Carlos Fernández, reumatólogo de Chuac: «Con los tratamientos biológicos conseguimos dormirles la enfermedad al 70 % de los pacientes»

YES

ANGEL MANSO

Suelen ser mujeres y en edad fértil las pacientes que sufren en mayor medida patologías reumatológicas, por ello Fernández asegura que no hay que escatimar en cuanto a los tratamientos. Unas terapias que superan los 5.000 euros al año

25 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Carlos Fernández (A Coruña, 1960), adjunto de Reumatología del Chuac, estudió la carrera de Medicina, no existían los tratamientos biológicos. Fue posteriormente cuando se formó, todavía continúa haciéndolo, en unas terapias que supusieron una revolución farmacológica. Empezó a trabajar con ellos desde que se comercializaron en España, hace más de veinte años, de hecho, recuerda que el primero que se puso en el hospital coruñés fue sobre esa fecha, entre el año 1999 y el 2000, y por vía intravenosa. A día de hoy, en el área sanitaria de A Coruña, se ponen cerca de mil tratamientos de este tipo al año.

 —¿Qué es un tratamiento biológico?

—Para que lo entienda la gente, los medicamentos suelen ser productos químicos del tipo de la aspirina, pastillas fabricadas en un laboratorio químico normal, y en un momento determinado surgen los tratamientos biológicos, que se llaman así porque su mecanismo de acción es distinto, influyen de manera biológica sobre el proceso de la inflamación, pero también porque son productos biológicos del estilo de la insulina. Son proteínas muy grandes, no se podrían tomar en pastillas, por eso tienen que ser pinchados, de manera intravenosa o subcutánea.

 —¿Las enfermedades reumatológicas tienen mayor incidencia en mujeres?

—En términos generales, sí. La más frecuente de todas ellas, aparte de la artrosis que también lo es, pero no suele tenerse en cuenta para este tipo de tratamientos hoy en día, es la artritis reumatoide (AR), que la pueden tener entre el 0,5 y el 1 % de la población. En la AR la proporción es por cada 3-4 mujeres, un hombre. En otras enfermedades reumatológicas esta proporción no se da, o incluso se invierte, por ejemplo, en la espondilitis anquilosante.

 —¿Cuál es la edad del diagnóstico?

—Suelen ser mujeres jóvenes y en edades fértiles. Hay dos picos, sobre todo en la AR, uno alrededor de los 30 años, y otro por encima de los 55.

 —Por esto mismo, ¿hay que poner toda la artillería en los tratamientos?

—Sí, este tipo de enfermedades inflamatorias afectan a las articulaciones, y si esta se mantiene en el tiempo puede destruirlas. Antes no teníamos los tratamientos de hoy en día, por eso eran enfermedades catastróficas, que causaban mucha incapacidad. Actualmente, tenemos un arsenal terapéutico mucho más amplio, y podemos tratar a los pacientes con medicamentos más o menos agresivos, y eso lo vamos a decidir en función de cómo se presenta la enfermedad.

 —¿Los biológicos son de los más agresivos?

—Sí, tenemos varias líneas de tratamiento. Los que usamos para las artritis son fármacos modificadores de la enfermedad (Fames), no tenemos tratamientos curativos, por eso el objetivo es lograr la remisión, «dormir la enfermedad», que no se note que está, que no siga evolucionando y que permita al paciente hacer una vida normal. Y estos fármacos los clasificamos en dos grupos: los sintéticos (metotrexato, leflunomida…), que son químicos, y los biológicos. Habitualmente se empieza por los químicos porque son los más conocidos, llevamos más tiempo trabajando con ellos y conocemos mejor su forma de actuar. Son los que están en las guías a nivel internacional como de primera elección, pero cuando no son suficientes o fracasan, recurrimos a la segunda línea: los biológicos. Aunque cuando la enfermedad es muy agresiva podemos ir directamente. Y ahora han surgido unos nuevos, hace cuatro o cinco años que están en el mercado y diez en investigación, también sintéticos, que son las terapias dirigidas, son productos químicos, pero con un mecanismo de acción más parecido al de los biológicos, van a un sitio específico, son muy dirigidos.

 —¿Cuál es el perfil del paciente?

Es una persona con una enfermedad inflamatoria, reumatológica en este caso, con afectación de las articulaciones, y que no se ha podido controlar con los Fames sintéticos convencionales. Suele ser mujer y en la edad media de la vida, puede que hayan transcurrido unos dos o tres años desde el diagnóstico. Por lo tanto, la edad de administrar estos fármacos sería a partir de los treinta y pico años. También tenemos pacientes que llevan años estables con sus tratamientos sintéticos y que les dejan de funcionar, estos son mayores evidentemente. No se restringen a una edad concreta.

 —¿En niños también se ponen?

Sí, algunos están indicados en la artritis idiopática juvenil, y se pueden dar, incluso, en niños de un año.

—¿En qué casos no están indicados?

—Depende del paciente, si tiene otras patologías que lo contraindiquen. Por ejemplo, si tiene infección aguda o no controlada, alguien con un neumonía, porque correríamos el riesgo de que no respondiera bien al tratamiento, porque lo que hacen es disminuir las defensas. Algunos de los biológicos tampoco están indicados en pacientes con insuficiencia cardíaca severa o con un cáncer activo. Se suelen dar a pacientes que hayan tenido cáncer, pero se debe esperar cinco años. En los tres casos siempre hay que individualizar, sopesar riesgo-beneficio.

 —Los pacientes hablan de un cambio radical. ¿Por qué funcionan tan bien?

—No es que los biológicos sean mejores que los Fames sintéticos, cada uno tiene su momento de actuar. Empezamos por unos porque son los que mejor conocemos, y sabemos que en un porcentaje muy alto de pacientes van a funcionar perfectamente, conocemos sus efectos secundarios y podemos mitigarlos. Cuando no funcionan, recurrimos a los biológicos, pero no es que unos sean mejores que otros.

 —¿Tienen efectos secundarios?

—Son tratamientos que disminuyen las defensas, por lo tanto aumenta el riesgo de infecciones, pero las más frecuentes son banales, resfriados.

 —¿Se usan en más especialidades, pero es en reumatología donde mejor funcionan?

—No, funcionan muy bien en otras. Hay tratamientos biológicos para múltiples enfermedades: reumatológicas, dermatológicas, digestivas, neumológicas, neurológicas… Cada vez van apareciendo más fármacos biológicos para nuevas especialidades médicas, y todos ellos con una gran eficacia y seguridad. Lo que pasa es que en reumatología y oncología es donde empezaron, porque al principio estaban enfocados hacia la inflamación, que se ve muchísimo en reumatología.

 —Hablábamos de que hay muchas familias de biológicos, si uno no funciona, te permite ir probando hasta dar con uno efectivo, ¿no?

—El objetivo es que la enfermedad esté lo menos activa posible. Para ello, vamos probando varios niveles de tratamiento, cuando llegamos a los biológicos tenemos, dependiendo de la enfermedad, una serie de ellos autorizados e indicados para esa patología. Vamos a elegir uno u otro en función de las características del paciente y de la enfermedad. No conseguimos que el 100 % de los pacientes entren en remisión, pero sí el 70 %. En el 70 % de las veces conseguimos dormir la enfermedad. En el resto, o no consigues mínima actividad o no les funcionan para nada, y tenemos que cambiar por uno de la misma familia o de otra distinta. Además, con el tiempo, unos más y otros menos, van perdiendo eficacia.

 —¿Hay quien lleva 10-15 años con el mismo?

—Sí, el primer tratamiento que se comercializó en España fue en 1999, y hay pacientes que comenzaron en esa fecha con nosotros y siguen con él.

 —¿Cómo se consiguen y dónde se conservan?

—En reumatología, los tratamientos los clasificamos en función de cómo se administran. Unos de forma intravenosa (el paciente tiene que venir al hospital a ponérselo cada cierto tiempo), y los otros, que son los que nos ocupan, subcutánea. Como son productos biológicos se pueden degradar, estropear, por eso hay que guardarlos en la nevera, y transportarlos en frío. Si perdemos la línea del frío, pierden su eficacia. Se recogen en la farmacia del hospital, y el paciente se lo administra en su casa. Es muy fácil, porque han mejorado mucho, al principio, algunos había que reconstituirlos, venían en dos partes y había que mezclarlos, pero hoy ya vienen en una pluma como la de la insulina, y los pacientes ni ven la aguja. Los hay semanales, quincenales, mensuales, incluso uno de ellos es cada tres meses. 

—Hablamos de medicamentos prescritos a través de la Seguridad Social, donde el paciente no tiene que pagar nada, pero si estuviéramos en Estados Unidos, ¿de cuánto dinero estaríamos hablando?

—Inicialmente, algunos de ellos llegaron a costar anualmente unos 15.000 euros por paciente, pero ahora algunos han perdido ya la patente, y se están fabricando lo que se llama biosimilares, que son copias muy parecidas al original, pero que tienen un efecto biológico equiparable, y esto ha hecho que aumente la competencia y bajen los precios, incluso a un tercio de lo que costaban alguno de ellos. Eran muy caros, y siguen siendo, no todo el planeta se puede permitir este tipo de tratamientos. En Europa son gratuitos, pero en Estados Unidos va a depender del seguro que tengas.