Lucía, 18 años y voluntaria: «Cuando empecé a colaborar en la residencia de mayores me dijeron: '¡Pero si eres superjoven!'»

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M.MORALEJO

«En realidad, esto te ayuda más a ti mismo que a los demás», asegura la viguesa

30 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«¿Tía, qué haces metida en tantas cosas? ¡Disfruta!». Esto es lo que escucha Lucía Guizán de muchos de sus amigos cuando les cuenta las actividades que realiza como voluntaria. No es fácil encontrarse con gente joven que se preocupe de ayudar a los demás, pero mucho menos hacerlo con una chica que piensa dedicar a ello parte del verano de su mayoría de edad. «Yo les digo que disfruto igual. Si me voy de vacaciones o a un concierto, por ejemplo, solo tengo que avisar antes de los días que voy a faltar. Los voluntariados no te quitan de disfrutar del verano para nada, sino que incluso te ayudan a disfrutarlo más», insiste.

Sus amigos no fueron los únicos que se sorprendieron por su precoz inquietud. «Cuando empecé a colaborar en la residencia de mayores [Santa Marta, en Vigo] a través de Acción Solidaria de Galicia (Asdegal), fliparon. Algunas compañeras me dijeron: ‘Si eres superjoven, ¿qué haces aquí?’». Pero es que ella se lo pasa en grande en compañía de los residentes. «Me gusta mucho la gente mayor, me llena muchísimo. Te transmiten conocimientos y enseñanzas, te hablan de cuando eran jóvenes... Con ellos soy feliz», asegura. Lucía acude a la residencia cada dos semanas para hacerles pasar un rato entretenido, pero no es esta su única incursión con las personas de edad. Ya colaboró antes en la Fundación Grandes Amigos, donde acompañaba a mayores que están en riesgo de soledad. En concreto, a una mujer de 96 años, «y una energía alucinante», con la que quedó varias veces para pasear y charlar. En definitiva, para acompañarla y estar con ella.

«Yo tengo amigos que a la gente mayor la ven ya para estar en su casita con las cartas; pero es que ellos, al margen de sus limitaciones, siguen queriendo ir a tomar algo, cotillear... y disfrutar del verano, casi como si tuviesen 18 años, ya que estamos con el tema, ¡ja, ja!». Tanto es así que, cuenta, los asociados se reúnen durante estos meses de buen tiempo para ir a museos, a merendar, a pasear a la playa o incluso al teatro.

BINGO CON MAYORES

Ella va a la residencia cada dos viernes por la tarde a hacer actividades, y en concreto juega al bingo con los residentes. «Los mayores tienen el clásico juguetito del bingo y nosotros les damos unos cartones. No hay que pagar ni nada, hacemos varios cartones y al final de mes, a quien más haya ganado, le damos como un premio que tienen ellos», explica Lucía, a la que esto de disfrutar del tiempo con ellos le viene de serie: «Ya de pequeña era la típica niña que se iba con los abuelitos a todas partes, ¡ja, ja! Y también soy la que conocen en todo el barrio las vecinas. A mí estar con gente mayor es algo que me llena muchísimo, porque tienen un montón de cosas que, si te pones a hablar con ellos, son impresionantes. Pero igualmente voy a incorporarme de nuevo un día por la mañana en el comedor. Estas dos cosas son las únicas a las que me voy a dedicar este verano de voluntariado». Lo dice como si fuese poco.

Frente a tantos chicos de su edad que, a pesar de estar a punto de tomar la decisión, todavía no saben qué estudiar, Lucía tiene claro que si quiere ser algo en esta vida, es integradora social —«el ámbito social me apasiona, lo mío es completamente vocacional», señala—. Y si pudiese elegir un lugar para desarrollar su labor, indica que este sería sin duda la cárcel. Su sueño profesional está un poco más relacionado con el otro voluntariado que ha desempeñado hasta hace poco y que ya piensa en retomar, que es su labor en el comedor social del Hogar San José, también en Vigo.

«Aquí ves a gente de todo tipo que te cuenta su experiencia de vida, como, por ejemplo, personas que han estado en la cárcel y que te dicen por qué han venido a parar aquí. También te encuentras con gente que está pasada, y con otra que ha tenido que estar en la calle... Simplemente, esto me llena de otra manera», indica la joven, que regresa para este reportaje al comedor donde espera volver a servir y recoger mesas muy pronto.

Fue el pasado verano cuando se aproximó por primera vez al mundo del voluntariado, al que confiesa que llegó mal anímicamente. «Llamé a Asdegal y di el paso. Pero es que esto, más que ayudar a los demás, te ayuda a ti. Yo estaba fatal, pero empecé en el comedor y con Grandes Amigos y todo empezó a moverse. Esto te cambia, te hace ver todo de otra manera totalmente distinta. El voluntariado es, en definitiva, aprender», apunta Lucía, que jamás imaginó que esta sería una terapia tan eficaz.

«No voy a hacer un gran viaje este año, pero no tiene nada que ver con esto. Ser voluntaria no te quita de nada, por mucho que lo seas la gente entiende que estamos en verano y no hay ningún problema en ausentarse unos días. Lamentablemente no siempre hay gente suficiente, pero con decirlo con antelación para que la haya, ya está. Ellos buscan a otra persona que te sustituya ese tiempo. De hecho, este fin de semana me voy de concierto», apunta.

«ESTO TE LLENA»

De lo que se trata no es de renunciar a tiempo para sí misma, sino de dedicar parte de este a los demás. «Esto es algo que te roba una mañana, una tarde o lo que sea, pero que te llena y te da otras cosas. A veces no, porque puedes encontrarte con cualquier tipo de persona y en ocasiones hay conflicto. Pero cuando sales de ahí y te encuentras con alguien que te dice: 'Ay, eres la del comedor, está muy bien...'. Eso es algo que sienta genial. Seas joven, mayor, o lo que sea», asegura. La viguesa es consciente de que los 18 años marcan un momento especial en la biografía de cualquiera. Pero eso no está reñido con su vocación. «Para mí son ciertos días en los que no dejo de disfrutar, porque los dedico a algo que me apasiona. Y esto no quita que sea el verano de tu vida, de todas formas».

Parte de la culpa de que muchos chicos no contemplen el voluntariado como una opción, indica Lucía, «es que los chavales no se informan». Apuntarse en una asociación o en una oenegé, afirma, ofrece muchas opciones. «A mí en Asdegal me llamaron para el comedor, pero también para la residencia. Pero los más jóvenes suelen hacer voluntariados puntuales al ver que necesitan gente en un sitio en concreto, y ya».

Sabe que la solidaridad no es en lo que está pensando la mayor parte de la gente de su edad, que representa la gran excepción en lo que a voluntarios anotados se refiere. «Pues que sepan que se puede hacer todo y que esto no te compromete a nada, en absoluto», recalca. Para compromiso, el que nace de ella misma y de su forma de vivir un verano que, seguro, para ella será también inolvidable.