Antonio Resines: «Cuando me desperté del coma, pensé que los médicos eran asesinos en serie»

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Todavía algo convaleciente, aunque muy recuperado del covid, que lo tuvo durante más de un mes en la uci, este viernes 8 de abril estrena «Sentimos las molestias», una serie que habla de lo que supone hacerse mayor. «Después de lo que me ha pasado, ya no me acojono mucho», apunta el cántabro

06 abr 2022 . Actualizado a las 09:00 h.

Sabe, porque así se lo dijeron, que estuvo a punto de morir las pasadas Navidades tras contagiarse de covid. No era la primera vez. En sus 67 años ya ha estado otras veces al borde de la muerte. Pero esta última, tuvo un 97 % de posibilidades de no contarlo. Estuvo 48 días ingresado, 36 de ellos en la uci, una experiencia que le ha llevado a tomarse la vida con más calma, y a perder los filtros. «Digo muchas burradas que antes no decía, pero voy mejorando poco a poco», indica Antonio Resines (Cantabria, 1954). Debido a su ingreso hospitalario, el lanzamiento de su último trabajo, Sentimos las molestias, se tuvo que aplazar hasta este viernes 8 de abril. Una serie de Movistar en tono de comedia dramática que habla sobre lo que supone hacerse viejo hoy en día. «Hace quince años rodaba todos los días, y ahora si lo hago estoy descojonado, el fin de semana no me puedo ni mover. La sensación es fundamentalmente física», señala.

—«Sentimos las molestias», una serie sobre los de 60 y sus historias…

—Más bien sobre los de 70. En realidad en la serie yo tengo 70 y… Y Rellán tiene 70 y…, pero no decimos el y. Yo, en realidad, tenía 66 cuando rodábamos, luego cumplí en agosto 67. Era un chaval.

—Te pusieron años encima.

—Sí, me jode un poco porque no se nota la diferencia de edad con Rellán, que no te voy a decir los años que tiene, porque es cosa suya, pero te digo que la hay. Es una historia sobre dos amigos de esa edad, que los dos son músicos, de sus relaciones, y de cómo se llevan con la vida, con los achaques, con la gente con la que trabajan…

—Los abuelos de antes no son los de ahora, ¿no?

—No tiene nada que ver, me estaba acordando esta mañana al ver una foto de mi padre y mi hijo, que tenían 60 y 2 años, respectivamente, y parece como si fuera mi padre ahora. No es porque yo esté muy bien, es que es otra actitud, otra forma de ver la vida. Antes, a los sesenta y pocos ya se jubilaban, había excepciones, pero eran más mayores. Mi padre se murió con 95, y estaba estupendo... A lo mejor hay que ser viejo a su edad. Me acabo de leer el libro de Arsuaga y de Millás, el segundo, el de la vejez, y lo que cuentan es que no existe. Lo que pasa es que te toca morirte y ya está.

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—¿A ti hay algo que te preocupe del paso del tiempo?

—Después de lo que me ha pasado hace un mes y pico, ya no me acojono mucho. Lo fundamental es que físicamente vas estando peor. A mí todavía no me ha pasado, fíjate, me he recuperado de esta, y ahora ya ando sin muletas, y ya prácticamente estoy al cien al cien. Me preocupan los movimientos, ya no puedo correr como hace treinta años. Y te preguntarás: '¿Para qué quieres correr?'. Pues efectivamente, no tengo necesidad. Lo que quiero decir es que te cansas más, aunque tampoco lo noto yo tanto, no te creas que aprecio una gran diferencia con los 50, la actividad que tengo ahora es muy parecida a la de hace diez, doce o quince años… Bueno, no, miento. Hace quince años rodaba todos los días, y ahora si lo hago estoy descojonado, el fin de semana no me puedo ni mover. La sensación es fundamentalmente física, de cansancio más que nada.

—Cada década, cada etapa, tiene su momento…

—Claro, no es matemático, habrá gente que echará de menos otras épocas. Yo creo que hice lo que tenía que hacer, aun con todos los errores del mundo, y ahora estoy haciendo más o menos lo que tengo que hacer. A lo mejor, en otras circunstancias, haría otras cosas. ¿Me toca seguir trabajando?, pues no lo veo demasiado problema. Mucha gente a mi edad ya no está en activo, pero depende de cada uno, del trabajo que tengas…

No tengo ningunas ganas de volver al trabajo, pero lo haré después del verano por prescripción médica

—No te podían haber puesto mejor compañero de reparto. Hacéis muy buen tándem Miguel Rellán y tú.

—Es que hemos hecho muchísimas cosas juntos, algunas incluso sin coincidir en escena, pero hemos aparecido en la misma serie. Siempre nos hemos llevado muy bien, sobre todo por la forma de trabajar, cada uno tiene una, pero nos complementamos muy bien, hacemos buena pareja. Realmente, si eres amigo de alguien, aunque tengas que enfrentarte con él luego en la ficción, es más fácil hacer que eres su amigo. Estas cosas se notan, y como nos tenemos cariño, yo le tengo cariño, es más fácil transmitirlo. Somos muy distintos a los músicos de la película, a Müller y a Rafa, yo soy casi más Rafa, y Müller es él, tenemos los papeles cambiados.

—Has dicho literalmente: «Las he pasado putas». ¿Cómo recuerdas lo que te ha pasado?

—Recuerdo todo bastante mal, me acuerdo casi bien hasta que entré en el hospital. Me pusieron inmediatamente oxígeno, estuve así un par de días hasta que me intubaron porque con el oxígeno que me ponían por la nariz no era suficiente para que me funcionaran los pulmones, me subieron a la uci para ponerme unas máquinas que son más potentes, pero tampoco funcionaron, y me tuvieron que intubar. Desde ese momento me empezaron a poner corticoides y otros medicamentos. Yo vivía en un mundo completamente irreal, tenía alucinaciones, estaba en otros sitios, haciendo disparates y cosas muy raras.

—¿Momentos agradables?

—Pocos, casi siempre eran situaciones en las que estaba al borde de la muerte. Siempre estaba amenazado. Eran delirios, luego me contaron que ese tipo de medicación provoca eso, pero yo no era consciente para nada en absoluto de que estaba intubado y en coma. Me despertaron una o dos veces, y confundía todo, la realidad y lo que yo vivía. Pensaba que era una confabulación contra mí, unas demencias de mucho cuidado.

—¿Y cuando te despertaron?

—Cuando ya estaba más o menos normal, me pasé unos días pidiendo perdón a todo el mundo porque pensaba que no eran ni médicos, ni enfermeros, ni nada, sino que eran asesinos en serie todos. Tiene que ver con que estás palmando. El jefe de intensivistas de la uci del Gregorio Marañón —no tengo más que palabras de agradecimiento para todos los profesionales del hospital, porque se han portado conmigo, y con todos, de forma increíble, es un trabajo muy duro— me dijo que tuve un 95-97 % de posibilidades de morirme. Ahí te das cuenta de que la cosa iba en serio, y eso te hace tomar actitud ante la vida. Ahora me lo tomo todo con mucha más calma, me he quedado un poco sin filtro, digo muchas burradas que antes no decía, pero bueno, voy mejorando poco a poco.

—¿Y cómo te encuentras ahora? ¿En el norte todo se lleva mejor?

—Si, sí, cuando vine aquí [está en Cantabria, su tierra natal], mañana hace tres semanas, ya lo hice solo con una muleta. Lo que he hecho, sobre todo, ha sido andar, que es el ejercicio que tenía que hacer; todavía me tengo que apoyar para subir escaleras, pero tampoco tengo que subir muchas aquí, y el viernes que viene me hacen una revisión y me dirán cómo voy, pero yo creo que estoy al noventa y tantos por cien… Ya puedo andar sin muletas, las llevo un poco por precaución. Físicamente estoy muy bien.

A mí no me han dicho nada de un reencuentro de 'Los Serrano' y si me lo dijeran, habría que ver cómo se plantea

—De todas maneras, tienes tantas vidas como los gatos, no es la primera vez que le ves las orejas al lobo.

—No, me operaron hace ahora siete años de un cáncer de colon, y justo antes de eso me dio una angina de pecho, que si no me lo descubren antes, no te quiero ni contar. Y luego he tenido accidentes de moto; uno, no grave de morirte, pero bueno podía haber perdido una pierna, y otro gordo en Italia, que ahí sí que estuve a punto de palmarla, pero también me recuperé. He tenido unas cuantas… incluso de pequeño, cerca de Galicia, me caí por un barranco, y no me maté de milagro… Tengo cierta afición, pero no quiero contarlas por si acaso, no vaya a ser que lo de las siete vidas sea verdad y la jodamos en la siguiente. Aquí estamos.

—Te habrán contado que has tenido a España en vilo durante los días que has estado ingresado. ¿Te ha llegado el cariño de la gente?

—Absolutamente, al margen de lo que me contaban mi mujer y mi hijo, que los dejaban entrar en la uci para que yo volviese a la realidad —es algo que hacen habitualmente como para que te vayas habituando, y que no confundas lo que estás pensando con la realidad— y cuando me contaban los mensajes que les mandaban, solamente a ellos… A mí me quitaron el móvil porque, como soy un poco anormal, seguía mandando mensajes, y hablando con gente por WhatsApp, sobre todo audios, y hubo un momento que me lo quitaron porque estaba agotado, y eso precipitó un poco que fuese en barrena… Fue un error tremendo por mi parte. Cuando volví tenía más de 1.500 mensajes en el teléfono, mucha gente con la que no tienes una relación directa, pero que te conoce y te tiene cariño. Y sobre todo me he dado cuenta cuando he salido a la calle, ¡no te puedes imaginar! Entre otras cosas me he ido de Madrid porque me paraba muchísima gente para contarme su historia, muchos me decían que les han pasado cosas parecidas o han tenido covid, otros me paraban para felicitarme o para interesarse de cómo estaba. Me sonrojo, me he quedado gratamente impresionado.

—Te habrás acordado de Ana y de tu hijo Ricardo en los agradecimientos, ¿no? ¿No te habrá pasado como a Müller?

—No, no, estoy aquí gracias a los médicos fundamentalmente, pero también al cariño de ellos, que se han portado… Les han llegado a decir que estaba muy mal. Yo no me he enterado de eso, pero ellos sí. Es muy duro ir a ver a alguien al que quieres, que a lo mejor se te muere delante, eso es muy complicado. Yo no sé si lo hubiese llevado tan bien como ellos. Y con un ánimo y con unas ganas de que me lo pasase bien, y que disfrutase el momento pequeño que estaba con ellos. Es muy de agradecer.

—Para no querer ser actor, te has convertido en uno de los grandes. Más de cien películas, treinta series…. Así, sin querer.

—[Risas]. No es que no quisiera, me refiero a que nunca pensé en ser actor. Cuando yo empecé a actuar o a salir en películas, tampoco me lo creía mucho, lo que hacía no me parecía demasiado complicado, hasta que hubo un momento que sí, que me di cuenta de que esto es más difícil de lo que parece. Y que si quieres hacerlo bien lo que te sale de forma natural, si lo trabajas, queda mucho mejor. Si imitas la espontaneidad y la naturalidad queda mucho mejor que si dices: 'Hola, buenos días', como lo dices tú en la vida. Es un resumen un poco chapuzas, pero que para esto también hay que prepararse de alguna forma, y una muy buena es trabajando. Otra cosa es que trabajes, no lo hagas bien, y no te vuelvan a llamar, pero yo he tenido la gran suerte de que cuando empecé a ser consciente de que ser actor era un oficio y una profesión, y que se podía mejorar con el tiempo, y a tomármelo en serio, me pilló trabajando; a otra gente no le pasa. Sí, para no querer ser actor no me ha ido nada mal...

—¿Es cierto que no querías hacer «Los Serrano»?

—No, no… Yo venía de hacer tres o cuatro años antes A las once en casa, una familia también, separados también… y me pareció que era un poco más de lo mismo. Gran error. Hasta que me convencieron, leí los dos primeros capítulos que estaban muy bien, y fuimos a una lectura con la gente que iba a hacerlo, que yo no conocía a nadie, excepto a Bonilla. Con los demás no había trabajado, sabía quiénes eran, pero de los chavales ni idea, claro, eran críos de 12 o 13 años, pero con la lectura del primer capítulo, me quedé impresionado y dije: 'Aquí tengo que estar yo'. Y efectivamente, ahí estuve ciento cuarenta y tantos capítulos...

—¿Ahora se habla del reencuentro?

—A mí no me han dicho nada, siempre se habla del reencuentro. Es verdad que se han hecho ahora algunos de otras series, pero es complicado. No lo sé, a mí desde luego no me dijeron nada y en el caso de que me lo dijesen, ya veríamos cómo se plantea… No sé si tiene continuidad. Tendría que ser ahora, con la pinta que tenemos ahora, que pasaron veinte años…

—La última vez que te vimos en público antes de que te pasara todo fue en la despedida de Verónica Forqué. Otro golpe duro en lo personal, ¿no? Eráis casi familia.

—Sí, yo es que no he hablado nunca de Verónica porque como no entiendo lo que ha pasado... Fue el lunes 14 de diciembre, y a mí me ingresaron el 22, no te puedo decir nada, porque fue un palo y no sé explicarlo. Fue tremendo.

—¿Hay ganas de volver al trabajo?

—Ninguna. Volveré, pero después del verano y por prescripción médica. Haré alguna cosilla suelta de uno o dos días, y ya aprovecharé que se nos echa encima el verano, y seguiré mejorando mi estado físico, que buena falta me hace.

—¿Te ha cambiado el chip lo que ha pasado o vas perdiendo ganas de trabajar?

—No, no, tengo ganas, lo que pasa es que sé que cuanto más tiempo esté en barbecho, de descanso activo, me va a venir mejor y voy a poder aguantar mejor después. Un rodaje es complicado, hay que levantarse temprano, estudiar, son dos o tres meses de dedicación absoluta, y tienes que estar en buena forma.