Dolores Mosquera, experta en trastornos de la personalidad: «Es factible encontrarse con psicópatas en puestos laborales de relevancia»

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MARCOS MÍGUEZ

Cada vez se diagnostican más trastornos de este tipo en Galicia. «Nos derivan a muchos pacientes de la sanidad pública y ya tenemos lista de espera en nuestros tres centros», dice la psicóloga, que asegura que «pensar que el psicópata está enfermo es un error»

03 abr 2022 . Actualizado a las 09:51 h.

Ni todos los trastornos de la personalidad son iguales ni los pacientes suelen ser criaturas despiadadas propias de un guion de película de terror. Cualquiera de las personas con las que nos relacionamos diariamente podría padecer uno sin despertar sospecha alguna, y de hecho se diagnostican cada vez más. A quienes los sufren, no les favorece en nada ese estigma que los asocia directamente con la maldad o el crimen. «De hecho, muchas violaciones grupales no se producen porque se junten varias personas con trastornos de la personalidad, ni mucho menos», indica Dolores Mosquera, directora de los centros INTRA-TP —presentes en A Coruña, Sada y Santiago—, que señala que carecer de empatía no significa estar enfermo.

—¿Qué tipos de trastorno de personalidad existen?

—En el DSM-5, que es uno de los manuales que utilizamos los profesionales para realizar diagnósticos, se describen diez trastornos de la personalidad, divididos en tres grupos en función de sus características. El grupo A incluye los trastornos paranoide, esquizoide y esquizotípico, que suelen parecer raros o excéntricos. El grupo B incluye los trastornos antisocial, límite, histriónico y narcisista, que suelen ser percibidos como dramáticos, emotivos o inestables. El grupo C incluye los trastornos por evitación, por dependencia y obsesivo-compulsivo, que se describen como ansiosos o temerosos.

—¿Cuáles se diagnostican más?

—Aunque es muy difícil saber la prevalencia real, el que se ve con más frecuencia en la práctica clínica es, sin duda, el trastorno límite de la personalidad. Como etiquetas diagnósticas también utilizamos muy a menudo las de «trastorno de la personalidad sin especificar» o «trastorno de la personalidad mixto», pese a que este último no exista oficialmente. El motivo es que muchos no encajan dentro de un único trastorno, sino que presentan una combinación de síntomas de los diferentes tipos. En mi experiencia, los del tipo B y C son los que más acuden a consulta.

—¿Qué caracteriza a los pacientes con un trastorno límite de la personalidad?

—Presentan una inestabilidad emocional importante y muchas dificultades de regulación emocional. Yo siempre digo que son muy incomprendidos. Cuando están activados emocionalmente, tienen dificultades para ver más allá de lo que les está preocupando o agobiando en ese instante. Suelen tener una visión negativa de ellos mismos y dificultades importantes en sus relaciones con los demás, culpándose de todo lo que no va bien en su vida. Ante las dificultades de la vida diaria, pueden venirse abajo por la escasa confianza en sus capacidades. Muestran además cambios emocionales intensos, que muchas veces no comprenden ni saben cómo manejar. Lo que reciben de los demás (en muchos casos la familia o convivientes) es que son muy exagerados en sus reacciones. Dramáticos, negativos o manipuladores, por poner algunos ejemplos de comentarios habituales. Pero si están bien, los demás pueden ver a una persona majísima, porque estará intentando agradar, y su trastorno no suele resultar perceptible para los demás.

—Nada que ver con el narcisista, ¿no?

—No. Ambos suelen acudir presentando quejas similares, pero el trasfondo es diferente. Por poner un ejemplo, el paciente límite suele llegar pidiendo ayuda, sintiéndose mal, pidiendo algo para calmarse y sintiéndose culpable por lo que le está ocurriendo. El paciente narcisista, por el contrario, suele acudir quejándose de los demás y demandando atención inmediata y soluciones rápidas, a veces mágicas. El límite suele centrarse en cómo puede sentirse mejor; el narcisista, en cambio, pone el foco en cómo han de actuar los demás para que él o ella se encuentre bien. Los pacientes con trastorno límite están en conflicto consigo mismos y con quienes les rodean. El paciente narcisista solo tiene conflictos con quienes le rodean si no le rinden pleitesía.

—¿Con estos trastornos se nace o pueden surgir a lo largo de la vida?

—Si tenemos en cuenta que en el momento del nacimiento la personalidad aún no está formada, yo diría que no se nace con ellos, sino que se van desarrollando. En términos generales, hay dos aspectos interrelacionados. Por un lado los factores biológicos, es decir, la composición genética y el temperamento; y por otro, los factores ambientales, esto es, las experiencias, en particular las de la primera infancia. En general, se tiende a asumir que el temperamento de los bebés está determinado genéticamente, pero esto es solo el punto de partida, ya que los bebés dependen por completo de sus cuidadores para su supervivencia, por lo que las interacciones con los padres y otros cuidadores terminan siendo muy relevantes.

—¿Qué tipo de experiencias influyen en el desarrollo de estos trastornos?

—Las experiencias infantiles traumáticas (el abuso físico, sexual o emocional y el abandono o la negligencia) han sido identificadas como factores de riesgo. Mientras que la exposición a estos eventos hace aumentar la probabilidad de que se desarrolle un trastorno de personalidad, no todos los niños abusados o estresados van a hacerlo. Deben ocurrir múltiples factores de riesgo (genéticos y ambientales) combinados de algún modo específico para llegar a desbordar el sistema de un niño y hacer que se desarrolle un trastorno de personalidad más adelante.

—De los que más se habla son de los del tipo emotivo, ¿hay un bum?

—Son los que más se ven en los dispositivos de salud mental. No sé si se puede hablar de «moda», pero sí es cierto que los de este tipo son los más conocidos. Uno de los motivos es porque suelen ser pacientes que acuden a los dispositivos de salud mental en momentos de crisis, o bien demandando un ingreso o bien pidiendo medicación que les calme. Otra posible causa es que antisocialidad, narcisismo e inestabilidad emocional son las dimensiones psicopatológicas que generan más malestar social y familiar. Son muchos los familiares que demandan ayuda al verse desbordados.

—¿Por qué son tan difíciles de tratar?

—Suponen un reto. Suelen presentar múltiples defensas, dificultades en la regulación emocional, impulsividad y problemas severos en sus relaciones. Algunos también autolesiones, ideación suicida y conductas de riesgo para ellos y/o los demás. Otros tienen escaso control de impulsos y tendencias agresivas que pueden asustar a los que les rodean, incluidos los terapeutas.

—¿Tener tics es un síntoma del trastorno obsesivo compulsivo?

—Los trastornos de esta naturaleza suelen ir asociados a tener que realizar determinados rituales de forma compulsiva, como por ejemplo, cerrar o abrir cajones, puertas o ventanas un número determinado de veces. De todas formas, el TOC no es un trastorno de la personalidad, no hay que confundirlo con el Trastorno Obsesivo de la Personalidad. En los últimos tiempos, el término se ha incorporado al vocabulario popular como una forma de describir a una persona muy organizada o meticulosa, del tipo «es que es muy TOC…», pero eso no implica que exista un diagnóstico.

—¿Un psicópata es un enfermo?

—Pensar en la psicopatía como un trastorno de la personalidad es un error. El narcisismo y la psicopatía son la manifestación más intensa e inflexible de una dimensión de la personalidad que tiene que ver con la dominancia y la agresividad. Esa dimensión, ejercida con flexibilidad, que no es lo mismo que con moralidad, no tiene que ser necesariamente desadaptativa. Por tanto, un psicópata no tiene por qué ser un enfermo. Es muy bueno manipulando, y no se siente mal por ello. Por eso es factible encontrarse con ellos en puestos laborales y sociales de relevancia.

—Cuesta pensar, por ejemplo, en las violaciones grupales y no intentar explicarlas con alguna enfermedad mental.

—Es que muchas violaciones grupales no se producen porque se junten varias personas con trastornos de la personalidad, ni mucho menos. Y lo mismo ocurre con muchos crímenes. De hecho, ese es otro de los mitos que perjudican a muchos de estos pacientes, porque se suele decir: «El asesino tenía un trastorno de la personalidad o esquizofrenia», y en la mayoría de los casos no es así.

—¿Qué diferencia al psicópata del sociópata?

—La diferencia no es muy clara. En líneas generales, el psicópata nace y el sociópata se hace, pero no está demostrado. La psicopatía implica una falta de empatía, y es debatible si eso es un trastorno.

—El trastorno bipolar puede controlarse con medicación, al igual que otros, ¿pero qué hacer cuando esto no es posible?

—Hay que matizar que el trastorno bipolar no es un trastorno de la personalidad, aunque a veces puede confundirse y, por ciertas similitudes, llevar a diagnósticos erróneos. El trastorno bipolar es un trastorno del estado de ánimo, en el que se da al menos una fase de exaltación (manía o hipomanía), y algún episodio depresivo. Aunque el tratamiento farmacológico es imprescindible, a veces no es suficiente, por lo que el apoyo de psicoterapia repercutirá en la calidad de vida de la persona.

—¿Hay hábitos que pueden propiciar la aparición de un trastorno?

—La vida actual presenta un ritmo más intenso que promueve menos las interacciones entre padres e hijos. Este déficit es uno de los que podría facilitar (no generar por sí mismo) un trastorno de la personalidad. Un niño que no es atendido y al que no se le dedica tiempo va a presentar déficits emocionales, será más vulnerable e inseguro, con menos recursos psicológicos ante las adversidades. Si se le añade la predisposición biológica podría derivar, aunque no necesariamente, en uno.