María León: «Tengo 37 años, y de pequeña ya solo me queda la estatura»

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La benjamina de los León ha alcanzado la madurez dentro y fuera de la pantalla. La madre abnegada de «El universo de Óliver» tiene poco que ver con ella: «La verdad es que no me lo quiero ni imaginar»

31 may 2022 . Actualizado a las 15:33 h.

«Yo crecí en un barrio, y eso te da una base bastante interesante, porque hay muchos colores y personalidades de las que uno se puede alimentar», dice María León (Sevilla, 1984). La actriz tiene eso en común con Óliver, su hijo en la película que estrenó el pasado 13 de mayo en cines, pero también su carácter soñador y el hecho de ser la hermana pequeña: «Paco me lleva diez años, y mi otro hermano me saca nueve. Tuve la suerte de tener dos hermanos mayores, y también de tener de referencia su manera de salir del palomar, digamos». La pequeña de los León no quiere ser una sola cosa, pero sí tiene clara su máxima aspiración: ser feliz. «No es algo que se sea las 24 horas ni que sea fácil», reconoce.

—¿Cuál era tu sueño de pequeña?

—Pues yo siempre lo he dicho, el mío era ser mujer, vaya. Meterme en un cañón y salir volando por todo el universo, ¡ja, ja, ja! De pequeña tenía mucha fantasía, y esto que voy a decir es mucho más cursi que la primera respuesta que te he dado, pero creo que en aquella época mi sueño era tener la habilidad justa para poder seguir soñando y no dejar nunca de hacerlo.

—Este personaje de esposa y madre abnegada no te pega nada.

—Es una mujer que refleja mucho también una época, una generación de mujeres que estaban en una situación de cambio, pero que todavía no tenían las herramientas suficientes como para poder evolucionar a la velocidad de la capacidad que realmente tenemos todas. Venían de un lugar muy oscuro, muy concreto. Adaptarse a los nuevos tiempos no era fácil, y soltar el lastre de las generaciones anteriores tampoco. En este caso mi personaje, como la mayoría de las madres de la época, sostenía fuertemente a la familia desde un lugar ciertamente invisible.

—Tú no te imaginas en una situación así, ¿no?

—La verdad es que no me lo quiero ni imaginar. He tenido que hacerlo para poder trabajar con este personaje, pero es verdad que por suerte yo soy de otra generación, me han tocado otros tiempos.

—Vemos la relación entre Óliver y su hermano pequeño. ¿Te identificas en algo con respecto a la tuya con Paco?

—No me identifico en absoluto, y te explico por qué. Paco me lleva diez años, entonces cuando yo tenía la edad de Óliver, mi hermano ya estaba fuera de casa estudiando la carrera. Claro, la diferencia de edad hace mucho. Yo tuve la suerte de tener dos hermanos mayores, que uno me lleva diez y otro me saca nueve, y también de tener como referencia su manera de salir del palomar, digamos. Me refiero a sus primeras experiencias ya como adultos. Yo como niña sí que bailaba bastante sola en casa y, al ser la pequeña, creo que era la más consentida.

—No está mal.

—No, no está mal. De hecho, para mí es una suerte. Hoy en día tengo 37 años y sigo sintiendo que soy la pequeña de la casa, aunque ya de pequeña tengo poco, solo me queda la estatura. Pero el sentimiento sí que lo mantengo, y eso yo creo que es por la relación que han tenido también mis hermanos conmigo.

—Las fantasías de Óliver coinciden con las de su abuelo y conectan también con las de su padre. ¿Todos retratan a ese niño que se lleva dentro?

—Y lo importante que son los referentes, ¿no? En este caso, ese crecer, ese despertar, ese descubrir, y también ese conocimiento con la muerte, que es un proceso de vida que no es fácil. Crecer no es fácil, y menos para un niño de diez años que tiene que empezar a tener unos conocimientos no solo de su cuerpo y de los cambios que experimenta, como la voz, las sensaciones, las necesidades, el primer beso, el primer amigo, la primera pandilla… Sino también del cambio de la vida, que no es fácil. Que cuando tienes un abuelo que juega contigo, que te cuenta el universo desde las estrellas, tener ese referente, ese punto de partida, es una suerte en este caso para Óliver y para todos los niños que hayan tenido unos abuelos que se hayan dedicado a transmitirles lo aprendido desde su conocimiento. Son herramientas para el nene, para que en un futuro pueda tener esas referencias. Son muy importantes para el adulto que va a ser.

Yo me he curado muchas veces las heridas de mis rodillas 

—¿No dejamos de crecer del todo a lo largo de la vida?

—No, y eso yo creo que también es parte del proceso. En el momento en que uno crea que ya lo tiene todo aprendido, la vida será muy aburrida. Por suerte, seguimos aprendiendo, y en este caso en la película también vemos reflejado eso en esos adultos que siguen aprendiendo a ser padres.

—¿Has tenido esa figura en casa que soñaba contigo?

—Sí, yo por suerte sí, porque al ser la pequeña y nacer en aquella época, en el 84, tenía a mi tata, a mi Charo, a mis padres, a mis abuelos… He tenido muchísimas figuras adultas. Yo crecí en un barrio también, y un barrio te da una base que es bastante interesante, porque hay muchos colores y personalidades de las que uno se puede alimentar. Tuve muchísimos referentes y pude elegir.

—¿Elegir quién querías ser?

—En cada momento uno va modificando y aprendiendo, y va siendo una cosa. A mí me gustaría ser muchas cosas y no quedarme en una nada más. Hoy por hoy, me sigo acordando de muchos de esos referentes de la infancia, y los voy utilizando según me va viniendo bien.

—Durante la presentación de «Heridas», uno de tus últimos estrenos, dijiste que se puede ser madre de muchas maneras. La madre que interpretas en la serie es disfuncional.

—Claro, es que hay muchas maneras de ser madre. Ser madre no significa solamente tomar la decisión de parir, que nosotras por suerte tenemos unas herramientas estupendas y podemos hacerlo. Ser madre son muchas cosas, y a la hora de tener un hijo tú puedes criarlo de muchas maneras. Y ninguna forma es la mejor y ninguna es la peor, no creo que haya una manera de ser madre, y que sea la correcta. Ser madre es seguir descubriéndote a ti como persona y como mujer, y eso es un viaje muy concreto que cada uno decide tener en su vida de una manera o de otra. La de Heridas es una madre que por desgracia es más habitual de lo que a mí me gustaría, porque han sido muy jóvenes y no se han desarrollado ellas como personas. Pero es una mujer que se va a dar una oportunidad y está dispuesta a reconocer sus errores.

—¿Qué es lo próximo que quieres ser?

—Pues me encantaría ser feliz, yo creo que es mi única obligación. Y creo que soy la única que puedo darme la felicidad plena. Mi objetivo mayor es ese, ser feliz, y encargarme cien por cien de esa felicidad, porque si yo lo soy, seguramente pueda hacer felices a todos los que me rodean.

—¿No lo eres?

—Sí lo soy, pero no es una cosa que se sea las 24 horas ni que sea fácil. De hecho, yo creo que es de las cosas más difíciles que uno se puede plantear, no es sencillo serlo todo el tiempo.

—Nos empeñamos en mostrar solo la parte buena muchas veces.

—Sí, yo personalmente he sido una persona que siempre he mostrado las cosas con total claridad. Cuando tú estás contando una ficción, ya estás haciendo eso. Pero en mi día a día intento ocultar poco todo lo que me pasa, porque me siento muy orgullosa tanto de lo bueno como de lo malo, de poder equivocarme y seguir caminando. Dejarse las rodillas en el suelo significa que una está corriendo y está haciendo un esfuerzo. Yo me he curado muchas veces las heridas de mis rodillas, y espero que sigan sangrando cada vez que yo quiera darme un buen apretón sin miedo a la caída.

—¿Algún otro estreno a la vista?

—Pues estrenamos en Movistar+ Zasback, un programa de monólogos donde quienes participamos contamos una anécdota personal real que acompañamos con un monólogo. Es necesaria la comedia.

—Últimamente se habla mucho de los límites de la comedia.

—Yo creo que se habla mucho pero que tenemos que hacer más y hablar menos, ja, ja, ja. Esa es mi opinión. A la comedia no se le puede tener miedo, porque es la única salvación que tenemos. Es tan necesaria que la llevaré siempre por bandera, para mí es una herramienta de vida. No nos debería de faltar a ninguno.

—Pero fíjate lo que puede desatar un chiste, lo vimos en los Oscar…

—Bueno, yo no sé si realmente lo que querían hacer era un chiste. Es que depende de cómo lo hagas, hay muchos tipos de comedia. Un chiste no es fácil hacerlo, ni siquiera decirlo, ni decidirlo. Pero, desde luego, los chistes no están para ofender. La comedia está para disfrutarla y no le tengo ningún miedo, voy a defender siempre que es necesaria para vivir. Sin ella estaríamos colocados en un lugar tremendamente feo.