Fátima y Manola, palistas en la mina de Boiro: «Siempre hay alguien que te dice: '¿Esa máquina no es muy grande para ti?'»

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MARCOS CREO

A estas hermanas, que apenas se llevan un año de diferencia, les gusta aprender, no acomodarse, por ello hace tiempo dejaron sus respectivos trabajos, en una conservera y en una panadería, para ser palistas en la mina de Boiro

11 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Manola y Fátima son unas hermanas muy bien avenidas. Apenas se llevan un año de diferencia —una tiene 52 años y la otra 51— por lo que sus vidas han transcurrido siempre en paralelo. Podrían ser gemelas. Se han criado juntas, salen juntas y trabajan juntas. Son dos de las tres mujeres que actualmente trabajan en la mina de Boiro. Es curioso, porque ambas llegaron por casualidad, después de haber dejado sus respectivas ocupaciones hace ya unos cuantos años, 17 en el caso de Manola y 14 en el de Fátima.

 Como la mayoría de las mujeres de la zona, Manola trabajaba en las conserveras. Cuando le ofrecieron la posibilidad de trabajar en la mina, ella estaba un poco aburrida de lo suyo, así que fue un soplo de aire fresco. Se reunió con su futuro jefe, este le dijo que fuera por allí para echar un ojo y ver si le gustaba o no, y al poco tiempo ya estaba subida a la pala. Desde entonces se ocupa de cargar camiones con una cargadora en la planta de reciclaje del Grupo Nosa. «No tenía ninguna formación, ni idea de cómo funcionaba, pero me enseñaron. No es complicado. A mí lo que más me costó fue perder el miedo, porque andas por sitios muy altos, miras para abajo y dices: ‘A ver si me voy a caer’», explica Manola. La misma sensación tiene Fátima. Ella trabajaba repartiendo pan cuando se le presentó esta oportunidad, que no dudó en aceptar. A diferencia de su hermana, ella está en la zona de áridos. Empezó lavando arena, estuvo así durante un año, hasta que le propusieron si quería aprender a mover la máquina. «Me motivó muchísimo poder hacerlo, y acepté», indica. Se mueve en una retroexcavadora, una máquina más grande que la que conduce su hermana. Mientras que la de Manola es de ruedas y tiene el cazo de cargar delante, la de ella es de cadena, como una oruga, y tiene un brazo totalmente distinto. «Estuve unos cuantos años en la máquina, y cuando fue lo de la crisis, que ya éramos pocos, porque habían echado a gente, éramos dos palistas, y con uno nos arreglábamos, así que me propusieron coger el camión, y ahora estoy con el camión y la pala. Va por días, en función de las necesidades, y hay veces, por ejemplo ayer y hoy, que yo misma cargo el camión y lo manejo», comenta Fátima, y asiente Manola. «Lo mejor es saber un poco de todo y así eres válido en cualquier posición». Ella sabe, incluso, de explosivos, aunque de esta tarea se encarga ahora una empresa externa. «Era arriesgado, pero a mí me encantaba. El momento más complicado era el de la explosión. Tenías que medir muy bien la carga, porque depende de dónde los metieras, podían saltar las piedras muy lejos». 

POCAS MUJERES

A pesar de trabajar en un mundo tradicionalmente masculinizado, Manola y Fátima quieren romper una lanza para poner de manifiesto el aporte y el papel de la mujer en toda la cadena de valor del proceso minero. «Si no hay más mujeres será porque no les apetece, porque en nuestra empresa no ponen ningún problema por ser mujer. Tenemos las mismas oportunidades, cobramos lo mismo, hacemos lo mismo... Alguna más hubo, pero se fueron. Una se marchó por los horarios —antes tenían jornada partida, ahora trabajan de 8 a 17 horas—, otra porque se fue a trabajar con su novio... No porque se esté mal aquí», indica Manola, que confiesa que a pesar de que pasó mucho miedo al principio, prefiere esta aventura a la de limpiar pescado.

Fátima señala que para ella lo peor son las condiciones meteorológicas. «Es un trabajo al aire libre, estás a la intemperie. Si hace mucho calor como hoy, te tienes que aguantar, y si llueve te mojas... Esto es lo más duro». Porque lejos de lo que la gente pueda pensar, y lo piensan con bastante frecuencia, de duro, su trabajo, no tiene nada. «Ahora la gente que nos conoce ya sabe lo que hacemos, pero cuando conoces a alguien nuevo y le tienes que explicar en qué trabajas, y le dices: ‘Soy palista’. Te dicen: ‘¿Y cómo vas a ser tú palista?’. Les extraña, no lo entienden muy bien. Todo el mundo piensa que es un trabajo durísimo y no es así, para nada. Esto choca mucho», explica Manola.

Aseguran que para manejar máquinas como las suyas no se necesita fuerza, sino que se conducen como si fueran un coche «bien grande». «Si se te rompe algo —advierte Fátima— y puedes solucionarlo, pues adelante. Los latiguillos es lo que más se suele romper, yo si soy capaz de cambiarlo, lo hago, pero si está apretado y no me da la fuerza, pido ayuda. Viene el encargado o me manda un compañero». Precisamente, ambas quieren resaltar el buen trato que tienen con sus compañeros. Insisten en que no tienen ningún tipo de problema, al menos con los de dentro de la empresa. «Ahora que estoy en la cargadora y trato con más gente de fuera que mi hermana —dice Manola—, a veces ven en la máquina a una chica y desconfían un poco. No todos, pero siempre hay alguno que te dice: ‘¿Esa máquina no es muy grande para ti?'. Alguno así raro sí que hay, pero con nuestros compañeros no tenemos ningún problema, es más si necesitas que te ayuden por una cuestión de fuerza, lo hacen sin problema».

Estas hermanas de Boiro, que llevan la aventura en la sangre, compartirán su experiencia en el II Simposio de la Mujer y Minería, organizado por el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos de Minas de Galicia, que se celebrará los días 16 y 17 de junio en la Cidade da Cultura de Santiago de Compostela, con motivo del Día Internacional de la Mujer en la Minería (15 de junio), una acción promovida por la organización International Women in Mining (IWiM). Tienen mucho que contar, porque a base de trabajo y esfuerzo, se han ganado el respeto de sus compañeros. «Sí, también nuestra empresa para eso no pone límites, nos considera iguales, no hay diferencias». Y la que hay, la marcan ellas.