La situación económica de la familia no ha sido fácil. A la reducción de jornada a la que tuvo que acogerse Raquel para intentar conciliar, se le sumó el hecho de que Alejandro se quedase sin trabajo ni sueldo durante meses. «Estas son ayudas que no pide nadie por gusto», señala. Martina acudió a todas las especialidades. Rehabilitación, logopeda, neurólogo, neuropsicólogo, atención temprana, atención ocupacional, unidad del sueño... «Y no hay prueba que dé una respuesta», indica Raquel, que junto a Alejandro aprovecha para agradecer la labor de Fegerec y la oportunidad de conocer a otras familias que se encuentran en circunstancias parecidas a la suya.
«Nuestra vida es normal, simplemente está adaptada, pero somos tan felices como cualquier otra familia. Lo peor son los gastos que conlleva una enfermedad así y las dificultades de conciliación. Y para eso están las ayudas, que no deberíamos de tener que pelear en un juzgado», señala Alejandro, que lanza una pregunta al sistema: «Hay listas de enfermedades. Pero ¿y los que no tenemos diagnóstico, qué hacemos?». Raquel lanza un mensaje a quienes se encuentren en su situación: «Que no se rindan y que luchen, sobre todo por los niños». Ellos ya tienen callo.