Toca esperar unas semanas para saber si la de Martina será al fin una de ellas. Por el momento, celebran esta nueva oportunidad.
NOELIA SILVOSA
Retraso psicomotor global. Ese es el término con el que los médicos catalogan la enfermedad desconocida de Martina. En un limbo tan inespecífico como ambiguo viven sus padres, Alejandro Pena y Raquel Vázquez, desde el momento en que vino al mundo. Todas las pruebas a las que le han sometido dan bien. Sin embargo, ese retraso motriz y cognitivo le acompaña desde siempre. Un auténtico reto para los médicos, pero también para ellos, a quienes la palabra incertidumbre les acompaña en cada paso que dan.
Nada en Martina hacía sospechar alteración alguna. El embarazo fue normal hasta que la translucencia nucal —la prueba que se realiza para ver si hay riesgo de que el bebé venga con síndrome de Down y otros síndromes conocidos— salió un poco aumentada. A Raquel le practicaron una biopsia de colon, pero concluyó con resultados normales. Finalmente, Martina nació hacia la última semana de gestación a través de un parto provocado. Lo hizo con bajo peso, una realidad que ya se venía observando en la recta final del embarazo, pero a la que nunca se le dio demasiada importancia. Sí detectaron una característica en ella, la protrusión lingual, que proyecta la lengua hacia fuera. Eso, unido al bajo peso, dio la pista para empezar a pensar en un problema de maduración. Así comenzó la odisea de la niña, que fue atendida en el Materno de A Coruña por el doctor José Luis Fernández Trisac, jefe de la unidad de Neonatología del Chuac.
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