de que en Galicia sí.

Con esta misma idea de comunicarse en todos lados, su hija Lea también ha empezado a aprender francés en la escuela. Algunas veces cuando van a Inglaterra pasan por Francia en autocaravana, y también tienen algunos familiares allí.

Además de la lengua, se empapan de la cultura de los abuelos. Se aseguran de aprovisionarse de té cada vez que van a Inglaterra en verano, y cocinan de acuerdo con las influencias que reúnen, porque Miguel también tiene una tía india, y han incorporado recetas con curry o platillos ingleses de Jaime Oliver.

En cuanto al resto de la gente, no faltan expresiones como: «Que sorte que falan inglés!», o las preguntas sobre qué lengua latina hablan cuando están en Inglaterra, un territorio más cosmopolita. En el colegio, entretanto, los niños hacen de ayudantes en la clase de inglés, donde están seguros de que obtendrán un diez sin esforzarse.