Carmen Moreno, fundadora de Parto Positivo: «En general, las visitas a las madres justo después de parir deberían estar prohibidas»

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LUCIA BARAGLI

Su tercera hija llegó al mundo a la vez que la publicación de su nuevo libro «Posparto positivo», pensado para las madres que eligen escucharse para transitar de manera positiva entre las luces y las sombras de esos primeros meses, que «no son fáciles»

25 jun 2022 . Actualizado a las 10:23 h.

No se imaginó Carmen Moreno (Barcelona,1987), educadora perinatal y fundadora de la plataforma Parto en Positivo, cuando se enfrentaba a las primeras páginas de su libro Posparto en positivo, que el título iba a cobrar, si cabe, más relieve durante su promoción. El día que habíamos fijado la entrevista se puso de parto, así que retrasamos la conversación unos días ya con Asia en brazos. «Me ha coincidido total con el momento vital, obviamente no estaba planificado. A veces la vida tiene estas sinergias... Pero me reafirmo totalmente con lo que pone en el libro», señala esta catalana con base en Reino Unido, que a raíz del nacimiento de su primera hija decidió junto a su pareja hacer las maletas para impregnarse de otras culturas. Un viaje que les ha llevado a vivir en China, Corea y Tailandia, y aunque actualmente residen en Vietnam, con el inicio del próximo curso escolar tienen previsto mudarse a Bali. 

—Tres partos, tres pospartos. ¿Han sido todos iguales?

—Para nada, yo creo que como el impacto del primero no hay otro. Es un gran cambio, para mí fue el que más aprendizaje, más transformaciones, me trajo. Cada uno tiene las suyas, incluso en el que estoy ahora. Así como en el libro hay mucha teoría de cómo prepararte, me he encontrado con una situación personal que no era lo que había planificado. Lo estoy viviendo bien, pero lejos de lo que tenía en mente. La idea era que mi madre estuviese conmigo, pero no pudo venir. 

—Seguro que con un cuarto seguirías aprendiendo...

—Por supuesto, pero no habrá cuarto, y eso también me está haciendo vivirlo con mucha melancolía, y con la sensación todo el rato de que se pare el tiempo. A pesar de que todo el mundo te lo dice, no eres consciente de lo rápido que crecen, pero ahora que es la tercera y la última, seguro, digo: «¡Ay, mi bebé ya no es recién nacida!». Y tiene dos semanas. 

—¿Se habla poco del posparto?

—Sí, pero creo que ahora estamos viviendo un cambio en cuanto a esa narrativa. Hasta hace muy poco estaba completamente dominada por el hombre, no se les daba voz a las madres, y creo que está cambiando en cuanto a nivel de libros publicados y a redes sociales. Y también ha habido una evolución, quizás hace unos años se hablaba de la parte negativa, de la más oscura de la maternidad, y ahora está más nivelado, se da voz tanto a las sombras como a las luces. Hemos pasado de esa imagen de maternidad endulzada, en la que todo es de color de rosa, perfecto y pletórico, a otra más negativa. Está más equilibrado. 

—Es una etapa de extremos.

—Exacto, también porque lo sentimos todo mucho más, y a veces está como muy polarizado. A lo mejor a los cinco minutos de estar eufórica, estás llorando. De contrastes. Y muchas veces ocurren porque tenemos creencias y expectativas que nos marcan mucho cómo tiene que ser la experiencia, y al final, esta es muy individual. Si dejamos esto a un lado, podemos encontrar nuestra experiencia tal y como es.

—De todas esas creencias, ¿cuál es la que más nos cuesta encajar que no es como nos la venden?

—Hay varias, por resumir me quedaría con tres. Respecto al bebé, pensar que los bebés buenos son aquellos que demandan poco y que solo comen y duermen. No es así, los bebés reales necesitan contacto constantemente. También sorprende la transformación que supone el posparto. Creo que la sociedad nos inculca que tenemos que pasar por la maternidad como si nada hubiera pasado. Nace un bebé, pero también nace una madre, no somos las mismas. Y por último, llama mucho la atención esa sensación de poder sentirte sola, a pesar de estar 24 horas acompañada por tu bebé.

—¿Hay un sentir popular que invita a competir por recuperarse cuanto antes?

—Sí, nos machacan muchísimo. Venimos un poco programadas para ello en todo el contexto del cuerpo, pero especialmente en la maternidad. A mí misma me salen un montón de anuncios de recuperación posparto. La maternidad nos cambia, y quizás podemos aceptar mejor el cambio psicológico, pero con el físico todo nos empuja a recuperar lo de antes. Creo que el foco debería cambiar a reconocer ese cuerpo, y el trabajo que ha hecho, y que es inevitable que haya huellas. Ojo, me refiero más a ese aspecto estético, a ese vientre plano que ninguna tenemos, no a recuperarte del suelo pélvico.

 —¿Deberían estar prohibidas las visitas la primera semana?

—En términos generales sí, pero depende, porque cada maternidad es un mundo, y aunque hay muchas mujeres que quieren estar desnudas, con su bebé, descansando el rato que puedan, llorando si les apetece.... y esto requiere intimidad, también hay otras que necesitan el calor de los suyos, así que es una decisión muy personal. A lo mejor quieres que venga tu madre o una amiga, o alguien con quien tengas una comunicación realmente sincera. Las mejores visitas son aquellas que sentimos la confianza para decirles: «Déjame un táper de comida en la puerta».

 —Pero hay muchas que no son como las que describes.

—Sí, y esas son el problema, pero esto va en contra de las normas sociales. El comentario que más he escuchado en estos dos años de pandemia en cuanto a las visitas ha sido: «Y menos mal el covid». Es fuerte que necesitemos una pandemia mundial para sentirnos en nuestro derecho de poner esos límites. Ahora en los grupos de posparto, muchas mujeres comentan que ya no se puede poner eso de excusa, pero que aun así, lo están intentando poner. Las entiendo perfectamente. Vivir en el extranjero es un plus para eso [risas]. Parece que lo que se ha hecho toda la vida sea la norma, y no te puedas salir de ahí. Hemos perdido un poco esa cultura de cuidar de las madres, de verlo como una etapa sagrada, en la que también ha nacido una madre.

 —¿Hemos apartado al padre del posparto?

—Creo te diría que al contrario, venimos de un modelo en el que sí estaban excluidos de los cuidados, y conforme la familia nuclear ha ido tomando más peso, se han ido implicando más en la crianza, en el posparto... Es cierto que carecen de referentes, estamos como en una concepción, y faltan espacios para los padres para poder poner en común sus experiencias, eso que sí estamos recuperando las mujeres. Nosotros lo hemos intentado, y no hay mucha demanda, porque no hay necesidad de compartir. Además, han tenido padres relativamente ausentes, no todos, pero la mayoría sí, y esto hace que se sientan más perdidos, y por otra parte, la transformación del posparto nos marca tanto a madres como a padres, pero a ritmos muy distintos. Las madres pasamos por nueve meses de embarazo, cambios físicos y psicológicos que nos preparan para ese momento, y aun así es un gran impacto, pero los padres no pasan por todo ese volcán emocional, y esto requiere paciencia, tiempo, contacto con el bebé...

 —¿El posparto puede durar hasta un año?

—O dos. Depende de cada madre y de cada bebé, no le pondría un tiempo determinado, pero lo que está claro es que no son los 40 días de la cuarentena.

 —Dices que el 91 % de las madres tienen pensamientos obsesivos durante el posparto, que es normal.

—Totalmente, sale muchísimo en los grupos, pero a la vez es muy tabú. Es nuestro cerebro recreando escenarios poco probables (que se te va a caer tu bebé, escurrir en la bañera...), que combinado con un alto nivel de oxitocina y ese instinto de proteger a nuestro bebé, hace que esos pensamientos resulten bastante retorcidos o un poco macabros incluso. Son superhabituales y no suponen ningún problema, está estudiado en psicología perinatal y por muy macabros que parezcan no suponen un problema psicológico, a no ser que cómo tú lo proceses o lo sientas sea un problema.