—¿Se usan en más especialidades, pero es en reumatología donde mejor funcionan?
—No, funcionan muy bien en otras. Hay tratamientos biológicos para múltiples enfermedades: reumatológicas, dermatológicas, digestivas, neumológicas, neurológicas… Cada vez van apareciendo más fármacos biológicos para nuevas especialidades médicas, y todos ellos con una gran eficacia y seguridad. Lo que pasa es que en reumatología y oncología es donde empezaron, porque al principio estaban enfocados hacia la inflamación, que se ve muchísimo en reumatología.
—Hablábamos de que hay muchas familias de biológicos, si uno no funciona, te permite ir probando hasta dar con uno efectivo, ¿no?
—El objetivo es que la enfermedad esté lo menos activa posible. Para ello, vamos probando varios niveles de tratamiento, cuando llegamos a los biológicos tenemos, dependiendo de la enfermedad, una serie de ellos autorizados e indicados para esa patología. Vamos a elegir uno u otro en función de las características del paciente y de la enfermedad. No conseguimos que el 100 % de los pacientes entren en remisión, pero sí el 70 %. En el 70 % de las veces conseguimos dormir la enfermedad. En el resto, o no consigues mínima actividad o no les funcionan para nada, y tenemos que cambiar por uno de la misma familia o de otra distinta. Además, con el tiempo, unos más y otros menos, van perdiendo eficacia.
—¿Hay quien lleva 10-15 años con el mismo?
—Sí, el primer tratamiento que se comercializó en España fue en 1999, y hay pacientes que comenzaron en esa fecha con nosotros y siguen con él.
—¿Cómo se consiguen y dónde se conservan?
—En reumatología, los tratamientos los clasificamos en función de cómo se administran. Unos de forma intravenosa (el paciente tiene que venir al hospital a ponérselo cada cierto tiempo), y los otros, que son los que nos ocupan, subcutánea. Como son productos biológicos se pueden degradar, estropear, por eso hay que guardarlos en la nevera, y transportarlos en frío. Si perdemos la línea del frío, pierden su eficacia. Se recogen en la farmacia del hospital, y el paciente se lo administra en su casa. Es muy fácil, porque han mejorado mucho, al principio, algunos había que reconstituirlos, venían en dos partes y había que mezclarlos, pero hoy ya vienen en una pluma como la de la insulina, y los pacientes ni ven la aguja. Los hay semanales, quincenales, mensuales, incluso uno de ellos es cada tres meses.
—Hablamos de medicamentos prescritos a través de la Seguridad Social, donde el paciente no tiene que pagar nada, pero si estuviéramos en Estados Unidos, ¿de cuánto dinero estaríamos hablando?
—Inicialmente, algunos de ellos llegaron a costar anualmente unos 15.000 euros por paciente, pero ahora algunos han perdido ya la patente, y se están fabricando lo que se llama biosimilares, que son copias muy parecidas al original, pero que tienen un efecto biológico equiparable, y esto ha hecho que aumente la competencia y bajen los precios, incluso a un tercio de lo que costaban alguno de ellos. Eran muy caros, y siguen siendo, no todo el planeta se puede permitir este tipo de tratamientos. En Europa son gratuitos, pero en Estados Unidos va a depender del seguro que tengas.