Lilí, 71 años: «A veces pienso que tuve hijos para tener nietos»

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MARCOS MÍGUEZ

Esta coruñesa asegura que cuidar de sus nietos no es una carga, sino un placer: «Mis hijos no son de los que te los dejan cuando les conviene y luego se largan y no los vuelves a ver en tres meses»

19 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

A Lilí se le ve la sonrisa incluso bajo la mascarilla. Se encuentra a la salida del colegio Compañía de María de A Coruña, donde estudian sus tres nietos. Espera la salida de Cosme, el pequeño. Mientras tanto, habla con todo el mundo con un tono simpático. Proyecta felicidad. Se nota que para ella lo de ir a recoger al pequeño al cole, lejos de ser una carga, se trata de uno de los momentos más especiales del día. «¿Una carga? Para nada. Para mí esto es un placer, pero un placer auténtico. Porque me gustan mis nietos, pero también sus amigos... Me parece que son nobles, inocentes y auténticos. Me gustan los niños. Muchísimo», dice.

Aunque todo el mundo la conoce como Lili, en su DNI responde al nombre de Rosa María Suanzes. Tiene 71 años y todo el tiempo libre que da la jubilación. «Yo echo una mano con los niños cuando hace falta», señala, y desgrana en tres frases su situación particular al respecto: «Primero, tengo mucha suerte con mis hijos. Segundo, esto sirve para mejorarles un poco la vida cuando me necesitan. Y tercero, es que me encanta estar con mis nietos. Me quieren mucho y yo a ellos. Me siento muy querida, me encuentro bien. Soy muy feliz estando con ellos». Tres generaciones alcanzando un círculo de perfección total.

¿Cuál es el papel de Lilí en el cuidado de los pequeños? «Los voy a buscar algunos días al colegio y vienen uno o dos días a comer a casa», detalla. Los fines de semana hay bola extra. «Por la noche hay tortas muchos sábados y viernes para quedarse a dormir en mi casa», señala orgullosa. «Los padres los dejan por turnos. Yo creo que muchas veces me los dejan porque saben que me encantan. Generalmente, no necesitan que me quede con ellos. Luego, si hace falta que me quede con ellos porque van a una boda o lo que sea pues también me los quedo. También está mi consuegra, que se queda mucho con ellos. Nos turnamos entre las abuelas. Pero no por obligación, porque ellos afortunadamente tienen la vida solucionada en ese sentido. Pero bueno, así echamos una mano».

Lilí es consciente de las tiranteces que a veces generan esas relaciones en las que los cuidados de hijos y abuelos no están fijados y los segundos a veces se sienten utilizados. Todo empeora cuando los nietos no se portan bien y se aprovechan de la flexibilidad de las normas en la casa de los abuelos. «No es mi caso, para nada —asegura—. Tengo suerte porque son muy favorables para dejarte a los niños. No son de los que te los dejan cuando les conviene y luego se largan y no los vuelves a ver en tres meses. Luego, los niños son muy buenos, es muy fácil la convivencia. Estoy encantada. Lo que más me importa del mundo ahora son mis nietos».

Preparando el verano

El colegio ya está a punto de terminar y, con él, un amplio horario en el que los niños estudian mientras que los padres trabajan. Toca la parte más complicada de la conciliación laboral. Sin embargo, escuchando a Lilí todo parece sencillo. «Normalmente los niños por las mañanas van a campamentos. Por ejemplo, si es en la Hípica [un club deportivo de A Coruña], voy a la piscina y a las dos subo y los recojo. Luego, o comemos allí o venimos a casa. Más tarde los recogen sus padres», detalla. ¿Y cuando no hay campamentos? «Pues otras veces se quedan en la casa de la otra abuela, que tienen una con piscina, y los niños van encantados».

Eso sí, en casa de Lilí manda ella. «Por ejemplo, a Cosme el bocadillo le gusta con mantequilla y jamón cocido. Y su padre me dice que no, pero yo le digo que el bocadillo lo hago como me da la gana y si no lo hace él. Pero no me dicen nada más, detalles de esos que tenéis los hijos, pero nada más», se ríe. Y es esa rigidez la que hace que las relaciones entre abuelos y nietos deriven en algo muy especial. «Los abuelos les dan todo el cariño a los niños y no les hacen imposiciones. A ver, dentro de un orden. Si se portan mal en la mesa les digo algo, claro, pero los abuelos no estamos en plan tiranos. No sé, pero mis nietos siempre quieren venir conmigo. Será por algo», señala mientras el orgullo retorna a sus palabras.

En algunos casos todo eso cambia con la adolescencia, donde las inseguridades y los cambios de carácter dificultan esa conexión. «No lo sé porque aún son pequeños, pero por ahora vienen. Quiero crear unos vínculos que espero que duren. Yo me siento querida por ellos y yo a ellos los quiero como a nada en el mundo. A veces pienso que tuve hijos para tener nietos. Esto es un amor diferente. A los nietos se les quiere, no sé... con más ternura», concluye. El abrazo que le da Cosme al salir del cole certifica que esa ternura fluye en las dos direcciones.