Bromea Rubén García, cocinero y propietario del Areoso, junto a David Mochales y Waldo Otero, que la suya debe ser la única cocina de Galicia que no tiene extractor y que no huele.
Un espacio cuadrado, dotado de todo lo necesario en una cocina —excepto el extractor—, ocupa el centro del pinar. En él, Rubén cocina a la vista de todos. Realmente es un espectáculo. Que no tendría sentido por sí mismo si los platos que desde allí se proponen no fueran lo que son. «Cuando el año pasado abrimos el chiringuito teníamos claro que nuestra propuesta gastronómica tenía que ser completamente diferente. Apostamos por el producto de cercanía y de temporada. Sobre todo por las verduras y los pescados», dice. Para aprovisionarse de vegetales de la zona visita cada mañana a Celina, su placera de confianza. «Y tenemos dos o tres marineros de A Illa que nos traen lo que hayan pescado ese día», comenta.
Sobre esos fundamentos se basa una carta sencilla, pero desbordante de tentaciones. Con un apartado de entrantes con propuestas como los puerros en vinagreta cítrica, el humus de remolacha y chips vegetales o la ensalada de langostinos y salsa de aguacate. Otro, bautizado «Del mar», ofrece, por ejemplo, mojama con trufa marina y piñones, berberechos a la sartén o zorza marina. El de mejillones los ofrece al chili, en escabeche suave o incluso una meji-burguer ecológica. Los woks pueden ser de curry veggie mar y montaña, de chipirones y langostinos, de rape y pimientos o pad-thai de berberechos, entre otros. Añádanle un par de platos de carne y los dulces. Y por encima, ninguno de estas generosas propuestas supera los 15 euros. La oferta del Areoso se completa con una carta de cinco cócteles: mojito tradicional y de albariño, piña colada, daiquiri de fresa gallega y sex on the beach con arándanos ecológicos.
El Areoso Beach Club dispone además de un servicio de alquiler de kayaks y de bicicletas. De momento, el chiringuito abre solo de viernes a domingo. A partir de San Xoán abrirá todos los días.
CARLOS CRESPO
No le hagan caso a Georgie Dann. Si se detienen un instante en la letra de su canción enseguida se darán cuenta de que su «chiringuito» va de otra cosa. De los que aquí hablamos es de esos que, llegados los primeros calores, afloran en prácticamente todos los rincones de nuestro vasto litoral. De esos que en un primer momento conocimos siendo apenas un quiosco de helados con algunas sillas y un par de mesas a su alrededor y que ahora se reinventan y renuevan sus propuestas para abarcar prácticamente cualquier necesidad que el playero precise.
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