«Con 35 años pasé de ser cajera a carpintera doblando el sueldo»

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ANGEL MANSO

Del supermercado a un futuro prometedor en la madera, así fue el giro profesional de Jessica Carro. «Tras once años buscándome la vida, ahora tengo un trabajo estable y bien pagado», asegura

10 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cajera en el supermercado, dependienta... Jessica le dijo sí a todo durante once años en los que no dejó de buscarse la vida enlazando contratos temporales. Pero un buen día, y sobrepasando ya la treintena, tomó la decisión de retomar aquello que la crisis económica le arrebató. La burbuja del ladrillo explotó justo después de que ella terminase el ciclo medio de Carpintaría e Moble en el CIFP Someso de A Coruña. Siempre le gustó todo lo relacionado con la madera, así que decidió seguir con el oficio de su abuelo, que había sido tallista, nada más terminar el instituto. «Pero vino esa crisis tan grande de la construcción y la mitad de las carpinterías en las que podía trabajar, incluidas las dos en las que yo había estado, cerraron», explica.

Esta coruñesa, que pertenece a una generación marcada por el crack del 2008, vio cómo se hundía su oficio nada más estrenarlo. La situación la llevó a trabajar en todo aquello que pudo, sumida en la más absoluta incertidumbre. «Trabajé como dependienta en tienda y en un supermercado, donde estuve también de cajera... en lo que me iba surgiendo, dada la necesidad del momento», recuerda. Hasta que un día dijo basta y tuvo el valor de volver al punto exacto en el que se había quedado. Con 31 años, decidió matricularse de nuevo en el CIFP de Someso para hacer el ciclo superior de Deseño e Amoblamento. Una manera de ampliar su formación en el sector de la carpintería, y sobre todo de actualizarse. Lo terminó con éxito —de hecho, en el centro todavía la destacan como una gran alumna— en el 2019.

Pero si la primera vez que completó el ciclo de formación profesional estalló una crisis, en esta segunda llegó ni más ni menos que una pandemia. La ebanistería en la que hizo las prácticas del módulo y en la que Jessica permaneció trabajando un año cerró al no poder resistir las pérdidas del confinamiento. Afortunadamente, no le costó encontrar otro trabajo. Y esta vez, de lo suyo. «Estaba en el paro, pero al mes ya me llamaron de Someso para informarme de la oferta de la empresa en la que estoy, porque estaban buscando gente. Hice tres entrevistas y me seleccionaron», recuerda.

Año y medio y dos ascensos después, continúa en Xilonor, donde combina el trabajo más técnico con el de oficina y el de ventas. Los primeros meses empezó trabajando como operaria de CNC —una máquina que realiza un tipo de mecanización mediante control numérico computarizado, que sirve para controlar de forma automática el proceso de un trabajo—. Después pasó a programar dicha máquina, y ahora también asumirá la parte comercial. «Me acaban de volver a ascender por segunda vez, con subida de sueldo. Ahora, además de trabajar en la parte de planos y en la de mecanizado, estaré más en contacto con los clientes», comenta la carpintera, que dice que la posibilidad de promoción es vital para empresa y asalariado: «El poder mejorar como empleado es algo que acaba repercutiendo a la empresa, porque si la gente no está contenta, motivada e incentivada, pasa factura».

LAS CONDICIONES SOÑADAS

Aunque hoy celebra este cambio de vida a mejor, reconoce que en el momento de volver a estudiar tuvo dudas. «Sí, porque mucha gente te dice: 'Vas a perder el tiempo'. Además, al estar estudiando tenía que trabajar a media jornada o desdoblarme, pero ha merecido la pena», asegura Jessica, que ahora es consciente del alcance real de su buena decisión: «Muchas veces pienso que, en solamente dos años de dedicación, pude acabar consiguiendo esto a mi edad, que es más difícil». Cuando dice «esto», se refiere a unas condiciones de trabajo que no se imaginó ni en el mejor de sus sueños. «Es pasar de buscarme la vida con malos horarios y jornadas escasas de la mitad, a trabajar en lo que de verdad me gusta y teniendo un buen horario en un trabajo estable, que sabes que no te va a faltar y que además está bien pagado».

En cuanto al sueldo, acostumbrada a no alcanzar el mileurismo, prácticamente lo dobló. «Con 35 años pasé de ser cajera y dependienta a carpintera doblando el sueldo. Y con fines de semana libres, que antes el horario comercial solo me permitía librar el domingo. El poder compaginar el trabajo con la familia y el tener más tiempo libre es impagable para mí», añade ella, que trabaja de 9 a 18 horas de lunes a viernes, con una hora para comer: «El horario está muy bien, porque a las seis todavía me queda tarde, y al entrar a las 9 tampoco tengo que madrugar mucho».

Mientras muchos sectores contienen la respiración, el suyo vive un momento de oro. «Volvemos a estar desbordados. Esto va parejo a la construcción, y desde la pandemia la gente quiere construir más e irse a vivir a las afueras, entonces ha sido un bum. También hay muchas ventas de pisos de segunda mano que se reforman», indica.

MÁS MUJERES QUE ANTES

Siguen siendo minoría, pero Jessica confirma que la carpintería ya no es un oficio de hombres. «Cuando hice el ciclo medio, yo era la única chica. Sin embargo, en el superior ya éramos varias. Y eso ha sucedido en algo más de una década que pasó por medio entre uno y otro», precisa la carpintera, que asegura que su trabajo no requiere de un fondo físico especial: «Esto ha evolucionado, y ahora hay medios para hacer el trabajo de una forma más fácil. Ya no solo por el hecho de que seas más o menos fuerte, sino por salud, porque a la empresa tampoco le interesa que los operarios acaben lesionados. Está todo más igualado, aunque también es cuestión de gustos. Es que quizás hay menos mujeres porque realmente son menos a las que les gusta la madera».

A pesar de que le tocó sufrir en sus propias carnes la estrepitosa caída del ladrillo, Jessica esta vez no tiene miedo. «Las cosas han cambiado, y aunque ahora haya esta avalancha de trabajo por la pandemia y después vaya a menos, no va a ser como la otra vez que se hundió el sector. Además, la construcción va hacia lo ecológico y lo sostenible, y ese es precisamente el campo en el que estoy ahora». Se refiere a la construcción en CLT (contralaminados de madera), que desarrolla su empresa desde A Coruña y que está despuntando. «Se acaba de hacer un edificio de madera en Barcelona de cinco plantas, y la idea es crecer a nivel europeo. También hemos hecho alguna cosa para fuera de España, por ejemplo, se fue para Escocia una casa de campo en barco desde Galicia», cuenta. Lo cierto es que Jessica lo tiene todo: formación, arrojo y ganas de aprender en un sector novedoso que tiene cada vez más salida comercial. «No hay límites. Los límites los pongo yo con mi ambición y mis ganas de aprender», apunta. Habla con la seguridad de quien tiene uno de los puestos más buscados dentro de su oficio. «Hay pocos profesionales en esto, y la base del conocimiento de manejo de la máquina sirve tanto para la madera como para el metal o el corte láser, es decir, para muchos más ámbitos. Este currículo lo he conseguido gracias al ciclo, y la experiencia que he ganado al salir de él ha mejorado, por lo que las posibilidades que tengo son mucho mayores que antes».

A sus 35, con un trabajo más que estable y un doble ascenso a sus espaldas, Jessica ha roto su mala racha, y de qué manera. «Menos mal que me di una segunda oportunidad, porque el cambio fue para bien». Y todavía puede ir a mejor.