Azahara Nieto, nutricionista: «Hay personas gordas que están perfectamente»

ALEJANDRA CEBALLOS LÓPEZ / S.F.

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«Eso de que con esfuerzo todos podemos tener un cuerpo ideal es un bulo», afirma la experta, que fomenta la nutrición basada en el bienestar y no en la estética

02 ago 2022 . Actualizado a las 10:04 h.

Un nivel de grasa corporal muy elevado o una masa muscular muy débil pueden derivar en complicaciones para la salud, sobre todo a medida que nos hacemos mayores. Sin embargo, la sobreexposición a cuerpos atléticos y la sensación de que lucir unos abdominales marcados es la única manera de estar sanos supone una presión que ha llevado a más de 400.000 personas en España a sufrir un trastorno de la conducta alimentaria (TCA). Azahara Nieto, nutricionista especialista en TCA y educación alimentaria, afirma que la salud y la buena nutrición van mucho más allá del peso, la estética y las restricciones a la hora de comer.

 —¿Las redes sociales hacen que seamos más propensos a los trastornos de la conducta alimentaria?

—Sí, estar sobreexpuestos a que todo lo que se comparta parezca ideal nos afecta mucho. De hecho, en la pandemia los trastornos del comportamiento alimentario aumentaron un 30 % y cada vez en edades más tempranas. Hay niños de entre 10 y 12 años con conductas peligrosas con respecto a la alimentación. Y esto tiene que ver con tanta sobreexposición e información sesgada.

—¿Los «influencers fitness» contribuyen a incrementar estas conductas?

—Todos como sociedad contribuimos. Por ejemplo, las típicas fotos de antes y después nos hacen pensar que hay un cuerpo que está bien y uno que no lo está. Da la sensación de que yo puedo tener un cuerpazo de modelo si me empeño, pero esa no es la realidad. Depende de mi actividad, de mi genética, de un montón de condicionantes; y esos mensajes tan simplistas y con tanto bombardeo afectan. No se lo podemos atribuir solo a los influencers fitness, también a los sanitarios pesocentristas (aquellos que tienen los kilos como respuesta a cualquier enfermedad). Aunque es cierto que si llegas a más personas, tienes una influencia mayor.

—Entonces, si todos comiéramos lo mismo, ¿no nos veríamos iguales?

—Obviamente no, al final depende de la genética, del entorno, del sueño, el estrés… La idea de que podemos tener un cuerpo ideal y que con esfuerzo todos podemos llegar a él es un bulo. Genera mucha frustración porque pones todo el foco en el ejercicio y en la comida y no consigues ese resultado. Claro, ese no es el cuerpo que vas a conseguir, vas a tener el tuyo.

—¿Qué consecuencias psicológicas conlleva?

—Tener una conducta muy obsesiva con la comida puede derivar en un trastorno, como dejar de comer, compensar o restringir determinados alimentos, provocar vómitos, usar laxantes, tener que comer todo hipersano, entrenar y no permitirte nada fuera de eso… Incluso puede causar depresión y autolesiones, es mucho más complejo y grave de lo que creemos. La anorexia es la segunda causa de muerte no violenta en España.

—¿Es común encontrar personas con TCA que consideren que su conducta es sana?

—Sí, a lo mejor no llega a ser del todo un TCA, pero sí tienen una relación conflictiva con la alimentación. Hay gente que considera que es normal «ganarse la comida», es decir, tienen que hacer mucho deporte para poder comer determinadas cosas. Son personas que tienen muchas reglas, valoran moralmente los alimentos... Hay gente en riesgo de tener un trastorno y muchas veces esa conducta se imita. Que logren sostener eso a partir de la fuerza de voluntad es algo que suele admirarse. Pero en exceso puede ocasionar desnutrición, déficit de vitaminas, anemia, déficit de oligoelementos, osteoporosis, o, por el contrario, hipervitaminosis (si se sobrepasan en el consumo de complejos vitamínicos). El exceso de control puede derivar en un trastorno, que no es solo bulimia o anorexia. También hay ortorexia, trastorno por atracón...

 —¿En qué consiste la ortorexia?

—Empieza como la mayor parte de los trastornos alimentarios: con una idea sutil de mejora de la alimentación, y al final acaba en un aislamiento en el que no puedes comer nada que no hayas supervisado o preparado tú, acompañado de entrenamiento excesivo y reforzado por la validación social.

—¿Tener bajo peso no es un indicador de buena salud?

—Esta idea viene del índice de masa corporal (IMC), que funcionaba para establecer unos rangos, pero el peso no tiene nada que ver con la salud. Al final, no indica ni el porcentaje de grasa ni el muscular. De hecho, hay personas delgadas que no están sanas y personas con cuerpos gordos que están perfectamente. Pero estamos muy influenciados por la gordofobia. Vemos a una persona con un cuerpo más grande y automáticamente pensamos que tiene el colesterol por las nubes o que no hace actividad física.

 —¿En qué deberíamos basarnos para saber si estamos sanos?

—Tiene que ser holístico: estar bien alimentado, tener acceso a frutas, verduras, proteínas y grasa; una analítica para ver si hay carencias; pero también pensar en la salud mental y la actividad física. Es mucho más complejo que el peso. Viendo a una persona no puedes valorar su salud.

—¿La gordofobia puede afectar a la salud del paciente?

—Por supuesto, que los sanitarios se centren en el peso como respuesta a todo tiene efectos sobre los pacientes con cuerpos grandes. Si te duele un pie y sabes que te van a responder que tienes que perder peso, dejas de ir, porque al final, parece que el culpable eres tú. O, por ejemplo, dejas de hacer deporte porque te sientes incómodo o juzgado y eso tiene repercusión a nivel mental y físico.

—¿Qué hay que hacer entonces?

—Debemos estudiar y reciclarnos, saber que el peso no es aval de nada. Es importante no tener una báscula. Si no es necesario, no pesar a los pacientes. No asumir que si una persona tiene un cuerpo más grande, va a tener problemas. Lo principal que debería hacer un sanitario es revisar sus prejuicios y empezar a estudiar la salud en todas las tallas.

—Y, como sociedad, ¿qué nos falta para ver la nutrición de una forma menos estética?

—Primero, que esté en la sanidad pública. Por desgracia, parece que las consultas de nutrición solo son para bajar de peso, y puede haber otros problemas como carencias de nutrientes. Además, tiene que ser individualizada; lo que es sano para una persona puede no serlo para otra. Hace falta mucha educación. Por último, sería necesario que se favoreciese la alimentación sana, no tiene sentido que sean más baratas unas magdalenas que una fruta.

—¿Cómo podemos tener una relación sana con la comida?

—Primero, debemos dejar de categorizar la comida entre buena o mala, darnos premios y permisos con ella. Volver a comer de forma más intuitiva: me apetece, no me apetece… y menos desde la restricción. Sin juicio hacia la comida y o hacia los cuerpos, el lenguaje aquí es fundamental. Deberíamos ser más libres, y así vamos a comer más cuando tengamos ganas, sin caer en abusos o castigos.