Paco Tomás, escritor: «Me he apropiado del insulto 'maricón' para anularlo»

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Paco Tomás es escritor, guionista y colaborador de televisión.
Paco Tomás es escritor, guionista y colaborador de televisión. Jesús Ugalde

Acaba de publicar «Coto privado de infancia», una novela en la que narra cómo un niño gay «sobrevive» a la infancia en la España de los años setenta

06 ago 2022 . Actualizado a las 11:03 h.

Paco Tomás cree que «siempre hay mucho de los autores en los textos que escriben, como de J. K. Rowling en Harry Potter». Quizás por eso, confiesa que muchas vivencias de Tomas Yagüe, el protagonista de la segunda novela que acaba de publicar, son comunes a las suyas. El escritor y periodista es uno de los referentes de la lucha del colectivo LGTBI en España, y con ella muy en mente, ha desgranado las vivencias más íntimas de un niño gay en los años setenta: cómo el acoso escolar y los maltratos sufridos, han afectado a lo largo de la vida del protagonista, cargando con el peso del silencio, y el rechazo. 

—¿Te arrepientes de que existan tantas vivencias de Paco Tomás plasmadas en Tomas Yagüe?

—No me arrepiento porque creo que lo tenía que hacer. Me lo debo a mí e incluso se lo debo a mi madre también, que se atrevió en un momento determinado a pedirme perdón y eso nos ayudó a reconciliar una historia que seguramente es común a la de muchos niños gais, lesbianas o trans en esas familias de los años setenta. 

—¿Qué engloba para ti la palabra «perdón»?

—Para mí y creo que para toda la sociedad, me parece que es una palabra importantísima. Porque de alguna manera, es muy fácil verbalizarla. Aunque no todo el mundo está dispuesto a hacerlo, es sencillo decir «perdón, lo siento mucho y no volverá a ocurrir», como el emérito. Lo importante es que no vuelva a ocurrir, que cambies. El perdón es una puerta. Si tú lo pides, pero no estás dispuesto a cambiar, no sirve de nada. Es un borrón y cuenta nueva. 

—¿Tomas Yagüe ha recuperado su «voz silenciada» al plasmar su historia en un libro?

—Claro. Yo creo que si las personas que conformamos la comunidad LGTBI alzamos la voz, la recuperamos, porque nos han dicho que no la teníamos. Que no teníamos derechos, voz propia, o que nuestra forma de vivir y ser eran «contranatura». Cuando creces con esa voz silenciada no tienes ninguna entidad dentro de la sociedad. No te atreves a reclamar nada. Ni siquiera te atreves a denunciar las agresiones que tienen lugar contra ti. Entonces, recuperar esa voz es muy importante. Eso no quiere decir que esa voz ya esté sanada, porque las heridas se quedan en nosotros. Pero recuperar la voz sí que te reconcilia contigo mismo y con tu historia, y eso es muy importante. 

— La novela está ambientada en los años setenta. ¿Cómo es la infancia de un niño gay en esa época?

—Yo no soy un abanderado ni referente para poder decir lo que era, lo que sé es lo que era para mí. Y fue un infierno. No tenías referentes, no sabías por qué te llamaban marica. Vivías en un ambiente hostil, con agresiones constantes. En absoluta soledad, porque ningún profesor te defendía en el colegio, y la familia tampoco era una aliada porque pertenecía a una generación que les habían educado a que eso era malo. Se atrincheraba en un silencio para no ver lo que estaba sucediendo a su alrededor o eran hostiles con ese niño para cambiarlo. Que era lo que esa sociedad les hacía creer, que eso se podía curar, con disciplina, golpes, castigos, terapias de conversión… En aquellos años era terrible ser un niño gay. Cuando tú ni siquiera sabías que lo eras. Solo veías que tenías una expresión de género distinta y eso te convertía prácticamente en un extraterrestre. Era muy difícil. Pero luego los ochenta tampoco fueron mejores. La leyenda de que fue un tiempo de luz y color en este país y que había la movida de Vigo, de Madrid o Valencia… No, eran cuatro los que disfrutaban de eso. Y la mayoría, no eran de clase obrera. El resto de la sociedad seguía anclada en esa mentalidad de los años setenta, y seguían reivindicando el patriarcado que es la gran losa que hay encima de esta humanidad. Todos los problemas terribles de esta humanidad están provocados por el patriarcado. Lo que sucede es que poco a poco se van conquistando cosas. 

—Empleas mucho «marica» y «maricón». ¿Qué significa esa palabra para ti?

—Esa palabra ha viajado conmigo. La primera vez que la escucho, no sé qué es. Luego ya entiendo lo que quieren decir y entiendo que es una agresión. Pero con el tiempo, uno de los logros de las comunidades LGTBI es apropiarnos de aquello que la sociedad ha construido para vejarnos y agredirnos, y desactivarlo. Yo ahora mismo tengo una camiseta puesta que pone «maricón», y salgo a la calle con ella. Me he apropiado de la palabra «maricón», de tu insulto, para anularlo. Y ahora es mío. Y ya no puedes agredirme desde ahí. Lo que sucede es que yo utilizo la palabra maricón para hablar con mis amigos en un tono más distendido, es como un lenguaje propio de nuestra comunidad. Pero si a mí me viene un señor y me dice: «Maricón, quita del medio» esa palabra se convierte en una agresión. Yo puedo usarla libremente dentro de mi comunidad, pero tú no para agredirme. 

—¿Crees que fue justo esa palabra la que a Tomas Yagüe le hizo replantearse qué estaba pasando?

—Claro, porque a Tomas Yagüe la primera vez que pretenden insultarle, lo hacen llamándole niña. El género de sus compañeras de colegio se convertía en un insulto. Pero te miras al espejo y sabes que no eres una niña. ¿Por qué están llamando entonces esto? Tienes que empezar con una edad muy temprana, y apenas herramientas, a cuestionarse quién eres. Yo dudo que haya un niño cis y hetero que con siete años esté reflexionando sobre «quién soy yo», y las comunidades gays, trans y lesbianas nos lo hacemos desde muy pequeños. 

—También ilustras la masculinidad a través de los compañeros de Tomás. ¿Crees que seguimos aferrados a esa idea?

—Sí, porque el patriarcado para mantenerse durante todos estos siglos ha necesitado soldados. Como si fueran un ejército. Y esa es la manera de formar a los soldados del patriarcado, con esa construcción tan tóxica de la masculinidad. Y esos niños de los setenta se parecen mucho a los que nos podemos encontrar ahora en el 2022. Se sigue educando en esa masculinidad tóxica: los niños no lloran, tienen que jugar al fútbol, pueden cabrearse y montar un puro tremendo... Todos los males que estamos viviendo ahora responden a eso. A esa masculinidad tóxica que está desde Putin hasta cualquier otro líder. Hay que empezar a hablar de que existen muchos modelos de masculinidad. Diversas formas de ser mujer y de ser hombre. E intentar que ese discurso entre en los colegios es muy complicado todavía a día de hoy. 

—¿Qué pasaría si el personaje de tu novela naciese hoy?

—Posiblemente sería una persona no binaria o una persona que viviría su expresión de género con mucha más libertad. Y posiblemente sería mucho más feliz. 

—La novela se basa en cómo ha afectado a lo largo de la vida la infancia. ¿Crees que todos somos lo que hemos vivido cuando éramos pequeños?

—Absolutamente. La manera en la que nuestra infancia, que es un momento en el que se está construyendo nuestra personalidad, donde además no tenemos herramientas, todo lo que nos sucede va a marcar al adulto, indiscutiblemente. La manera en la que vivas esa infancia va a ser determinante en tu adultez. El adulto que es líder en el colegio va a crecer de una manera distinta al que es acosado. El niño que es guapo y que todo el mundo lo celebra por su atractivo físico va a crecer de una manera distinta al que es feo y le dicen que tiene la nariz grande. Luego por supuesto, el nivel de acoso va a ser determinante también. A medida que ese ataque, discriminación y sensación de soledad, sean mayores, las consecuencias van a ser peores. El terror de patio de colegio se repite en las relaciones de pareja, con tu jefe o con tus compañeros de trabajo. Si no te pones en manos de una buena terapia para trabajar cuanto antes, claro. 

— ¿Ha pasado el tiempo suficiente como para que no duela?

—Lo importante también, que es de lo que habla mucho la novela, es qué hacemos con el dolor. Hay gente que amparada en ese dolor, destruye, porque siente que el mundo le debe algo. Está lleno de rabia por todo lo que le ha pasado y necesita vengarse de alguna manera del mundo. Pero existe otra, que desde ese dolor, afectos y lazos. Y yo estoy a favor de esta última.