Vanesa Travieso, la alumna gallega de Marie Kondo: «La gente tiene una ropa interior que da miedo»

L. Cancela LA VOZ DE LA SALUD

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Esta organizadora profesional, nada fan de los «por si acaso», asegura que el problema de la gente es acumular demasiadas cosas sin sentido

29 ago 2022 . Actualizado a las 11:20 h.

Vanesa Travieso (Vigo, 1975) es organizadora profesional. Reconoce que todavía «es un trabajo poco conocido» aunque cada vez sean más las personas que se dedican a ello. Es alumna de Marie Kondo, la famosa autora de La Magia del Orden, aunque ha sabido extrapolar a su trabajo una práctica que lleva en la sangre: poco apego, solo a lo esencial. Y así, Travieso encontró su hueco en el mercado: «Ordenar y organizar, libera», reconoce.

—Discípula de Marie Kondo. ¿Cómo empezó todo esto?

—Comencé hace cinco años. Llevaba unos 17 con una empresa americana, con la que viajaba muchísimo, pero quería hacer algo por mí misma que me gustase más. Me regalaron el libro de Marie Kondo en diciembre, me lo leí en dos días, y en abril asistí al primer curso de ella. Cuando empecé, no había casi nadie dedicándose a esto.

—Tu orden viene de nacimiento, ¿no?

—No es que de pequeña fuese ordenada, sino que me gustaba tirar cosas que no utilizaba. Solo que después lo volvía a desordenar, porque nadie nos enseña a organizar. El quid de la cuestión es deshacerte de cosas, tener desapego con lo material. Es más, yo siempre digo que no hay que ser perfeccionistas y que si un día se queda la cama sin hacer no pasa nada. Eso sí, siempre hay tareas que hacer en cinco minutos.

—¿Cuáles son?

—Son tareas que podemos hacer antes de irnos a dormir, para que por la mañana solo quede hacer la cama. Hablo de preparar la ropa del día siguiente o recoger la encimera de la cocina, los cojines, el sofá y las mantas. Si por la noche dejas esto listo, al día siguiente solo te haces el café. Yo también preparo la mesa del desayuno, porque le dedico media hora con mis hijos, y siempre pongo mantel, cereales, fruta y bizcocho.

—Entiendo que no eres muy fan de los «por si acaso».

—Nada fan, aunque entiendo que es muy difícil deshacerse de ellos, especialmente si han costado mucho dinero. Hay que hacer un ejercicio y preguntarse si eso se necesita para algo. Hay gente que guarda hasta las bandejas de poliespán que vienen con la fruta, botes o envases sin tapas.

—Pienso en la ropa y en el cambio de armario. ¿Por dónde empezar?

—Hay que aprovechar este momento para descartar las prendas que no nos ponemos desde hace años. También hay que pensar si lo que tenemos en el armario va con nosotros, porque algunas prendas ya no nos transmiten alegría o no nos sirven, y las guardamos porque tienen la etiqueta. Debemos limpiarlos, porque se ensucian muchísimo, y decidir qué nos quedamos. Por ejemplo, la gente tiene una ropa interior que da miedo, que si una es de hace años, que si otra la tiene para ir al gimnasio, otra para dormir...

—Es cuestión de liberar espacio.

—Claro. Hay personas que se quejan de que no tienen espacio, y yo siempre digo que la organización y el espacio no van de esto, sino de tener menos cosas. La mayoría de veces el problema viene de la cantidad de cosas que guarda la gente.

—Uno de los mayores quebraderos son los juguetes de los niños. ¿Cómo se les puede hacer entender que también se tienen que deshacer de ellos?

—Sí. Tienen que ir descartando. Hay que educar en ello desde el principio, y así no solo les enseñaremos a ser generosos, sino también a no tener apego con lo material. Mis hijos no lloraban por no traerse los globos y juguetes que caían de una piñata. Tienen que aprender a donar. Hay casas en las que todavía tienen juguetes de bebés cuando los niños tienen 10 años o más.

—¿Qué recomiendas para evitar las zonas imán en las que dejamos de todo?

—Hay que tener un lugar para todo. Las superficies imán se llenan de cosas que no sabemos dónde poner. Si yo sé que hay un sitio para las pilas, no las dejaré encima de la mesa.

—¿Qué truco nunca te falla?

—Si se ordena algo bien, mantenerlo es lo más fácil del mundo. El truco es tener un plan de organización. Una vez que se consigue, que se hace un descarte, se dobla en vertical la ropa y cada cosa tiene su lugar, es imposible que se vuelva a desordenar.

—Entras en la vida de cada casa, y con ello, de la persona. Es algo muy íntimo, ¿no?

—Así es, muchísimo. Cuando organizas una casa, casi sabes más en qué lugar está cada cosa que el propietario. Es un proceso que el cliente tiene que tener muy claro, tiene que confiar mucho en mí, y además, debe haber una química brutal.